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JUAN PABLO II

REGINA COELI

Domingo 21 de abril de 1985

 

1. "Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo" (Lc 24, 39).

Así dice Cristo resucitado hallándose en el Cenáculo entre sus discípulos.

Estas palabras las ha escrito Lucas en el Evangelio y las lee la Iglesia en el domingo pascual de hoy.

Qué cerca está de estas palabras San Juan Apóstol cuando escribe en su primera Carta:

"Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y nuestras manos palparon... os lo anunciamos" (Jn 1, 1-3).

La Iglesia nació de la misión mesiánica de Jesús de Nazaret. La experiencia post-pascual constituye un capítulo peculiar, definitivo en este nacimiento. La fe de los Apóstoles en Jesucristo Señor y Redentor tiene su fuente definitiva en el hecho de que le han visto, oído y tocado resucitado después de la muerte padecida por Él en la cruz.

De este modo los Apóstoles se transformaron en testigos de la resurrección. De su testimonio nace la fe de la Iglesia de generación en generación.

2. Nuestra oración en este mediodía se dirige a la Madre de Cristo.

Después de la resurrección Él muestra su cuerpo, las manos y los pies. Y así demuestra ante los Apóstoles su identidad (en sentido físico): "Soy yo en persona" (Lc 24, 39). "Yo", el mismo que habéis conocido "desde el principio", soy Jesús de Nazaret en persona.

Al escuchar estas palabras es difícil no pensar en su Madre. La resurrección completa el misterio de la encarnación. Resucitó en la carne porque nació en la carne (el Verbo se hizo carne). Y este cuerpo lo ha tomado de Ella, de María.

Por esto la Iglesia se dirige también a María después de la resurrección de Cristo con las palabras de la alegría pascual:

"Regina coeli laetare"



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