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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 21 de octubre de 1999

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Se celebra hoy la Jornada mundial de las misiones, instituida hace setenta y cinco años por el Papa Pío XI. Recuerda a todo el pueblo de Dios la permanente actualidad de la misión que Cristo confió a su Iglesia: anunciar el Evangelio a todas las naciones (cf. Mt 28, 19). Si consideramos la inmensa porción de la humanidad que, al inicio del tercer milenio, aún no conoce o no reconoce a Cristo, este mandato cobra una urgencia especial. Por tanto, la misión ad gentes, a todos los pueblos, hoy es más importante que nunca.

Por desgracia, hoy no faltan situaciones amenazadoras, que angustian a toda la humanidad. Con profunda tristeza recibo dolorosas y preocupantes noticias de Belén, así como de las ciudades de Beit Jala y Beit Sahour. La guerra y la muerte han llegado incluso a la plaza de la basílica de la Natividad de Nuestro Señor. En nombre de Dios, repito una vez más: la violencia es para todos sólo un camino de muerte y destrucción, que deshonra la santidad de Dios y la dignidad del hombre.

Expreso a las familias víctimas de la violencia mi cercanía en el dolor, en la oración y en la esperanza. Tienen el don de vivir en la Tierra que es santa para judíos, cristianos y musulmanes. Todos deben esforzarse por transformarla finalmente en tierra de paz y fraternidad.

2. A los impulsos negativos que se manifiestan en el mundo la Iglesia responde reforzando su compromiso de anunciar a Cristo, esperanza del hombre y esperanza del mundo.

En esta misión de esperanza, las familias desempeñan un papel fundamental. En efecto, la familia anuncia el evangelio de la esperanza con su misma constitución, porque se basa en la confianza recíproca y en la fe en la Providencia. La familia anuncia la esperanza, porque es el lugar donde surge y crece la vida, en el ejercicio generoso y responsable de la paternidad y la maternidad. Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena nueva" para el mundo.

Por lo demás, en nuestro tiempo son cada vez más las familias que colaboran activamente en la evangelización, en su parroquia y en su diócesis, o también compartiendo la misma misión ad gentes. Sí, queridas familias, en la Iglesia ha llegado la hora de la familia, que es también la hora de la familia misionera. Lo confirma la beatificación del matrimonio Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, que acabamos de celebrar. A su intercesión, unida a la de María santísima, encomendamos de modo particular el compromiso misionero de las familias cristianas.

3. Lo hacemos ante la venerada imagen de la Virgen de Loreto, que ayer y hoy ha estado en medio de nosotros, ayudándonos a percibir de manera más concreta la presencia maternal de María y a revivir el espíritu de la Sagrada Familia de Nazaret. Con este mismo espíritu recemos ahora la plegaria del Ángelus.

 



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