DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO ITALIANO
Canale d'Agordo
Domingo 26 de agosto de 1979
Señor Presidente:
Su presencia aquí, al comenzar mi peregrinación a la tierra natal del Papa Juan Pablo I, me honra; y sus palabras, tan cordiales y sinceras, me consuelan, porque veo en usted, de algún modo a Italia, oigo la voz de Italia, de esta querida nación que, tras la imprevista muerte del Papa Albino Luciani, se ha convertido también en mi patria, como Obispo de Roma y Primado de la Iglesia Italiana.
Por eso, le doy gracias de todo corazón y las doy también a todas las autoridades civiles, militares, escolásticas y religiosas, con los sentimientos vivos y profundos que me dicta el amor que siento hacia el pueblo italiano y la veneración hacia mi predecesor, que tan poco tiempo permaneció en la Cátedra de Pedro.
Mi peregrinación a esta tierra bendita quiere ser un encuentro espiritual con Juan Pablo I, para seguir sintiendo el influjo de su serenidad y paz interior:
— un homenaje a la fe, a la cultura a las tradiciones humanas y cristianas, a los ideales de este pueblo religioso y trabajador;
— una invitación a seguir las enseñanzas y los ejemplos, que este gran Pontífice ha dado no sólo a la Iglesia sino a la humanidad entera, y una invitación, sobre todo, a seguir su mensaje de amor.
Que nos acompañe hoy, en esta visita a sus tierras acogedoras y sugestivas y que nos acompañe especialmente durante toda la vida, aquel a quien hoy recordamos de modo tan particular y que tan profunda huella dejó en la Iglesia y en el mundo.
Señor Presidente:
Mientras renuevo una vez más mi sentido agradecimiento, deseo extender mi saludo paterno y cordial a toda Italia, e imparto la propiciadora bendición apostólica.
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