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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 28 de junio de 1998

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hemos llegado al último domingo de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, mientras que en julio la Iglesia expresa con particular intensidad la devoción a su Preciosísima Sangre. Con estas celebraciones espirituales, la tradición invita a fijar la mirada de la fe en el misterio del amor de Dios, que se ha revelado en la encarnación del Hijo. A los hombres y a las mujeres de hoy, que, sumergidos en un mundo secularizado, corren el riesgo de perder el centro de gravedad de su propia existencia, Cristo les ofrece su Corazón humano y divino, fuente de reconciliación y principio de vida nueva en el Espíritu Santo.

En el umbral del tercer milenio, la Iglesia anuncia con renovado impulso a todas las gentes: Cristo es el corazón del mundo; su Pascua de muerte y resurrección es el centro de la historia, que gracias a él es historia de salvación; su amor atrae a sí a toda criatura y hace de los creyentes en él un corazón solo y un alma sola, impulsando a los cristianos de todos los tiempos a la búsqueda de la unidad plena.

2. Al término de un atento proceso de valoración, en el que han participado la Iglesia católica y la Federación luterana mundial, podemos alegrarnos ahora por un importante logro ecuménico. Me refiero a la Declaración común de la Iglesia católica y la Federación luterana mundial sobre la doctrina de la justificación. Esta Declaración, como resultado del diálogo que comenzó inmediatamente después del concilio Vaticano II, afirma que las Iglesias pertenecientes a la Federación luterana mundial y la Iglesia católica han alcanzado un alto grado de acuerdo sobre una cuestión tan controvertida durante siglos, como es precisamente la de la justificación. Aunque la Declaración no resuelve todas las cuestiones relativas a la enseñanza de la doctrina de la justificación, expresa un consenso en verdades fundamentales sobre esta doctrina (cf. Respuesta de la Iglesia católica a la Declaración común de la Iglesia católica y de la Federación luterana mundial sobre la doctrina de la justificación).

Deseo que este progreso del diálogo luterano-católico, don del Espíritu de Sabiduría de Dios al final del segundo milenio, anime y refuerce el objetivo declarado que persiguen luteranos y católicos: el logro de la plena unidad visible. Doy las gracias a todos los católicos y luteranos que han contribuido a este importante resultado, y pido al Señor que siga sosteniéndonos en nuestro camino de unidad.

3. Hoy se celebra en Italia la Jornada de la caridad del Papa. Quisiera aprovechar esta ocasión para expresar un sincero agradecimiento a todos los que con generosidad contribuyen a las actividades de la Santa Sede y a las obras de solidaridad que promueve. Que el Señor, por intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, los colme de su bondad. Encomendemos a María, Madre de la Iglesia, nuestras intenciones, invocando cada uno su protección materna.



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