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APERTURA DE LA PUERTA SANTA EN LA CÁRCEL DE REBIBBIA

 HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Centro de detención de Rebibbia, Roma
Jueves, 26 de diciembre de 2024

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¡Queridas hermanas y queridos hermanos, buenos días y feliz Navidad!

He querido abrir de par en par la Puerta, hoy, aquí. La primera la he abierto en San Pedro, la segunda es vuestra. Es un bonito gesto el de abrir de par en par, abrir: abrir las puertas. Pero más importante es lo que significa: es abrir el corazón. Corazones abiertos. Y esto hace la fraternidad. Los corazones cerrados, esos duros, no ayudan a vivir. Por esto, la gracia de un Jubileo es abrir de par en par, abrir, y sobre todo abrir los corazones a la esperanza. ¡La esperanza no decepciona nunca! (cfr Rm 5,5) Pensad bien en esto. También yo lo pienso, porque en los momentos difíciles uno piensa que todo se ha terminado, que no se resuelve nada. Pero la esperanza no decepciona nunca.

A mí me gusta pensar en la esperanza como el ancla que está en la orilla y nosotros con la cuerda estamos ahí, seguro, porque nuestra esperanza es como el ancla sobre la tierra firme (cfr Hb 6,17-20). No perder la esperanza. Este es el mensaje que quiero daros; a todos, a todos nosotros. Yo el primero. Todos. No perder la esperanza. La esperanza nunca decepciona. Nunca. A veces la cuerda está dura y nos hace daño en las manos… pero con la cuerda, siempre con la cuerda en la mano, mirando la orilla, el ancla nos lleva adelante. Siempre hay algo bueno, siempre hay algo que nos hace ir adelante.

La cuerda en la mano y, segundo, las ventanas abiertas de par en par, las puertas abiertas de par en par. Sobre todo la puerta del corazón. Cuando el corazón está cerrado se vuelve duro como una piedra; se olvida de la ternura. También en las situaciones más difíciles – cada uno de nosotros tiene la propia, más fácil, más difícil, pienso en vosotros – siempre el corazón abierto; el corazón, que es precisamente lo que nos hace hermanos. Abrir las puertas del corazón de par en par. Cada uno sabe cómo hacerlo. Cada uno sabe dónde la puerta está cerrada o semicerrada. Cada uno sabe.

Dos cosas os digo. Primero: la cuerda en la mano, con el ancla de la esperanza. Segundo: abrir de par en par las puertas del corazón. Hemos abierto esta, pero esto es un símbolo de la puerta de nuestro corazón.

Os deseo un gran Jubileo. Os deseo mucha paz, mucha paz. Y todos los días rezo por vosotros. De verdad. No es una forma de hablar. Pienso en vosotros y rezo por vosotros. Y vosotros rezad por mí. Gracias.

Palabras improvisadas después de la Bendición final 

Ahora no olvidemos dos cosas que debemos hacer con las manos. Primero: aferrarse a la cuerda de la esperanza, aferrarse al ancla, a la cuerda. No dejarla nunca. Segundo: abrir de par en par los corazones. Corazones abiertos. Que el Señor nos ayude en todo esto gracias.

Palabras improvisadas pronunciadas al finalizar la Santa Misa

Antes de terminar, deseo a todos un feliz año. Que el próximo año sea mejor que este. Cada año debe ser mejor. Después, desde aquí, quiero saludar a los detenemos que se han quedado en la celda, que no han podido venir. Un saludo a todos y a cada uno de vosotros.

Y no olvidar: aferrarse al ancla. Las manos aferradas. No lo olvidéis. Feliz año a todos. Gracias.

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L'Osservatore Romano, Edición en lengua española, año LXII, Número 1, Enero 2025



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