VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA
DE NUESTRA SEÑORA DEL SUFRAGIO Y SAN AGUSTÍN DE CANTERBURY
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 1 de abril de 2001
1. "El Señor ha estado grande con nosotros" (Sal 126, 3). Estas palabras, que hemos repetido como estribillo del Salmo responsorial, constituyen una hermosa síntesis de los temas bíblicos que propone este quinto domingo de Cuaresma. Ya en la primera lectura, tomada del llamado "Deutero-Isaías", el anónimo profeta del exilio babilónico anuncia la salvación preparada por Dios para su pueblo. La salida de Babilonia y el regreso a la patria serán como un nuevo y mayor Éxodo.
En aquella ocasión Dios había liberado a los judíos de la esclavitud de Egipto, superando el obstáculo del mar; ahora guía a su pueblo a la tierra prometida, abriendo en el desierto un camino seguro: "Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo" (Is 43, 19).
"Algo nuevo": los cristianos sabemos que el Antiguo Testamento, cuando habla de "realidades nuevas", se refiere en última instancia a la verdadera gran "novedad" de la historia: Cristo, que vino al mundo para liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado, del mal y de la muerte.
2. "Mujer, (...) ¿ninguno te ha condenado? (...) Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más" (Jn 8, 10-11). Jesús es novedad de vida para el que le abre el corazón y, reconociendo su pecado, acoge su misericordia, que salva. En esta página evangélica, el Señor ofrece su don de amor a la adúltera, a la que ha perdonado y devuelto su plena dignidad humana y espiritual. Lo ofrece también a sus acusadores, pero su corazón permanece cerrado e impermeable.
Aquí el Señor nos invita a meditar en la paradoja que supone rechazar su amor misericordioso. Es como si ya comenzara el proceso contra Jesús, que reviviremos dentro de pocos días en los acontecimientos de la Pasión: ese proceso desembocará en su injusta condena a muerte en la cruz. Por una parte, el amor redentor de Cristo, ofrecido gratuitamente a todos; por otra, la cerrazón de quien, impulsado por la envidia, busca una razón para matarlo. Acusado incluso de ir contra la ley, Jesús es "puesto a prueba": si absuelve a la mujer sorprendida en flagrante adulterio, se dirá que ha transgredido los preceptos de Moisés; si la condena, se dirá que ha sido incoherente con el mensaje de misericordia dirigido a los pecadores.
Pero Jesús no cae en la trampa. Con su silencio, invita a cada uno a reflexionar en sí mismo. Por un lado, invita a la mujer a reconocer la culpa cometida; por otro, invita a sus acusadores a no substraerse al examen de conciencia: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra" (Jn 8, 7).
Ciertamente, la situación de la mujer es grave. Pero precisamente de ese hecho brota el mensaje: cualquiera que sea la condición en la que uno se encuentre, siempre le será posible abrirse a la conversión y recibir el perdón de sus pecados. "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más" (Jn 8, 11). En el Calvario, con el sacrificio supremo de su vida, el Mesías confirmará a todo hombre y a toda mujer el don infinito del perdón y de la misericordia de Dios.
3. Amadísimos hermanos y hermanas, me alegra estar hoy aquí con vosotros, en vuestra parroquia, fundada recientemente. Surgida de la fusión de las parroquias de Nuestra Señora del Sufragio y de San Agustín de Canterbury, fue consagrada hace dos años por el cardenal vicario, al que saludo con afecto. Saludo, asimismo, a monseñor Nosiglia, vicegerente, a vuestro querido párroco, don Giulio Ramiccia, y a los sacerdotes que colaboran con él. Doy las gracias de corazón a cuantos me han dado la bienvenida en vuestro nombre, al comienzo de la santa misa.
Saludo y expreso mi gratitud a las religiosas que viven y trabajan en este territorio: Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio, Hijas del Sagrado Corazón, religiosas de la Congregación de la Madre del Carmelo, hermanas Hospitalarias de la Misericordia y Comunidad Adsis. Abrazo con afecto a las personas hospedadas en los centros de asistencia presentes en el ámbito parroquial, y a los que les prestan su servicio diariamente. Saludo a los miembros del consejo pastoral y a los del consejo para los asuntos económicos, así como a los componentes de los diversos grupos y asociaciones de vuestra comunidad. Os saludo a vosotros, niños, muchachos y muchachas, y a todos los presentes. Extiendo mi saludo a los habitantes de todo el barrio de Torre Maura.
4. Realizo esta visita en el domingo que nuestra diócesis dedica de modo particular al testimonio de la caridad. En vuestra parroquia, como en otras zonas de la periferia de la ciudad, no faltan situaciones negativas: la drogadicción, la usura, la prostitución, el malestar juvenil, el desempleo y la no siempre fácil integración de los inmigrantes.
En esos frentes vuestra comunidad es muy activa, y trata de dar respuestas concretas a quien vive en graves dificultades. Queridos hermanos, en este tiempo de Cuaresma intensificad vuestra atención a los necesitados. Juntamente con el ayuno y la oración, la caridad es uno de los elementos característicos del itinerario cuaresmal. Por eso, difundid cada vez más el bien, y haced que vuestra atención a los "últimos" sea uno de los ejes de vuestra acción pastoral.
Con todos los medios posibles, ayudad a los habitantes de vuestra zona a descubrir que Cristo y su Evangelio responden a las necesidades reales del hombre y de la familia. Que este espíritu anime la iniciativa de las visitas a las familias, que comenzó con ocasión de la Misión ciudadana y ahora estáis prosiguiendo oportunamente.
Pienso ahora, con especial afecto, en vosotros, queridos jóvenes, que fuisteis los protagonistas de la pasada Jornada mundial de la juventud, en el corazón del gran jubileo. Sé que habéis acogido, en el ámbito de la parroquia, a cerca de mil quinientos jóvenes procedentes de diversas partes del mundo. Me congratulo con vosotros por todo lo que hicisteis con espíritu de abnegación, dando también a los adultos un testimonio de buena voluntad. Seguid influyendo en la comunidad con vuestra fidelidad evangélica para que, gracias a vosotros, muchos de vuestros coetáneos puedan encontrarse con Jesús. Os espero el próximo jueves, junto con todos los jóvenes de Roma, en la plaza de San Pedro, a fin de prepararnos para celebrar la Jornada mundial de la juventud que, como sabéis, será el domingo próximo, domingo de Ramos.
5. "Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Flp 3, 8). ¡Conocer a Cristo! En este último tramo del itinerario cuaresmal nos sentimos más estimulados aún por la liturgia a profundizar nuestro conocimiento de Jesús y a contemplar su rostro doliente y misericordioso, preparándonos para experimentar el resplandor de su resurrección. No podemos quedarnos en la superficie. Es necesario hacer una experiencia personal y profunda de la riqueza del amor de Cristo. Sólo así, como afirma el Apóstol, llegaremos a "conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos" (Flp 3, 10-11).
Como san Pablo, todo cristiano está en camino; la Iglesia está en camino. Queridos hermanos y hermanas, no nos detengamos ni reduzcamos el paso. Al contrario, dirijámonos con todas nuestras fuerzas hacia la meta a la que Dios nos llama. Corramos hacia la Pascua ya cercana. Nos guíe y nos acompañe con su protección María, la Virgen del Camino. Ella, la Virgen que veneráis aquí como "Nuestra Señora del Sufragio", interceda por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte, de nuestro encuentro supremo con Cristo. Amén.
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