JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo de Ramos, 13 de abril de 2003
XVIII Jornada Mundial de la Juventud
Antes de concluir esta solemne celebración, os saludo a todos vosotros, amadísimos jóvenes, que habéis participado en ella.
Dentro de pocos momentos, una delegación de jóvenes canadienses entregará la Cruz a un grupo de coetáneos, representantes de las diócesis de Alemania. Es un gesto importante, que se sitúa en el camino de preparación para el Encuentro mundial de Colonia en 2005.
Entregué esta cruz a los jóvenes en el Año santo de 1984. Al final de cada peregrinación, es acogida en el Centro juvenil San Lorenzo, que celebra este año el vigésimo aniversario de fundación. Agradezco al cardenal Stafford, presidente del Consejo pontificio para los laicos, y a sus colaboradores, el gran interés con que cuidan de ese Centro, así como a los movimientos, las asociaciones y las comunidades que contribuyen a su animación, coordinados por la Comunidad del Emmanuel.
Ahora la Cruz reanuda su peregrinación: primero atravesará varios países de Europa central y oriental; después, a partir del domingo de Ramos del año que viene, visitará las diócesis de Alemania, hasta llegar a Colonia.
A la delegación que ha venido de Alemania le entrego hoy también el icono de María. De ahora en adelante, juntamente con la Cruz, este icono acompañará las Jornadas mundiales de la juventud. Será signo de la presencia materna de María junto a los jóvenes, llamados, como el apóstol san Juan, a acogerla en su vida.
Os saludo con alegría, queridos jóvenes canadienses, acompañados por el cardenal Aloysius Ambrozic, arzobispo de Toronto, recordando con emoción vuestra acogida. Habéis recibido la Cruz en vuestro país. Al contemplarla, habéis descubierto el amor de Dios a vosotros. Reavivad sin cesar esta experiencia espiritual para vivir de ella, para contribuir a la edificación de la Iglesia en Canadá y para ser testigos del Resucitado en medio de todos los jóvenes... Ojalá que el espíritu de Toronto permanezca siempre vivo en vuestro corazón y dé abundantes frutos en vuestra vida.
Saludo cordialmente a la delegación de jóvenes de Alemania. Queridos representantes de los jóvenes católicos, guiados por el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, y por el cardenal Karl Lehmann, obispo de Maguncia, habéis venido en peregrinación a Roma para recibir la Cruz de la Jornada mundial de la juventud. Os exhorto, queridos jóvenes hermanos y hermanas, a contemplar esta cruz y acercaros a ella, para que conozcáis con qué amor tan maravilloso nos ha amado el Señor y os entreguéis con alegría a su obra de renovación de los corazones.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que han participado en la liturgia del domingo de Ramos, especialmente a los jóvenes. Os exhorto a acoger en vuestros corazones a María, la Madre del Señor y Madre nuestra. Que con ella, contemplando a Cristo con el rezo del rosario, caminéis alegres y esperanzados hacia la próxima Jornada mundial de la juventud en Colonia, Alemania. ¡Que Dios os bendiga!
Saludo también a los jóvenes que han venido de Polonia. La cruz de Cristo os indique el camino en la vida, en las opciones a veces difíciles de la vida, y que la Madre santísima sea para vosotros el modelo del amor hermoso.
Encomendamos a la Madre celestial las esperanzas y el futuro de los jóvenes de todo el mundo.
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