CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
EN EL INSTITUTO INTERNACIONAL MISIONERO DE CATEQUESIS
«MATER ECCLESIAE»
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Castelgandolfo
Viernes 12 de septiembre de 1980
Me siento particularmente contento de celebrar esta mañana la Santa Misa con vosotros, queridísimos catequistas. Sé que estáis distribuidos en tres grupos. Entre vosotros se hallan los de Propaganda Pide procedentes de varios países del mundo; después, el grupo más cercano, el de la parroquia de Castelgandolfo; y en fin, el grupo de la archidiócesis de Florencia.
Saludo a todos con afecto profundo y también con emoción, porque no puedo dejar de acordarme del encuentro con los catequistas durante mi viaje pastoral a África, en Kumasi, Ghana. Un mismo vínculo de fe y amor os une a aquellos hermanos lejanos, y al igual que ellos y con ellos, sois muy queridos para mí.
Hijos amadísimos: Sabed que la Iglesia y de modo particular el Papa cuentan mucho con vosotros. Pues estáis injertados en la estructura que sostiene la evangelización, que es el factor primero y fundamental para dar a conocer a Jesucristo al mundo. Hemos oído exclamar a San Pablo en la primera lectura: "¡Ay de mí si no evangelizara!" (1 Cor 9, 16). El anuncio oral es el medio esencial de la misión cristiana; y es el mismo Apóstol quien nos recuerda un principio primario del cristianismo: "La fe es por la predicación" (Rom 10, 17). Pero, "¿cómo creerán sin haber oído de El? Y, ¿cómo oirán si nadie les predica?" (ib., 10, 14). Desde aquí se puede medir el alcance e importancia de vuestra tarea. Es tarea de la que la Iglesia no puede prescindir, porque se juega en ella no sólo la madurez, sino la misma identidad cristiana. En efecto, esta tarea, según escribí en la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, "persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de Nuestro Señor Jesucristo" (núm. 19).
Pero estoy seguro de que son cosas muy conocidas ya para vosotros. Mi palabra pasa a ser, por tanto, aliento paterno en el desempeño celoso e inteligente de vuestra valiosísima actividad. Cultivad primero en vosotros y vivid esa fe cuyo contenido transmitís a los demás; y también tened siempre un sentido radical y responsable de pertenencia a la Iglesia.
Sea esta Santa Misa que estamos celebrando, ocasión propicia para pedir al Señor gracias copiosas y fecundas. Sea El quien os ilumine, dirija y sostenga. Y sea asimismo El quien os conceda la recompensa verdadera prometida a quien se hace ministro fiel de la palabra. Así sea.
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