JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 21 de febrero de 1993
Queridos hermanos y hermanas:
1. El próximo miércoles de ceniza empezará la Cuaresma tiempo litúrgico durante el cual el Señor nos invita con una insistencia particular, a la conversión y a la renovación interior. Preparándonos para la Pascua, revelación suprema del amor de Dios en el misterio de la muerte y la resurrección de Cristo, la Cuaresma nos impulsa a una adhesión más convencida y coherente al mensaje salvífico del Evangelio.
El miércoles de ceniza, como es sabido, es un día de ayuno y abstinencia: quiere subrayar de modo visible la disposición interior con que todos los creyentes deben entrar en el clima penitencial característico del tiempo cuaresmal. Se nos invita, ante todo, a un ayuno y a una abstinencia espirituales, a fin de estar disponibles a abrir nuestro corazón a las sugerencias del Espíritu y a las peticiones de ayuda de parte de nuestros hermanos.
2. Otro motivo de reflexión acompaña nuestra oración de hoy. Mañana se celebra la fiesta litúrgica de la Cátedra de san Pedro, que nos recuerda la misión de maestro y pastor confiada por Jesús al pobre pescador de Galilea y a sus sucesores, puestos como principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia.
«Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). Por voluntad de Cristo, Pedro fue llamado a ser para el pueblo cristiano «el maestro que conserva íntegra su fe y el pastor que lo guía a la herencia eterna» (tomado de la liturgia del día). El Papa agradece a cuantos, día tras día, lo acompañan y lo apoyan con solidaridad afectuosa y orante en el cumplimiento de la misión que le ha sido confiada al servicio de sus hermanos.
3. Con agradecimiento especial, mi pensamiento va ahora a María santísima, a quien celebramos ayer en el seminario romano bajo el título de Virgen de la Confianza. La Virgen es madre que infunde confianza, en primer lugar, a todos los que están llamados a un servicio eclesial insustituible mediante el sacramento del orden. A este respecto, me alegra anunciar que la Conferencia episcopal italiana publicará mañana una carta pastoral dedicada a la formación permanente de los presbíteros. Reaviva el don de Dios que hay en ti es el título significativo de ese documento, inspirado en «el cuidado amoroso y exigente para un ejercicio fiel y generoso» del sacerdocio ministerial.
4. El vivo recuerdo de mi reciente viaje apostólico a África acrecienta mi preocupación ―que deseo compartir con vosotros― por los graves hechos que ensombrecen la historia de los otros países queridos de ese continente.
Las graves rivalidades internas de los últimos meses han causado miles de muertos de Angola. Me dirijo, una vez más, a quienes se preocupan por el desarrollo auténtico de las naciones, a fin de que trabajen en favor de la paz en Angola. ¡Que callen las armas y prevalezca el uso de la razón! Hago mía la reciente exhortación de los cardenales africanos: «En ninguna parte del mundo la violencia y la guerra han solucionado los problemas de la vida de las personas y de las colectividades». Que el Señor inspire en todos propósitos de paz, de reconciliación y de perdón.
También en Ruanda que, después de años de duros contrastes, estaba encaminándose recientemente hacia una solución se ha reanudado la cruel lucha armada. Quiero decir a los responsables de ese querido pueblo: no ahoguéis así la esperanza que puede venir sólo de las negociaciones para la reconciliación nacional. Estoy cercano a las poblaciones inocentes que, a causa de las rivalidades étnicas y los saqueos, se ven obligadas a abandonar su tierra. Oro por todos los que sufren y lloran a sus víctimas, y renuevo a las partes beligerantes mi invitación apremiante a reanudar el diálogo: ¡no existe otro camino para llegar a la paz!
Encomendemos estos deseos a la intercesión de la Virgen santísima.
* * *
Después del Ángelus
Deseo ahora saludar muy cordialmente a los alumnos del Colegio «Santa María del Carmen», de Madrid, a quienes aliento a dar siempre testimonio de los valores evangélicos siendo sembradores de esperanza e ilusión para construir una sociedad más justa, fraterna y acogedora.
A vosotros, a vuestras familias en España y a los Padres Carmelitas que os acompañan imparto con afecto la bendición apostólica.
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