DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN "CORALLO"
Sala Clementina
Sábado 22 de marzo de 2014
Agradezco mucho lo que usted ha dicho, y os agradezco el trabajo que realizáis. Esa verdad… buscar la verdad con los medios de comunicación. Pero, ¡no sólo la verdad! Verdad, bondad y belleza, las tres cosas juntas. Vuestro trabajo debe llevarse a cabo por estos tres caminos: el camino de la verdad, el camino de la bondad y el camino de la belleza. Pero la verdad, la bondad y la belleza que son consistentes, que vienen de dentro, que son humanas. Y, en el camino de la verdad, en los tres caminos, podemos encontrar errores, incluso trampas. «Yo pienso, busco la verdad…»: está atento, para no convertirte en un intelectual sin inteligencia. «Yo voy, busco la bondad…»: está atento, para no convertirte en un moralista sin bondad. «A mí me gusta la belleza…»: sí, pero está atento, para no hacer lo que se hace a menudo, «falsificar» la belleza, buscar los cosméticos para elaborar una belleza artificial, que no existe. La verdad, la bondad y la belleza como vienen de Dios y están en el hombre. Y este es el trabajo de los medios de comunicación, el vuestro.
Usted ha aludido a dos cosas, y quiero retomarlas. Ante todo, la unidad armoniosa de vuestro trabajo. Hay medios de comunicación grandes y hay medios de comunicación pequeños… Pero si leemos el capítulo doce de la primera carta de san Pablo a los Corintios, vemos que en la Iglesia no hay ni grande ni pequeño: cada uno tiene su función, uno ayuda al otro, la mano no puede existir sin la cabeza, etc. Todos somos miembros, y también vuestros medios de comunicación, sean más grandes o más pequeños, son miembros, y armonizados por su vocación de servicio a la Iglesia. Nadie debe sentirse pequeño, demasiado pequeño respecto a otro demasiado grande. Todos somos pequeños ante Dios, con humildad cristiana, pero todos tenemos una función. ¡Todos! Como en la Iglesia… Yo haría esta pregunta: ¿Quién es más importante en la Iglesia? ¿El Papa o la anciana que todos los días reza el rosario por la Iglesia? Que lo diga Dios, yo no puedo decirlo. Pero la importancia de esta armonía es de cada uno de nosotros, porque la Iglesia es la armonía de la diversidad. El cuerpo de Cristo es esta armonía de la diversidad, y quien realiza la armonía es el Espíritu Santo: Él es el más importante de todos. Esto es lo que usted ha dicho, y quiero subrayarlo. Es importante: buscar la unidad, y no usar la lógica de que el pez grande se traga al pequeño.
Usted ha dicho otra cosa, que yo también mencioné en la exhortación apostólica Evangelii gaudium. Ha hablado del clericalismo. Es uno de los males, es uno de los males de la Iglesia. Pero es un mal «cómplice», porque a los sacerdotes les agrada la tentación de clericalizar a los laicos; pero muchos laicos, de rodillas, piden ser clericalizados, porque es más cómodo, ¡es más cómodo! ¡Y este es un pecado de ambas partes! Debemos vencer esta tentación. El laico debe ser laico, bautizado, tiene la fuerza que viene de su bautismo. Servidor, pero con su vocación laical, y esto no se vende, no se negocia, no se es cómplice del otro… No. ¡Yo soy así! Porque allí está en juego la identidad. En mi tierra oía muchas veces esto: «¿Sabe? En mi parroquia hay un laico honrado. Este hombre sabe organizar… Eminencia: ¿por qué no lo hacemos diácono?». Es la propuesta inmediata del sacerdote: clericalizar. A este laico hagámoslo… ¿Y por qué? ¿Porque es más importante el diácono, el sacerdote, que el laico? ¡No! ¡Este es un error! ¿Es un buen laico? Que siga así y crezca así. Porque allí está en juego la identidad de la pertenencia cristiana. Para mí, el clericalismo impide el crecimiento del laico. Pero tened presente lo que he dicho: es una tentación cómplice entre dos. Porque no habría clericalismo si no hubiera laicos que quieren ser clericalizados. ¿Está claro esto? Por eso os agradezco lo que hacéis. Armonía: también esta es otra armonía, porque la función del laico no puede cumplirla el sacerdote, y el Espíritu Santo es libre: algunas veces inspira al sacerdote para que haga algo; otras, al laico. Se habla en el consejo pastoral. Son muy importantes los consejos pastorales: una parroquia —y en esto cito el Código de derecho canónico—, una parroquia que no tenga consejo pastoral y consejo de asuntos económicos, no es una buena parroquia: le falta vida.
Además, son tantas las virtudes. He aludido a ellas al inicio: ir por el camino de la bondad, de la verdad y de la belleza, y tantas virtudes por este camino. Pero, ¡también están los pecados de los medios de comunicación! Me permito hablar un poco sobre esto. Para mí, los pecados de los medios de comunicación, los más grandes, son los que van por el camino del embuste, de la mentira, y son tres: la desinformación, la calumnia y la difamación. Estas dos últimas son graves, pero no tan peligrosas como la primera. ¿Por qué? Os lo explico. La calumnia es pecado mortal, pero se puede aclarar y llegar a conocer que es una calumnia. La difamación es pecado mortal, pero se puede llegar a decir: esta es una injusticia, porque esta persona ha hecho esa cosa en aquel tiempo, pero después se ha arrepentido, ha cambiado de vida. Pero la desinformación es decir la mitad de las cosas, las que son más convenientes para mí, y no decir la otra mitad. Y así, el que ve la tv o el que oye la radio, no puede formarse un juicio perfecto, porque no tiene los elementos y no se los dan. De estos tres pecados, por favor, huid. Desinformación, calumnia y difamación.
Os agradezco lo que hacéis. He dicho a monseñor Sanchirico que os entregue el discurso que había escrito, porque sus palabras [del presidente] me han inspirado a deciros espontáneamente esto, y lo he dicho con un lenguaje del corazón: sentidlo así. No con el lenguaje italiano, ¡porque no hablo con el estilo de Dante!... Os lo agradezco mucho, y ahora os invito a rezar un Avemaría a la Virgen, para daros la bendición. Dios te salve, María…
Texto del discurso preparado por el Pontífice y entregado a la Asociación:
Queridos amigos:
Os doy la bienvenida, y agradezco al presidente las palabras con las que ha introducido nuestro encuentro. Dirijo un saludo también a quienes nos están siguiendo mediante las radios y las televisiones de la Asociación «Corallo». Estas emisoras quieren expresar el compromiso de la Iglesia que está en Italia por estar cerca y ser amiga de toda persona, y hablar a la gente allí donde habita, vive, trabaja, ama, sufre.
Sois una «red». Quiero partir de esta imagen, que nos hace pensar en los primeros discípulos de Jesús: eran pescadores, trabajaban con las redes. Y Jesús los llamó para que lo siguieran e hizo de ellos «pescadores de hombres» (Mt 4, 19). También vosotros podéis ser «pescadores de hombres» con vuestra red de radios y televisiones locales, que abraza a toda Italia; una red sencilla, popular, y está bien que siga siéndolo así. Llegando a todas las ciudades y a todos los pueblos, vuestras emisoras son un instrumento para que todos escuchen la voz del Señor.
Me viene a la memoria el episodio del profeta Elías en el monte Horeb (cf. 1 Re 19, 9-13), cuando estaba delante de la cueva y asistió a fenómenos impresionantes: el viento impetuoso, el terremoto, el fuego…, pero el Señor no hablaba de ese modo. Después, Elías oyó el «susurro de una brisa suave» (v. 12). Y en ese susurro escuchó la voz del Señor que le hablaba. Pues bien, vuestras radios y televisiones pueden transmitir, a través del éter, algo de esa voz, a fin de que hable a los hombres y a las mujeres que buscan una palabra de esperanza, de confianza, para su vida.
De este modo, sois voz de una Iglesia que no tiene miedo de entrar en los desiertos del hombre, de salir a su encuentro, de buscarlo en sus inquietudes, en sus extravíos, dialogando con todos, incluso con las personas que, por diversos motivos, se han alejado de la comunidad cristiana y se sienten lejanas de Dios. Pero, en realidad, Dios nunca está lejos, ¡está siempre cerca! Y vosotros podéis contribuir a hacer resonar ese «susurro suave», capaz de decir a cada uno: «El Maestro está aquí y te llama» (Jn 11, 19). ¡Precisamente este ser llamado por nombre calienta el corazón!
¿Y de qué modo, con vuestra «red», podéis ayudar a Jesucristo en su misión, a anunciar hoy el Evangelio del reino de Dios?
Ante todo, digo que prestando atención a temáticas importantes para la vida de las personas, de la familia, de la sociedad; y tratando estos argumentos no de manera sensacionalista, sino responsable, con pasión sincera por el bien común y por la verdad (cf. Juan Pablo II, Mensaje para la XXVIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 1994). A menudo en las grandes emisoras estos temas se afrontan sin el debido respeto por las personas y por los valores en juego, de modo espectacular. En cambio, es esencial que en vuestras transmisiones se perciba este respeto, que las historias humanas no deben instrumentalizarse nunca.
Y podéis dar otra contribución con la cualidad humana y ética de vuestro trabajo. Podéis ayudar a formar lo que el Papa Benedicto llamó un «ecosistema» mediático, es decir, un ambiente que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos (cf. Mensaje para la XLVI Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2012). Hoy hay mucha contaminación, y también el clima mediático tiene sus formas de contaminación, sus «venenos». La gente lo sabe, se da cuenta, pero, por desgracia, se acostumbra a respirar a través de la radio y la televisión un aire sucio, que no hace bien. Hay necesidad de hacer circular el aire limpio, que la gente pueda respirar libremente y dé oxígeno a la mente y al alma.
Todo esto exige una profesionalidad adecuada, pero va más allá. Os pide vivir la «comunicación en términos de proximidad» (Mensaje para la XLVIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24 de enero de 2014). Os llama a ser el rostro de una Iglesia que se hace «buen samaritano», incluso mediante las radios y las televisiones. En efecto, la parábola del buen samaritano también puede ser una parábola del comunicador: «Quien comunica se hace prójimo. El buen samaritano no sólo se hace próximo, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde del camino» (ibid). En esa parábola Jesús invierte la perspectiva: «No se trata de reconocer al otro como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro» (ibid).
Por eso, mientras os agradezco vuestro compromiso, pido al Señor que vuestra red sea cada vez más experiencia de proximidad, capaz de dar voz al Señor que caldea el corazón y difunde esperanza y alegría.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana