VIAJE APOSTÓLICO A PARÍS Y LISIEUX
PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA CAPILLA DE LA ESCUELA MILITAR ANTES DE DEJAR PARÍS
Lunes 2 de junio de 1980
Queridos hermanos y hermanas:
Dentro de poco debo dejar París, y antes quiero dar las gracias a las autoridades y sobre todo a las personas que me han ayudado a vivir estos tres días en París.
Pero antes de pronunciar el discurso de despedida, es mejor dar las gracias aquí, ante el Señor, en este lugar tan bien elegido por vuestro cardenal arzobispo. Porque sólo ante El puedo deciros gracias, un gracias que tiene muchos significados, un gracias que quiere decir "el Señor os recompense". Habéis trabajado muy bien para preparar esta visita; y siento de verdad haber dado todo este trabajo a tantas personas: excusadme: soy culpable..., soy culpable. Pero hay veces en que se dice "felix culpa", y sobre todo se debe decir esta frase estando ante la Eucaristía, "felix culpa".
Ahora me debo dirigir a vuestro arzobispo, no para decirle que es culpable, sino para decirle que él, de manera especial, tiene parte en esta "felix culpa"! Debo agradeceros, hermano mío querido, arzobispo de París, esta iniciativa, por haberme invitado a vuestra capital, a vuestra Iglesia. Y pienso que debemos dar gracias al Señor que nos ha ido llevando desde el principio y nos ha concedido llegar hasta este momento, un momento de "charla". Como dice el cardenal Marty, ha sido el Señor quien ha confiado a Roma la misión de estar presente en todos los sitios, de estar presente sobre todo en París por muchas razones; y me siento feliz de haber hecho realidad —gracias a la invitación de varias Organizaciones y sobre todo a la invitación fraterna del cardenal Marty— esta presencia de Roma en París. Espero que gracias a ello, París estará todavía más presente en Roma. En agradecimiento sólo tengo para ofreceros una bendición en nombre de la Santísima Trinidad, y quisiera dárosla colegialmente con vuestro arzobispo cardenal y los otros obispos presentes... Bien, recemos el Padrenuestro. Por vuestro medio agradezco a todos los parisienses esta extraordinaria acogida. Hasta otra vez; pero pienso que si Roma está ahora presente en París y París en Roma, es inútil decirse "hasta otra vez".
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