VIAJE APOSTÓLICO A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA IGLESIA DE LA DIVINA PROVIDENCIA
Chicago, Illinois
Viernes 5 de octubre de 1979
Queridos hermanos y hermanas,
queridos amigos en Cristo:
Gracias por vuestra bienvenida.
Estoy contento de encontrarme con estos grupos que impulsan la Campaña del desarrollo humano a los que vosotros representáis aquí hoy; me gozo así-mismo en bendeciros.
Esta campaña ha dado testimonio de la presencia viva de la Iglesia en el mundo entre los más necesitados, y de su compromiso de continuar la misión de Cristo que fue enviado "para evangelizar a los pobres..., a predicar a los cautivos la libertad..., a poner en libertad a los oprimidos" (Lc 4, 18-19).
Alabo a los obispos de Estados Unidos por su sabiduría y gran corazón al instituir la Campaña del desarrollo humano hace diez años; y agradezco a toda la comunidad católica la ayuda generosa prestada a esta empresa durante dichos años.
Me han informado de que unos mil quinientos grupos y organizaciones han recibido fondos de la Campaña. Los esfuerzos encaminados a fundar empresas de auto-sostenimiento merecen alabanzas y aliento, porque de este modo se contribuye eficazmente a suprimir las causas y no simplemente los efectos de la injusticia. Los proyectos que la Campaña ha impulsado han ayudado a crear un orden social más humano y más justo, y a capacitar a muchas personas para realizar ellos mismos empresas propias. Siguen siendo en la vida de la Iglesia un testimonios del amor e interés de nuestro Señor Jesucristo.
Que Dios os dé fuerza, valentía y sabiduría para proseguir esta obra de justicia. Dios os bendiga a todos.
Queridos hermanos y hermanas de lengua española:
Me alegró mucho de encontrarme aquí, el medio de vosotros, en el curso de mi viaje, breve pero denso. por este grande y hermoso país.
Mi visita quiere ser primordialmente de índole pastoral, quiere ser una invitación a la convivencia fraterna, al desarrollo pacífico de las buenas relaciones entre los hombres y entre los pueblos. Una invitación a buscar en Cristo la fuente y la energía, para que en nuestra vida se realice la vocación de Dios como hombres y como cristianos.
Confío mucho en vuestras oraciones, especialmente en las de los niños, ancianos, enfermos y de todos aquellos que por su sufrimiento físico o moral, se acercan más a Cristo, nuestro Salvador y Redentor.
Os saludo a todos con afecto y os doy mi más cordial bendición.
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