VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE
ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON EL LAICADO CATÓLICO EN LA CATEDRAL DE TOKIO
Lunes 23 de febrero de 1981
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
1. Supone para mí una gran satisfacción tener la oportunidad de saludaros a vosotros, seglares católicos. En Japón el laicado ocupa un lugar especial en la evangelización y en todo el conjunto de la vida de la Iglesia. Esto fue así desde su comienzo. Los misioneros pudieron contar con la generosa colaboración de los seglares y se sintieron especialmente confortados por la profunda fe manifestada por los mismos. Entre los mártires que ha tenido la Iglesia en Japón, ha habido, al lado de sacerdotes y religiosos, un gran número de seglares, hombres, mujeres y niños, que no dudaron en confesar a Cristo hasta la muerte. Asimismo se dice que el motivo por el que San Francisco Javier decidió venir a Japón fue la influencia de Anjiro, un seglar japonés. Este hombre, movido por un profundo deseo de dar a conocer a Jesucristo entre sus hermanos, logró convencerle para que viniera. Prestó una valiosa ayuda al Santo y fue quien señaló que los japoneses acogerían la fe cristiana si veían que la vida de los cristianos estaba en consonancia con el mensaje que anunciaban. Es emocionante recordar aquellos comienzos, a fin de comprender la belleza y la profundidad de la misión de los seglares en la Iglesia en el momento actual."
2. Desde aquellos días, la Iglesia en Japón ha seguido firme y constante en su tarea de evangelización. El número total de católicos en esta nación es todavía muy pequeño; sin embargo, existen actualmente a lo largo de todo el país fervorosas comunidades cristianas, que con su unión dan testimonio del amor de Dios y del poder de Jesucristo. El testimonio que dan los cristianos con su vida hace creíble hoy el mensaje del Evangelio en Japón. Toda la Iglesia tiene que ser una Iglesia evangelizadora. Jesús mismo exhorta a todos los miembros de su Cuerpo a ser, en su vida diaria, la sal de la tierra y la luz del mundo. Con El os digo yo también: "Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos" (Mt 5, 16).
Por la fuerza que nace de vuestra unión con Cristo, llena de fe, de esperanza y de caridad, vosotros, los seglares de Japón, tenéis una responsabilidad particular en hacer que el Evangelio llegue a todos los niveles de la sociedad y en comunicar de palabra y de obra el mensaje y la gracia de Cristo. Como verdaderos apóstoles, buscaréis ocasiones para proclamar a Cristo entre los no creyentes y para fortalecer en la fe a los que ya creen. Sí, vuestro papel es indispensable para la vida y la misión de la Iglesia.
3. En vosotros quiero saludar a las familias cristianas de Japón, a las que el Sínodo de los Obispos llama la Iglesia doméstica. En efecto, padres e hijos forman una comunidad de amor y de mutua comprensión, donde se comparten las alegrías y las tristezas de la vida, donde se transmiten las convicciones de fe y, sobre todo, donde se da alabanza a Dios en humilde oración. Saludo a los profesionales y a los trabajadores que procuran realizar sus tareas como un servicio a la sociedad, poniendo ante ella la visión y las consideraciones éticas que ofrece la doctrina de Cristo.
Saludo a todos los hombres y mujeres que trabajan en parroquias y organizaciones, en obras de caridad y en el apostolado seglar, en la educación y en la catequesis. Saludo a las generaciones jóvenes de laicos, que pueden llevar al mundo escolar y universitario el sentido último que han descubierto para su propia vida en Jesucristo. A todos vosotros os digo: sed fíeles a vuestra misión: extender el Reino de Cristo para gloría del Padre, en la unidad del Espíritu Santo. Que María, la Madre de Jesús, os ayude a dar a conocer a su Hijo entre vuestros hermanos y hermanas a través de toda esta tierra.
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