VIAJE A LA REPÚBLICA DOMINICANA,
MÉXICO Y BAHAMAS
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PUEBLO DE BAHAMAS
Nassau, jueves 1 de febrero de 1979
Os estoy agradecido por esta acogida. Es para mí una gran alegría poder detenerme en Nassau a mi vuelta a Roma, la alegría grande de encontrarme con el querido pueblo de Bahamas.
Mi primer agradecimiento va a las autoridades de esta nación joven, independiente desde hace poco. Amablemente habéis dado facilidades para mi visita, y deseo expresaros mi agradecimiento cordial por ello. Además, podéis estar seguros de mis oraciones por el cumplimiento fiel de las importantes tareas que estáis llamados a cumplir al servicio de los hombres y mujeres de esta nación.
Al encontrarme esta tarde aquí entre vosotros, se me presenta la oportunidad de manifestaros mis mejores deseos para toda la población de Bahamas. Abrigo la esperanza de que cada uno avance constantemente a lo largo del camino del progreso humano auténtico e íntegro. Ojalá todo el pueblo de estas islas, convencido profundamente de la dignidad eminente de la persona humana, contribuya con su aportación individual y singular al bien común que tiene en cuenta los derechos personales y los deberes de todos los ciudadanos
Estar con vosotros es también compartir la esperanza de que, como nación soberana dentro de la familia de las naciones, aportaréis vuestra parte propia y especial a la sociedad, es decir, ayudaréis a construir el edificio de la paz mundial sobre las sólidas columnas de la verdad y la justicia, la caridad y la libertad. Dios bendiga vuestros esfuerzos y os ayude a cumplir esta importante tarea para bien de esta generación y de las que están por venir.
En esta ocasión maravillosa quiero dirigir una palabra de particular saludo a todos los hijos e hijas de la Iglesia católica. Os digo todo mi amor en Nuestro Señor Jesucristo, y confío en que mi presencia es prueba auténtica de los lazos de fe y caridad que os vinculan a los católicos de todas las partes del mundo. Rezo para que esta solidaridad y amistad os dé fuerza y alegría, y para que seáis testimonio constante de vuestras creencias a través de la autenticidad de vuestra vida cristiana. Las palabras de Jesús son un reto continuo para todos nosotros: «Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16).
Con profundo respeto y amor fraterno deseo saludar también a todos los otros hermanos cristianos, a todos los que confiesan con nosotros que «Jesús es el Hijo de Dios» (1Jn 4, 15). Estad seguros de nuestro deseo de colaborar leal y perseverantemente para obtener de Dios la gracia de la unidad querida por Cristo el Señor. Mi expresión de amistad va asimismo a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que residen en esta región del Océano Atlántico. Cual hijos de un único Padre celestial estamos unidos en la solidaridad del amor y en el afán por impulsar hasta la plenitud, la incomparable dignidad de la persona humana.
Por tanto, en estos momentos de breve parada siento la misma esperanza que tenéis vosotros, pueblo de Bahamas, la esperanza de un futuro grande como el Océano que os rodea. Tengo el privilegio de compartir esta esperanza con vosotros y de manifestárosla ahora con la confianza de que ello os dará aliento en vuestros meritorios esfuerzos como pueblo unido. Pido a Dios que os guíe hasta el logro pleno de vuestro destino. Que El otorgue bendiciones copiosas y continuas al pueblo de Bahamas. Que socorra a los pobres, conforte a los enfermos, guíe a la juventud y conceda paz a todos los corazones. Dios bendiga a Bahamas hoy y por siempre.
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