JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 18 de marzo de 2001
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Mañana, 19 de marzo, celebraremos la fiesta de san José. En el corazón de la Cuaresma, la liturgia nos presenta a este gran santo como ejemplo que debemos seguir y como protector que hemos de invocar.
San José es para nosotros, en primer lugar, modelo de fe. Como Abraham, vivió siempre con una actitud de total abandono a la Providencia divina, y por eso nos da un ejemplo estimulante, en especial cuando se nos pide confiar en Dios "por su palabra", es decir, sin ver claro su designio.
Estamos llamados a imitarlo, además, en el humilde ejercicio de la obediencia, virtud que resplandece en él con un estilo de silencio y ocultamiento activo. ¡Cuán valiosa es la "escuela" de Nazaret para el hombre contemporáneo, amenazado por una cultura que muy a menudo exalta las apariencias y el éxito, la autonomía y un falso concepto de libertad individual! Por el contrario, ¡cuánta necesidad hay de recuperar el valor de la sencillez y de la obediencia, del respeto y de la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios!
2. San José vivió al servicio de su Esposa y del Hijo de Dios; así, se convirtió para los creyentes en un testimonio elocuente de que "reinar" es "servir". Para aprender una útil lección de vida pueden contemplarlo en especial quienes en la familia, en la escuela y en la Iglesia tienen la tarea de ser "padres" y "guías". Pienso, sobre todo, en los padres, que precisamente en el día dedicado a san José celebran su fiesta. Pienso también en cuantos Dios ha puesto en la Iglesia para que ejerzan una paternidad espiritual. Y, entre estos, permitidme que recuerde a los nueve obispos que mañana, en la basílica de San Pedro, tendré la alegría de ordenar. Os pido que recéis por ellos y por todos los pastores de la Iglesia.
San José, a quien el pueblo cristiano invoca con confianza, guíe siempre los pasos de la familia de Dios y ayude de manera muy singular a los que desempeñan el papel de la paternidad, tanto física como espiritual. Que acompañe nuestra invocación e interceda por nosotros María, Esposa virginal de José y Madre del Redentor.
Después del Ángelus
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular al grupo de la parroquia de San Miguel y San Sebastián, de Valencia.
Os aliento a continuar en el camino de la radical conversión al Evangelio, para poder dar frutos pascuales en abundancia. Que Dios os bendiga.
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