JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 18 de noviembre de 2001
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. El escenario internacional sigue estando turbado por preocupantes tensiones. No podemos por menos de recordar los graves sufrimientos que han afligido y afligen aún a tantos hermanos y hermanas nuestros en el mundo: miles de víctimas inocentes en los gravísimos atentados del pasado 11 de septiembre; innumerables personas obligadas a abandonar sus hogares para afrontar un destino desconocido y a veces la muerte cruenta; mujeres, ancianos y niños expuestos al riesgo de morir de frío y hambre.
En una situación que se ha vuelto dramática a causa de la amenaza siempre inminente del terrorismo sentimos la exigencia de elevar nuestra oración a Dios. Cuanto más insuperables parecen las dificultades y oscuras las perspectivas, tanto más insistente debe ser nuestra plegaria para implorar de Dios el don de la comprensión recíproca, la concordia y la paz.
2. Sabemos que la oración cobra fuerza si va acompañada por el ayuno y la limosna. Lo enseña ya el Antiguo Testamento, y los cristianos, desde los primeros siglos, han acogido esta lección y la han aplicado, particularmente en los tiempos de Adviento y Cuaresma. Por su parte, los fieles del islam acaban de iniciar el Ramadán, mes consagrado al ayuno y a la oración. Los cristianos, dentro de poco, en el Adviento, comenzaremos a prepararnos, con la oración, para la celebración de la Navidad, día del nacimiento del "Príncipe de la paz".
En este tiempo oportuno pido a los católicos que el próximo 14 de diciembre se viva como día de ayuno, durante el cual se ruegue a Dios con fervor para que conceda al mundo una paz estable, fundada en la justicia, y haga que se encuentren soluciones adecuadas para los numerosos conflictos que afligen al mundo. Aquello de lo que nos privaremos en el ayuno podrá ponerse a disposición de los pobres, en particular de quienes sufren en este momento las consecuencias del terrorismo y de la guerra.
Quisiera anunciar, además, que tengo la intención de invitar a los representantes de las religiones del mundo a acudir a Asís el 24 de enero de 2002 para orar por la superación de las contraposiciones y por la promoción de la auténtica paz. Queremos reunirnos, especialmente los cristianos y los musulmanes, para proclamar ante el mundo que la religión no debe convertirse jamás en causa de conflicto, de odio y de violencia. Quien de verdad acoge la palabra de Dios, bueno y misericordioso, debe excluir de su corazón toda forma de rencor y enemistad. En este momento histórico la humanidad necesita ver gestos de paz y escuchar palabras de esperanza.
Como dije hace quince años, anunciando el encuentro de oración por la paz que se celebró en Asís en octubre de ese mismo año: "Es urgente que una invocación coral se eleve con insistencia desde la tierra hasta el cielo para implorar del Omnipotente —en cuyas manos está el destino del mundo— el gran don de la paz, presupuesto necesario para todo empeño serio al servicio del verdadero progreso de la humanidad" (Ángelus del 6 de abril de 1986: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de abril de 1986, p. 24).
3. Encomiendo desde ahora estas iniciativas a la intercesión materna de María santísima, pidiéndole que sostenga nuestros esfuerzos y los de toda la humanidad por el camino de la paz.
A ti, Reina de la paz, te pedimos que nos ayudes a responder con la fuerza de la verdad y del amor a los nuevos y formidables desafíos del momento actual. Ayúdanos a superar también este momento difícil, que turba la serenidad de tantas personas, y a comprometernos sin titubeos a construir, cada día y en todos los ambientes, una auténtica cultura de la paz.
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