MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PRESIDENTE EJECUTIVO DEL FORO ECONÓMICO MUNDIAL
[DAVOS, SUIZA, 23-26 DE ENERO DE 2018]
Al profesor Klaus Schwab
Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial
Agradezco su invitación para participar en el Foro Económico Mundial 2018 y su deseo de incluir la perspectiva de la Iglesia católica y de la Santa Sede en el encuentro de Davos. También le agradezco sus esfuerzos por llevar esta perspectiva a la atención de los reunidos en este Foro anual, incluidas las distinguidas autoridades políticas y gubernamentales presentes y todos aquellos comprometidos en el ámbito de los negocios, la economía, el trabajo y la cultura, mientras discuten los desafíos, preocupaciones, esperanzas y perspectivas del mundo de hoy y del futuro.
El tema elegido para el Foro de este año —Crear un futuro compartido en un mundo fracturado— es muy oportuno. Confío en que ayudará a orientar vuestras deliberaciones mientras buscáis mejores cimientos para construir sociedades inclusivas, justas y solidarias, capaces de restituir dignidad a aquellos que viven con gran incertidumbre y que no logran soñar con un mundo mejor.
A nivel de gobernanza global, somos cada vez más conscientes de que existe una creciente fragmentación entre los Estados y las instituciones. Están surgiendo nuevos actores, así como una nueva competencia económica y acuerdos comerciales regionales. También las tecnologías más recientes están transformando los modelos económicos y hasta el mundo globalizado, que, condicionado por intereses privados y de la ambición de beneficio a toda costa, parece favorecer la sucesiva fragmentación e individualismo, en lugar de facilitar enfoques que sean más inclusivos.
Las inestabilidades financieras recurrentes han comportado nuevos problemas y graves desafíos que los gobiernos deben enfrentar, tales como el crecimiento del desempleo, el aumento de las diversas formas de pobreza, el aumento de la brecha socioeconómica y las nuevas formas de esclavitud, a menudo enraizadas en situaciones de conflicto, migraciones y diversos problemas sociales. «A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica. El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que —lamentablemente lo percibimos a menudo—, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos. (Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre de 2014).
En este contexto, es esencial salvaguardar la dignidad de la persona humana, especialmente ofreciendo a todos oportunidades reales para el desarrollo humano integral y aplicando políticas económicas que favorezcan a la familia. «la libertad económica no prevalezca sobre la concreta libertad del hombre y sus derechos, que el mercado no sea algo absoluto, sino que considere las exigencias de la justicia» (Discurso a la Confederación General de la Industria Italiana, 27 de febrero de 2016). Los modelos económicos, por lo tanto, deben respetar una ética de desarrollo integral y sostenible, basada en valores que pongan en el centro a la persona humana y sus derechos.
«Ante tantas barreras de injusticia, soledad, desconfianza y sospecha que aún se siguen levantando en nuestros días, el mundo del trabajo, del cual vosotros sois actores de primer nivel, está llamado a dar pasos valientes para que “encontrarse y estar juntos” no sea sólo un eslogan, sino un programa para el presente y el futuro» (Ibid.). Solo a través de una firme resolución, compartida por todos los actores económicos, podemos esperar dar una nueva dirección al destino de nuestro mundo. También la inteligencia artificial, la robótica y otras innovaciones tecnológicas deben emplearse de tal manera que contribuyan al servicio de la humanidad y a la protección de nuestra casa común, en lugar de lo contrario, como algunos análisis, lamentablemente, prevén.
No podemos permanecer en silencio ante el sufrimiento de millones de personas cuya dignidad está herida, ni podemos seguir avanzando como si la difusión de la pobreza y la injusticia no tuvieran ninguna causa. Crear las condiciones adecuadas para consentir que cada persona viva de manera digna es un imperativo moral, una responsabilidad que involucra a todos. Rechazando una cultura «del descarte» y una mentalidad de indiferencia, el mundo empresarial tiene un enorme potencial para producir un cambio sustancial aumentando la calidad de la productividad, creando nuevos puestos de trabajo, respetando las leyes laborales, luchando contra la corrupción pública y privada y promoviendo la justicia social, junto con la distribución justa y equitativa de los beneficios.
Hay una gran responsabilidad de discernir sabiamente, ya que las decisiones tomadas serán fundamentales para modelar el mundo del mañana y el de las generaciones futuras. Por lo tanto, si queremos un futuro más seguro, un futuro que anima la prosperidad de todos, es necesario mantener la brújula orientada continuamente hacia el «verdadero Norte», representado por los valores auténticos. Es este el momento de tomar medidas valientes y audaces para nuestro amado planeta. Es este el momento adecuado para traducir en acción nuestra responsabilidad de contribuir al desarrollo de la humanidad.
Espero, por lo tanto, que este encuentro del Foro Económico Mundial en 2018 permita un intercambio abierto, libre y respetuoso, y que esté inspirado, sobre todo, por el deseo de promover el bien común.
Renuevo mis mejores deseos para el éxito del encuentro e invoco de buen grado sobre usted y todos los que participan en el Foro las bendiciones divinas de sabiduría y fortaleza.
Vaticano, 12 de enero 2018
Francisco
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