JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 25 de abril de 1990
1. "Este es el día que hizo el Señor, exultemos y gocémonos en él" (Sal 117/118, 24).
La Iglesia expresa el gozo de la Pascua de Cristo durante toda la octava de la Resurrección. El gozo de la Resurrección del Señor fue también el hilo conductor de mi visita a Praga, Velehrad y Bratislava, el sábado y el Domingo in Albis, que cierran la octava pascual, el "día que hizo el Señor".
El gozo de esta visita papal se puede asemejar al gozo de las mujeres que fueron al Sepulcro al alba, vieron la piedra retirada, y escucharon las palabras: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado" (cf. Jn 24, 5-6).
2. Cuando, en el año 1979, ya siendo Obispo de Roma, me fue posible visitar por primera vez Gniezno, la cuna del cristianismo en mi patria, pensé en la vecina tierra checa, de donde nos llegó el cristianismo el año 966. Nuestros vecinos hermanos del sur ―los checos y los eslovacos― en varias ocasiones han recordado ese acontecimiento, invitando al Papa visitar su país. Pero, durante estos once años, la visita no fue posible. La piedra del sepulcro cerraba herméticamente la entrada a la Iglesia que está en Bohemia, Moravia y Eslovaquia. El sistema de ateísmo político y de la programada opresión de la Iglesia en Checoslovaquia era especialmente impenetrable. Los múltiples esfuerzos de la Santa Sede para asegurar al menos el mínimo de la libertad religiosa fueron continuamente rechazados. Durante estos cuarenta años se llegó al punto de que sólo poquísimas sedes episcopales pudieron contar con su pastor. Se intentó someter toda la vida de la Iglesia al programa del Estado marxista. Pero, aun en condiciones sumamente difíciles, la Iglesia, como la comunidad de los creyentes, conservó su vitalidad e incluso, bajo muchos aspectos, se regeneró espiritualmente.
Esta regeneración corrió pareja con los esfuerzos de los ambientes sociales, especialmente de los representantes de la cultura quienes, a precio de grandes sacrificios, no se cansaron de presentar demandas al poder totalitario. Estas demandas, en los últimos años, se juntaron con la voz del anciano cardenal Frantisek Tomasek, quien defendió los justos derechos de la Iglesia y de la sociedad.
3. La canonización de santa Inés de Bohemia, el 12 de noviembre del año pasado, fue como el anuncio de los acontecimientos que han llevado a la realización de esas demandas. Durante las últimas semanas del 1989 tuvieron lugar cambios fundamentales en la vida social de Checoslovaquia, y el nuevo Gobierno tomó posición acerca de los derechos de la persona y de la sociedad en ese Estado soberano, que es la Federación de las naciones checa y eslovaca.
Cuando, inmediatamente después de esos cambios, el Presidente Vaclav Havel me dirigió la invitación para visitar Checoslovaquia, percibí en esa invitación la voz que, desde hacía muchos años, habíamos esperado juntos: la invitación de la Iglesia ya muchas veces manifestada por el cardenal Tomasek y renovada en la nueva situación.
El año 1985, al cumplirse once siglos de la misión apostólica de los santos Cirilo y Metodio, pude visitar la tumba de san Cirilo en Roma, pero no me fue posible acudir a Velehrad donde san Metodio se halla sepultado.
La actual invitación abrió, tras muchos años, el camino a la visita a aquel lugar que representa una de las etapas clave en la historia del cristianismo europeo Ese lugar es el inicio de la entrada de los eslavos en la Iglesia y, al mismo tiempo el comienzo de esta parte de la cultura europea, representada por las naciones eslavas.
4. Los días 21 y 22 de abril ―la conclusión de la octava de Pascua, en Praga, Velehrad y Bratislava― estuvieron marcados de forma especialmente elocuente por el espíritu religioso del sábado y del Domingo in Albis. Deseo dar las gracias a todos aquellos que, tanto por parte de las autoridades del Estado, como evidentemente por parte de la Iglesia, han contribuido a hacernos vivir este día "que hizo el Señor" en la tierra de Bohemia, Moravia y Eslovaquia.
Cada una de estas etapas ha tenido su expresión característica propia, de la misma manera que es propia la historia de las naciones y de la Iglesia presente en esta nación desde hace siglos. El centro lo ocupó la eucaristía celebrada en los tres lugares clave. La eucaristía es acción de gracias, y el carácter de esta breve visita fue, principalmente, el de la acción de gracias. Celebré la eucaristía juntamente con los obispos y sacerdotes. Gran parte de estos obispos, que sólo desde hace poco han podido instalarse en las sedes abandonadas por mucho tiempo, afronta la actividad apostólica en condiciones a menudo difíciles. Sin embargo, este esfuerzo será compensado por la victoria, que es nuestra fe, según las palabras del Apóstol san Juan (1 Jn 5, 4).
El programa decenal de preparación al milenio del martirio de san Adalberto será ciertamente el punto de referencia de este trabajo para la Iglesia, y asimismo para la sociedad, pues también la sociedad tiene necesidad de una renovación espiritual que confirme el primado de los valores humanos. Se trata de una vida en la verdad, que es la única que libera realmente. Se trata de un justo sistema social y cívico, de una verdadera democracia.
Para esta renovación es importante la misma dimensión ecuménica, sobre la que tuve oportunidad de atraer la atención durante mi encuentro con los representantes de la cultura y también con todas las confesiones cristianas en el Castillo real del Praga. En este encuentro tomaron parte también los representantes de la juventud universitaria que en los últimos acontecimientos han desempeñado un papel importante.
5. En Velehrad son pocos los recuerdos de los tiempos de Cirilo y Metodio. Aquella fue la época del Estado de la Gran Moravia que poco después cayó, y sobre cuyas ruinas la dinastía de los Premislides construyó el reino de Bohemia y el margraviato de Moravia.
Con todo, Velehrad sigue siendo, para la historia de la Iglesia y de los pueblos eslavos, el lugar de un gran inicio. Al mismo tiempo, este lugar es importante para la historia de la Europa cristiana.
Este lugar me pareció el más adecuado para el anuncio de la convocación del Sínodo de los Obispos de Europa. El Sínodo tendrá como tarea ―escrutando los "signos de los tiempos", que son realmente elocuentes― definir los caminos por los que ha de caminar la Iglesia en nuestro continente con vistas a lo que conviene hacer ante el ya cercano tercer milenio del nacimiento de Cristo.
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Mi más cordial saludo se dirige a los numerosos peregrinos de América Latina y de España presentes en esta Audiencia. De modo especial saludo a los miembros de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente, de la ciudad española de Zamora, y a la peregrinación de Monterrey, México, nación que dentro de poco tendré la inmensa dicha de visitar pastoralmente. A nuestra Señora de Guadalupe, Reina de las Américas, encomiendo las intenciones eclesiales del viaje.
A los familiares y amigos de los diáconos de las Comunidades Neocatecumenales, que esta tarde recibirán la ordenación sacerdotal en el Colegio diocesano “ Redemptoris Mater ” me complace saludar y, al mismo tiempo, darles mi sentida enhorabuena. Me uno gustosamente a vuestra plegaria por los nuevos sacerdotes, para que sean fieles a su ministerio de anunciar la Buena Nueva de Salvación de Cristo Resucitado.
A vosotros y a todos los aquí presentes de lengua española imparto mi bendición apostólica.
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