DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DEL COMITÉ NACIONAL DE BIOSEGURIDAD,
BIOTECNOLOGÍAS Y CIENCIAS DE LA VIDA*
Sala de los Papas
Lunes 10 de abril de 2017
Señoras y señores:
Doy mi cordial bienvenida a cada uno de ustedes y agradezco al presidente, el profesor Andrea Lenzi, las amables palabras con las que ha introducido nuestro encuentro. Deseo, ante todo, expresar mi aprecio por el trabajo realizado por el Comité Nacional de Bioseguridad, Biotecnología y Ciencias de la Vida en los 25 años desde su creación en la Presidencia del Consejo de Ministros. Los temas y las cuestiones que enfrenta vuestro Comité son de gran importancia para el hombre contemporáneo, tanto como individuo como en la dimensión relacional y social, comenzando por la familia y llegando a las comunidades locales y nacionales, a las internacionales y al cuidado de la Creación .
Como leemos en el libro del Génesis, «el Señor Dios tomó al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase» (2,15). La cultura, de la que sois representantes autorizados en el campo de las ciencias y de las tecnología de la vida, lleva consigo la idea de “cultivo”. Expresa muy bien la tensión para que crezca, florezca y fructifique, a través del ingenio humano, lo que Dios ha puesto en el mundo. No podemos olvidar, sin embargo, que el texto bíblico nos invita también a “custodiar” el jardín del mundo. Como he escrito en la encíclica Laudato si' «mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza» (n. 67). Vuestra tarea no es solamente la de promover el desarrollo armónico e integrado de la investigación científica y tecnológica relacionada con los procesos biológicos de la vida vegetal, animal y humana; también se os pide que preveáis y prevengáis las consecuencias negativas que puede causar un uso distorsionado de los conocimientos y de las capacidades de manipulación de la vida.
El científico, como el tecnólogo, está llamado a “saber” y a “saber hacer”, siempre con mayor precisión y creatividad en su ámbito de competencia y, al mismo tiempo, a tomar decisiones responsables sobre los pasos que hay que dar y sobre los que hay que detenerse para emprender un camino diferente. El principio de responsabilidad es la piedra angular de la acción humana, que de sus actos y omisiones debe responder frente a sí mismo, frente a los demás y en última instancia frente a Dios. Las tecnologías, incluso más que las ciencias, ponen en manos del ser humano un poder enorme y creciente. El riesgo más grave es que los ciudadanos y, a veces, incluso aquellos que los representan y los gobiernan, no adviertan plenamente la gravedad de los retos que se plantean, la complejidad de los problemas que hay que resolver, y el peligro de utilizar mal el poder que las ciencias y las tecnologías de la vida han puesto en nuestras manos (ver Romano Guardini, La fine dell’epoca moderna, Brescia 1987, pp. 80-81).
Además, cuando los lazos entre el poder tecnológico y el poder económico se hacen más estrechos, los intereses pueden condicionar los estilos de vida y las tendencias sociales para beneficiar a ciertos grupos industriales y comerciales, en detrimento de las poblaciones y los países más pobres. No es fácil llegar a una composición armoniosa de las diferentes instancias científicas, productivas, éticas, sociales, económicas y políticas, promoviendo un desarrollo sostenible que respete la “casa común”. Esta composición armoniosa requiere humildad, coraje y apertura a la confrontación entre las diferentes posiciones, con la certeza de que el testimonio dado por los hombres de ciencia a la verdad y el bien común, contribuye a la maduración de la conciencia civil.
Para terminar esta reflexión, permítanme que les recuerde que las ciencias y las tecnologías están hechas para el hombre y para el mundo, no el hombre y el mundo para las ciencias y las tecnologías. Están al servicio de una vida digna y sana para todos, ahora y en el futuro, y para hacer nuestra casa común más habitable y solidaria, más cuidada y custodiada. Por último, animo los esfuerzos de su Comité para iniciar y sostener procesos de consenso entre los científicos, los tecnólogos, los empresarios y los representantes de las instituciones, y para identificar estrategias de sensibilización de la conciencia pública sobre las cuestiones planteadas por la evolución de las ciencias de la vida y de las biotecnologías.
Que el Señor bendiga a cada uno de ustedes, a vuestras familias y a vuestro valioso trabajo. Os aseguro mi recuerdo en la oración y confío en que ustedes lo harán para mí. ¡Gracias!
* Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede
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