CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE Y A LOS DELEGADOS
DE LA 90 ASAMBLEA DE LA ALIANZA INTERNACIONAL DEL TURISMO
Mi visita pastoral a la nación austriaca coincide con la 90ª asamblea general de la Alianza Internacional del Turismo, que se está celebrando en Viena, y me produce gran alegría brindaros mis buenos deseos en esta ocasión.
En la Alianza Internacional del Turismo, vosotros ofrecéis vuestro servicio a millones de personas implicadas en el turismo y en viajes. Como organización no gubernamental, dentro de la comunidad internacional, trabajáis por los intereses generales de la humanidad en importantes aspectos de la vida diaria, tales como la seguridad vial, la educación, la salud y el ambiente.
El turismo hace posible que personas de diferentes culturas, religiones y razas se encuentren e intercambien ideas para un mutuo enriquecimiento. Les ayuda también a conocer mejor a los demás y a apreciar su mutua interdependencia, estrechando con ello vínculos de solidaridad que son el fundamento sobre el que puede ser construida la paz real y el auténtico desarrollo humano (cf. Sollicitudo rei socialis, n. 38-39). Por lo tanto, quisiera animaros, en vuestros intercambios como individuos y grupos, a que busquéis esas soluciones que faciliten el encuentro de los pueblos y alienten un verdadero diálogo.
Un interés especial suscita un sector de vuestra organización, llamado «Actividades al aire libre», que dedica su atención a fenómenos como el turismo en bicicleta, los grupos de paseo y las actividades juveniles. Mi experiencia personal me ha mostrado cuán provechosas pueden ser estas actividades. Ellas no comportan el gasto de grandes sumas de dinero, al contrario, facilitan a las personas el contacto con la belleza de la naturaleza, de forma que aprecien el ambiente natural que ha sido confiado a toda la humanidad como una preciosa ‘herencia’. Dichas actividades proporcionan también una oportunidad para el crecimiento personal y para el fortalecimiento de la amistad.
Una organización influyente, como la vuestra, manifiesta el saludable carácter de su dinamismo cuando muestra solicitud por los derechos de todos los individuos, especialmente de los más débiles en la sociedad. Por esta razón me complace escuchar que os proponéis incluir en el reglamento y plan público de acción que ha de guiar las actividades de vuestros clubs miembros, algunas resoluciones contra la explotación de las personas y en favor del pleno respeto de los derechos humanos básicos de todos.
Vuestra organización ha sobrevivido a dos guerras mundiales y a muchas otras desgracias que han sacudido y dividido a la humanidad. En este período de la historia, vuestros objetivos y propósitos dan respuesta a las necesidades de un creciente número de nuestros contemporáneos. Por todo esto, os deseo éxito en la prosecución de vuestro servicio a la gente de la sociedad de hoy tan móvil e interdependiente. Que vuestro compromiso y vuestro ánimo, con la ayuda de Dios, estén a la altura de la enorme tarea que afrontáis. Del mismo modo que cuidáis los intereses de vuestros clubs miembros, pueda vuestra visión abrazar horizontes más amplios que incluyan el bien de toda la humanidad. Ayudad a hacer de nuestro planeta, donde los lugares más distantes están hoy unidos por rápidos y eficientes medios de comunicación, un hogar cada vez más pacífico, próspero y alegre para todos sus habitantes.
*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 38, p.2.
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