VISITA PASTORAL A LA DIÓCESIS DE BÉRGAMO
JUAN PABLO II
REGINA CAELI
Domingo 26 de abril de 1981
1. Nos encontramos en Sotto il Monte, pueblo natal del Papa Juan XXIII: Angelo Giuseppe Roncalli. En este año 1981 se cumplen cien años de su nacimiento. La peregrinación a este lugar del Papa Juan, como al nido en el que sigue viviendo su parentela y su memoria, a la casa en que habitaba, a la iglesia parroquial en la que fue bautizado, es un acto de veneración a Dios, Trinidad Santísima, por el hombre que, elegido Papa, tomó el nombre de Juan.
Gloria a Dios es el hombre viviente (S. Ireneo, Adv. haereses, IV, 20, 7).
Aquí -en Sotto il Monte- nos encontramos en el comienzo de la vida de aquel hombre que a los ojos de nuestra generación "dio gloria a Dios" (Rom 4, 20). Aquí fue concebido en el seno de la madre, aquí vino al mundo. Desde aquí comenzó su peregrinación como hombre regenerado a la vida nueva en la muerte de Cristo crucificado y llamado a participar en la gloria de su resurrección. Dicha peregrinación se concluyó en la Sede Romana de San Pedro, el 3 de junio de 1963. Su muerte estuvo circundada por el universal amor de los hombres. Fue acogida con gran dolor y al mismo tiempo con una renovada esperanza. Se marchaba el Papa de la bondad y de la paz, el Papa del Concilio, el Papa que abrió el camino hacia la unidad de los cristianos, el discípulo del Buen Pastor.
2. En este mediodía dominical recitemos en Sotto il Monte de acuerdo con la tradición del periodo pascual, el "Regina coeli laetare", así como en el curso del año recitamos el "Angelus Domini" reunidos en la plaza de San Pedro en Roma.
Todos los que me escuchan pronuncien conmigo las palabras de esta antífona pascual, aunque participen en este encuentro excepcional a través de la radio o de la televisión.
Pronuncie con nosotros estas palabras en honor de Cristo resucitado, estas palabras de invitación al gozo pascual dirigidas a la Madre del Resucitado, el mismo Papa Juan: como las pronunciaba un tiempo, hace decenas de años, aquí en Sotto il Monte, cuando era todavía niño, muchacho en el circulo de su digna familia; como las pronunció después siendo sacerdote, obispo, cardenal-patriarca de Venecia y finalmente Papa; las pronuncie hoy, si bien ya separado de nosotros por la barrera de la muerte, pero al mismo tiempo abrazado a nosotros en el misterio de la comunión de los santos; pronuncie con nosotros estas palabras de la antífona pascual él, Papa Juan, venerable siervo de Dios.
Las repitan con él todos los que participan, de cerca o de lejos, en este centenario de su nacimiento:
Regina coeli laetare.
3. La gloria de Dios es que el hombre viva.
La invocación pascual a la victoria de la vida sobre la muerte penetre las almas y toque profundamente las conciencias.
¡Cristo ha resucitado!
¡El Buen Pastor da la vida por las ovejas!
¿Nos es lícito a nosotros los hombres quitar la vida al ser humano inocente, por el que Cristo ha dado su vida? ¡Por todo ser humano! Desde el primer momento de la concepción en el que la chispa de la vida, don inestimable de Dios, se enciende misteriosa y dulcísima en el seno de la madre.
¡Papa Juan! ¡Papa Juan!
¡Sé para tus hermanos y hermanas testimonio de la resurrección de Cristo! Testimonio de la vida que es gloria de Dios y esperanza de los hombres.
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