MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL 350° ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO
DE SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
Al hermano
Álvaro RODRÍGUEZ ECHEVERRÍA
Superior general de los Hermanos
de las Escuelas Cristianas
1. Con ocasión del 350° aniversario del dies natalis de san Juan Bautista de la Salle, me alegra unirme a los Hermanos de las Escuelas Cristianas y a las personas que comparten el ideal lasaliano, dando gracias por el ejemplo del "patrono especial de los educadores de la infancia y de la juventud", que fundó vuestro instituto "para dar una educación cristiana a los pobres y fortalecer a la juventud en el camino de la verdad". Con el corazón rebosante de alegría ante las maravillas realizadas por los Hermanos a lo largo de la historia, os invito a "reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad" de vuestro fundador (Vita consecrata, 37), para que se afiance en cada uno de vosotros el deseo de responder con generosidad al carisma de vuestra familia religiosa.
2. En otra ocasión ya recordé el genio pedagógico de Juan Bautista de la Salle, así como la importancia de vuestra misión entre los niños y los jóvenes, sobre todo los pobres o los que pasan dificultades. Vuestro ideal, siempre actual, exige discípulos que se dejen modelar por Dios y que, llenos de entusiasmo por la educación y la evangelización, sepan proponer a la juventud la esperanza cristiana y motivos para vivir. Al ayudar a los jóvenes a descubrir la atrayente figura de vuestro fundador, los invitáis a realizar, siguiendo su ejemplo, la experiencia de un encuentro íntimo con Cristo, y les enseñáis esa "mirada del corazón hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado" (Novo millennio ineunte, 43).
3. El secreto de Juan Bautista de la Salle es la relación íntima y viva que mantuvo con el Señor en la oración diaria, fuente de la que sacó la audacia creativa que lo caracterizaba. Escuchando a Dios, recibió la luz que poco a poco le permitió discernir las urgencias de su época, para afrontarlas de manera adecuada. Impulsados por el Espíritu, "que mora en vosotros" y que "debe penetrar en las profundidades de vuestra alma" (Juan Bautista de la Salle, Meditaciones para todos los domingos del año, n. 62, 3), viviréis de modo cada vez más conforme al don recibido de vuestro fundador. Él, que exhortaba a sus Hermanos a vivir como "hombres interiores" (Explicaciones del método de oración, n. 3), nos desvela en el tesoro de sus escritos la dimensión contemplativa de su vida y, por consiguiente, también de toda vida cristiana y misionera. Siguiendo su ejemplo y renovados por su encuentro personal con Cristo, los Hermanos serán capaces de anunciar el Evangelio a los jóvenes que se les confíen y acompañarlos con delicadeza en su crecimiento humano, moral y espiritual.
4. Deseo atraer la atención de los miembros del instituto hacia la importancia del testimonio de la vida fraterna. Juan Bautista de la Salle la consideraba un medio esencial para que los Hermanos pudieran cumplir del mejor modo posible su misión de educación y evangelización. "Hay que esforzarse particularmente por estar unidos en Dios y tener un solo corazón y un solo espíritu; y lo que más debe animar es que, como dice san Juan, el que permanece en la caridad permanece en Dios y Dios permanece en él" (Meditaciones, n. 113, 3). La comunidad, llamada a manifestar el don de la fraternidad que Cristo regaló a la Iglesia, tiene el deber de "ser y mostrarse como una célula de intensa comunión fraterna, signo y estímulo para todos los bautizados" (La vida fraterna en comunidad, n. 2). Así ejerce un atractivo natural, y la alegría de vivir que brota de ella, incluso en medio de las dificultades, se convierte en un testimonio que da a la vida religiosa una gran fuerza de atracción y que es fuente de vocaciones.
5. En este marco, aliento a los Hermanos a transformar sus casas en escuelas de vida fraterna, desarrollar y promover una auténtica "espiritualidad de comunión" (Novo millennio ineunte, 43), asociando a ella a los jóvenes que se les confían y a los laicos que colaboran en su misión, y ayudando a todos a descubrir y compartir el carisma del instituto. Me alegro de las iniciativas ya realizadas, como la creación de la Red lasaliana de jóvenes, que conviene proseguir y desarrollar. De ahí nace un intercambio que permite a los bautizados descubrir y vivir plenamente su vocación específica, y a los Hermanos recordar la exigencia del "alto grado de la vida cristiana ordinaria" que es la santidad, con una "pedagogía de la santidad capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona" (ib., 31), en particular de los jóvenes.
6. "¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir! Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas" (Vita consecrata, 110). Queridos hermanos, que este aniversario renueve vuestra fidelidad a Cristo y al Evangelio. Para la familia lasaliana se abre un milenio en el que está invitada a avanzar "contando con la ayuda de Cristo" (Novo millennio ineunte, 58), que, contemplado y amado, nos llama una vez más a seguirlo.
La Virgen santísima nos acompaña a lo largo de este camino. A ella le he consagrado el tercer milenio y la he invocado como Estrella de la nueva evangelización. Que ella acompañe también a los hijos espirituales de san Juan Bautista de la Salle y les ayude a progresar en la disponibilidad y en la santidad, así como en el servicio a Cristo y a los hermanos. Encomendándoos a la intercesión de vuestro fundador y de todos los santos de vuestro instituto, imparto de corazón a todos los Hermanos la bendición apostólica, que extiendo a los jóvenes, a los miembros de vuestras comunidades educativas y a todos los que comparten el ideal lasaliano.
Vaticano, 26 de abril de 2001
JUAN PABLO II
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