SANTA MISA PARA UN GRUPO DEL MOVIMIENTO "COMUNIÓN Y LIBERACIÓN"
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Gruta de Lourdes de los Jardines Vaticanos
Domingo 15 de julio de 1979
1. Con profunda veneración hemos escuchado las palabras que la liturgia de la Iglesia dedica a este domingo. Ahora, conviene detenerse un poco para acoger estas palabras, es decir, adaptarlas a los corazones de los oyentes. Adaptarlas a nuestra vida. He aquí algunos pensamientos en este sentido.
2. Ante todo: ¿Qué somos nosotros, miembros de esta asamblea, oyentes de la Palabra de Dios y, dentro de poco, partícipes del Cuerpo y de la Sangre del Señor?
La pregunta "¿quién soy?" condiciona todas las demás preguntas y todas las respuestas relativas al tema "¿qué es lo que debo hacer?".
A esa primera y fundamental pregunta responde hoy San Pablo en la Carta a los efesios. Dice: Somos los elegidos por Dios en Jesucristo. "Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijo con toda bendición espiritual en los cielos; por cuanto que en El nos eligió antes de la constitución del mundo para que fuésemos santos e inmaculados ante El en caridad, y nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para la alabanza del esplendor de su gracia, que nos otorgó gratuitamente en el amado" (Ef 1 3-6).
Esta es la respuesta que nos da hoy San Pablo a la pregunta "¿quién soy?". Y la desarrolla en las restantes palabras del mismo texto de la Carta a los efesios.
He aquí la ulterior etapa de esta respuesta:
Somos redimidos; estamos colmados por la remisión de los pecados y llenos de gracia; estamos llamados a la unión con Cristo y, luego, a unificar a todos en Cristo.
Y no es ése todavía el final de esta respuesta paulina:
Estamos llamados a existir para gloria de la Majestad divina; participamos en la palabra de la verdad, en el Evangelio de la salvación; estamos marcados con el sello del Espíritu Santo; somos partícipes de la herencia, en espera de la completa redención, que nos hará propiedad de Dios.
3. Tal es la respuesta paulina a nuestra pregunta. Hay mucho que meditar en ella. Perdonad si yo me limito solamente a insinuar algo.
El eco de las palabras de la Carta a los efesios no puede quedarse en los límites de una lectura, no basta escuchar una sola vez. Deben permanecer en nosotros. Deben seguir con nosotros. Son palabras para toda una vida. A medida de eternidad.
Bueno sería que pudiesen seguir sonando en cada uno de vosotros durante estas semanas y meses de descanso de vacaciones. A cualquier cosa que os dediquéis, ya sea a una tarea temporal... ya sea a un trabajo apostólico... o quizá, como ya habéis hecho alguna vez, a peregrinar desde Varsovia hasta Jasna Góra...
Que os acompañen esas palabras. La respuesta a la pregunta "¿quién soy?", "¿quiénes somos?".
Que plasmen y formen vuestra personalidad, ya que estamos injertos, desde la misma raíz, en la dimensión del misterio que Cristo ha inscrito en la vida de cada uno de nosotros.
El sacrificio en que participamos, la Santa Misa, nos da también cada vez la respuesta a esa pregunta fundamental: "¿quiénes somos?".
4. ¿Qué debemos hacer?
Quizá la respuesta a esta segunda pregunta no surge, de la liturgia de la Palabra divina de hoy, con la misma fuerza de la referente a la pregunta "¿quiénes somos?". Pero también es una respuesta fuerte y decisiva. Dios dice a Amós: "Ve a profetizar a mi pueblo, Israel" (Am 7, 15).
Cristo llama a los Doce y comienza a enviarles de dos en dos (cf. Mc 6, 7). Y les ordena que entren en todas las casas y de ese modo den testimonio. El Concilio Vaticano II ha recordado que todos los cristianos, no sólo los eclesiásticos, sino también los laicos, forman parte de la misión profética de Cristo. No hay duda alguna, por tanto, respecto a "qué es lo que debemos hacer".
5. Sigue siendo siempre actual, la pregunta ¿cómo debemos hacerlo? Me alegro de que a esta pregunta busquéis una respuesta, tanto cada uno de vosotros individualmente, como juntos con toda vuestra comunidad. Quien busca esa respuesta, la encuentra en el momento oportuno.
El salmo responsorial de hoy nos asegura que "la misericordia y la verdad se encontrarán..."
"La verdad florecerá sobre la tierra". Sí; la verdad debe florecer en cada uno de nosotros; en cada corazón. Sed fieles a la verdad.
Fieles a vuestra vocación.
Fieles a vuestro compromiso.
Fieles a vuestra opción.
Sed fieles a Cristo, que libera y une (Comunión y Liberación).
6. Para terminar, formulo fervientes votos para cada uno de vosotros y para todos.
Como un rayo de luz de la liturgia de hoy: a fin de que el Señor Nuestro, Jesucristo, penetre en nuestros corazones con su propia luz y nos haga comprender cuál es la esperanza de nuestra vocación (cf. Ef 1, 17-18).
Que se realice este deseo por intercesión de la Virgen, ante la cual hemos meditado la Palabra divina de la liturgia de hoy, para poder continuar celebrando el sacrificio eucarístico.
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