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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES REUNIDOS EN CZĘSTOCHOWA (POLONIA)
CON OCASIÓN DEL 10 ANIVERSARIO
DE LA VI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

 

Queridos jóvenes amigos: 

Durante estos días os acompaño espiritualmente en vuestra peregrinación a Czestochowa, a Jasna Góra. Con devoción me arrodillo ante el icono de la Virgen Negra, junto a todos y cada uno de vosotros, y os encomiendo a su corazón materno.

Lo hago como hace diez años, cuando miles de jóvenes, procedentes de todo el mundo, del Oeste y, por primera vez, del Este, acudieron al santuario de Jasna Góra, durante la inolvidable VI Jornada mundial de la juventud, para confesar con una sola voz, desde lo más profundo de su corazón:  María, Regina Mundi! Maria, Mater Ecclesiae! Tibi adsumus! ¡María, Reina del mundo! ¡María, Madre de la Iglesia! ¡Estamos cerca de ti, nos acordamos de ti, velamos! Esta triple profesión, que encierra, por decirlo así, el misterio del cristianismo y determina toda la realidad de la vida de fe, nos ha acompañado de modo especial durante estos días. Hoy debemos volver a ella.

"Yo soy" es el nombre de Dios. Desde los tiempos de Abraham Dios no deja de revelar este nombre, que constituye el fundamento de la Alianza antigua y de la nueva. Este nombre no sólo significa la existencia eterna de Dios, sino también su presencia llena de amor, presencia al lado del hombre, en medio de sus situaciones diarias. "Yo soy" se manifestó de manera definitiva en la cruz de Cristo. "El "Yo soy" divino de la Alianza, del Misterio pascual y de la Eucaristía". Por este motivo, hace diez años los jóvenes reunidos a los pies de la Virgen de Jasna Góra alzaron la cruz en el centro de la asamblea. Querían acordarse de este "Yo soy", que encierra en sí el "yo soy" de todo hombre. Es así, porque «el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios para poder existir y decir a su Creador "yo soy". En este "yo soy" humano se contiene toda la verdad de la existencia y de la conciencia. "Yo soy" ante ti, que "Eres"».

Permitidme que recuerde las palabras que dirigí a los jóvenes durante aquel encuentro, y que hoy parecen ser más actuales aún:  "El mundo que os rodea, la civilización moderna, ha influido mucho para quitar ese "Yo soy" divino de la conciencia del hombre. Tiende a vivir como si Dios no existiera. Este es su programa. Pero, si Dios no existe, tú, hombre, ¿podrás existir de verdad

Habéis venido aquí, queridos amigos, para recuperar y confirmar profundamente esa identidad humana:  "yo soy", delante del "Yo soy" de Dios. Mirad la cruz en la que el "Yo soy" significa "Amor". ¡Mirad la cruz y no os olvidéis! Que el "estoy junto a ti" siga siendo la palabra clave de toda vuestra vida" (Discurso pronunciado en la vigilia de oración en Czestochowa, 14 de agosto de 1991, A, n. 4:  L'Osservatore  Romano,  edición en lengua española, 16 de agosto de 1991, p. 2).

"Me acuerdo de ti. El hombre está delante de Dios, permanece en su presencia mediante la acción de recordar. De tal modo, conserva las palabras y las maravillas de Dios, meditándolas en su corazón como María de Nazaret" (ib., B, n. 2). Para mantenerse viva, esta memoria debe volver continuamente a las fuentes, a las palabras y a los acontecimientos, por medio de los cuales Dios reveló y realizó su designio de salvación. ¡No hay que olvidar la verdad sobre el amor de Dios al hombre escrita en las páginas de la Biblia! Lo sabían los jóvenes hace diez años y, por eso, volvieron de Jasna Góra con el libro de la sagrada Escritura. Tomad también vosotros, jóvenes del tercer milenio, este libro sagrado; estad siempre en contacto íntimo con el Evangelio, con la palabra del Dios vivo. Conoced cada vez más a Cristo, para conoceros mejor también a vosotros mismos y comprender cuál es vuestra vocación y vuestra dignidad.

"Velo". "Velad, y orad para que no caigáis en tentación" (Mc 14, 38). ¡Cuántas veces Cristo repitió esta exhortación! "¿Qué quiere decir "velo"? Quiere decir:  me esfuerzo para ser un hombre de conciencia. No apago esta conciencia y no la deformo; llamo por su nombre al bien y al mal, no los confundo; hago crecer en mí el bien y trato de corregirme del mal, superándolo en mí mismo" (ib., C, n. 5). "Velo" quiere decir, además, veo a los demás; mis ojos y mi corazón son sensibles a sus necesidades materiales y espirituales, y con amor salgo a su encuentro.

Hace diez años, cuando los jóvenes procedentes de diversos países, ambientes y culturas, meditaron en lo que significaba la palabra "velo" en la realidad de un creyente y buscaron un modelo común de referencia, su intuición los llevó justamente hacia la Madre. En efecto, "velo" es la actitud de la madre. "Su vida y vocación se expresan en la acción de velar. Vela sobre el hombre desde los primeros instantes de su existencia" (ib., C, n. 2). Por esta razón, junto a la cruz y a la Biblia, los jóvenes pusieron otro símbolo elocuente:  el icono de la Madre de Dios. Desearon que el icono de María representara, durante la Jornada mundial de la juventud, esa particular vela materna que acompañó la llegada al mundo del Hijo de Dios y su agonía en el Gólgota, así como el nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés. Desearon que la imagen de la Madre que vela se grabara profundamente en su memoria y en su corazón, y modelara su vida. También hoy, ante el icono de Jasna Góra, contemplad los ojos de María, leed en su profundidad la perfecta pureza del corazón y una paz de la conciencia no turbada, gracias a un amor siempre fiel. Ojalá que esa mirada permanezca en vuestra alma. Que os enseñe siempre lo que quiere decir "velo".

Con el recuerdo de la fiesta de los jóvenes en Czestochowa, que vivimos hace diez años con alegría y profunda oración, os transmito, queridos amigos, mi saludo cordial, invitándoos a los futuros encuentros de la gran comunidad internacional de los jóvenes testigos de Cristo. Creo que esos encuentros modelarán la vida personal de todos y cada uno de vosotros, y contribuirán también a que el mundo en el nuevo milenio sea más humano, sereno y pacífico.

Una vez más os encomiendo a la protección de la Virgen de Jasna Góra a vosotros, a vuestros padres, a vuestros pastores y a toda la juventud polaca. Os bendigo de corazón.

Castelgandolfo, 13 de agosto de 2001

JUAN PABLO II



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