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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO 
CON OCASIÓN DE LA REAPERTURA DE LA CATEDRAL DE NOTRE-DAME DE PARÍS 

[7 de diciembre 2024]

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A Su Excelencia el Arzobispo Laurent Ulrich
Arzobispo de París

Me alegra unirme con el pensamiento y con la oración a usted, como también a todo el pueblo fiel reunido, y a todas las personas presentes, en este día solemne en el que vuestra Catedral se vuelve a abrir para el culto. Todavía está vivo en todos nosotros el recuerdo del terrible incendio que, hace cinco años, dañó gravemente el edificio. Sentimos una punzada en el corazón ante el riesgo de ver desaparecer una obra maestra de la fe y la arquitectura cristianas, un testigo centenario de vuestra historia nacional. Hoy la tristeza y el luto dan paso a la alegría, la celebración y la alabanza.

Rindo homenaje a todos aquellos —y en particular a los bomberos— que trabajaron con valentía para salvar este monumento histórico de la destrucción. Rindo homenaje al compromiso decidido de las autoridades públicas, así como al gran impulso de generosidad internacional que contribuyó a la restauración. Este impulso es el signo no solo de un apego al arte y a la historia, sino aún más - ¡y qué alentador es esto! – es el signo de que el valor simbólico y sagrado de tal edificio es aún ampliamente percibido, de los más pequeños a los más grandes.

Rindo homenaje también al extraordinario trabajo de numerosas categorías profesionales que se han comprometido, dando lo mejor de sí con generosidad para restituir a Notre-Dame su esplendor. Es hermoso y reconfortante que las habilidades del pasado se hayan preservado y mejorado sabiamente. Pero es aún más hermoso que tantos obreros y artesanos hayan testimoniado haber vivido esta aventura de la restauración como un auténtico recorrido espiritual. Han seguido las huellas de sus padres, cuya sola fe, vivida en su trabajo, ha podido edificar un trabajo similar en el que nada de profano, de ininteligible o vulgar encuentra lugar.

Pueda por tanto el remamiento de esta admirable iglesia constituir un signo profético de la renovación de la Iglesia en Francia. Invito a todos los bautizados que entrarán con alegría en esta Catedral a sentir un orgullo legítimo y a reapropiarse de su herencia de fe. Queridos fieles de París y de Francia, esta morada, que nuestro Padre del Cielo habita, es nuestra: vosotros sois las piedras vivas. Cuantos me han precedido en la fe la han edificado para vosotros: las innumerables representaciones y los símbolos que encierra están destinados a vosotros con el fin de conduciros de la forma más segura hacia el encuentro con Dios-hecho hombre y de redescubrir su inmenso amor. Además, Notre-Dame será pronto nuevamente visitada y admirada por una inmensa multitud de personas de toda condición, procedencia, religión, lengua y cultura, muchas de las cuales en la búsqueda del absoluto y del sentido de la propia vida. Sé, excelencia, que las puertas serán abiertas de par en par para ellos, y que os comprometeréis a acogerles generosa y gratuitamente, como hermanos y hermanas. Gracias al testimonio de la comunidad cristiana, puedan percibir la paz que habita su alabanza, saborear la alegría de conocer y de amar al Señor que se ha hecho cercanía, compasión y ternura. Puedan, alzando la mirada hacia estos tiempos que han redescubierto la luz, compartir su esperanza invencible.

Invocando sobre la Iglesia en Francia, y sobre todo el pueblo francés, la protección de Notre-Dame de París, imparto de todo corazón a usted, como también a todas las personas presentes, mi bendición.

San Juan de Letrán, 21 noviembre 2024
 

Francisco

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L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, Año LXI, número 50, Viernes, 13 de diciembre de 2024, p. 13.



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