VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE
ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON LOS REPRESENTANTES DE LAS IGLESIAS
Y COMUNIDADES CRISTIANAS NO CATÓLICAS
Nunciatura Apostólica de Tokio
Martes 24 de febrero de 1981
Queridos hermanos cristianos de Japón:
Gracias por haber venido, como representantes de vuestras Iglesias y comunidades, a este encuentro conmigo. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros" (2 Tes 3, 18).
1. El movimiento ecuménico nos ha hecho capaces de ver más claramente en estos tiempos los vínculos que unen a los cristianos, en Cristo y el Espíritu Santo, en una sola comunión aunque sea incompleta por las divisiones todavía existentes. Pero Dios en su designio de amor nos llama siempre a una unidad tan profunda y misteriosa como la que existe entre el Padre y el Hijo. Cristo mismo oró para que sus discípulos "sean uno, como nosotros somos uno" (Jn 17, 22). Hay en efecto "sólo un Señor, una fe, un bautismo" (Ef 4, 5), que reúne a todos los que han sido justificados por la fe y el bautismo y los incorpora a Cristo (cf. Unitatis redintegratio, 3).
2. Esto mismo tiene ya importantes consecuencias prácticas para las relaciones entre nuestras Iglesias y comunidades a pesar de las divisiones. Significa ante todo que nos tenemos que reconocer unos a otros en Cristo, que debemos apreciar el sentido de lo que hacemos en nuestras Iglesias y comunidades, que nos toca aceptar nuestra mutua responsabilidad de orar unos por otros y de animarnos mutuamente. Al hacerlo, comenzamos, con la gracia de Dios, a descubrir y apreciar los valores de la vida cristiana de unos y otros "sea como individuos, como comunidades o como Iglesias" (Unitatis redintegratio, 3). Esta estima es obra, decimos, de la gracia, pero también nosotros mismos debemos promoverla. A veces habrá ocasiones para una acción conjunta o complementaría al servicio del Evangelio.
3. Pero sobre todo, somos llamados a orar unos por otros, y también oportunamente a orar juntos, especialmente a fin de que sea restablecida la plena comunión entre nosotros. Tal oración es esencial para centrar nuestra atención en Jesucristo, nuestro único Señor, a quien adoramos y de quien debemos dar fiel testimonio. Porque hay todavía serías cuestiones de fe sobre las cuales no hemos llegado a un acuerdo, debemos rezar intensamente por la reconciliación y por la plena unidad que nuestro Señor quiere para su pueblo. Os quisiera animar vivamente a dedicaros a esta oración cuando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, uniéndoos así a los cristianos en el mundo entero en un gran acto de intercesión que puede abrir los corazones y las vidas al poder de reconciliación de Cristo.
4. En semejante atmósfera de oración, puede florecer el diálogo teológico, y podemos encarar así, conforme a nuestra responsabilidad ecuménica, las difíciles cuestiones que todavía nos separan. Más aún, es precisamente la oración ferviente que nos habrá de iluminar para descubrir y nos dará fuerzas para aprovechar las oportunidades que nos tocan de dar un testimonio común de Jesucristo y su Evangelio. Los cristianos de Japón todos sumados son una pequeña cantidad. Sin embargo, qué espléndida misión la vuestra: procurar ser una levadura de amor y emulación en la sociedad, a fin de mostrar con el ejemplo y proclamar con la palabra el altruismo y todos los demás valores evangélicos frente a los criterios materialistas del consumo, a fin también de acentuar la dignidad humana y el valor de cada persona contra todo aquello que en la sociedad moderna podría limitar una y otro. Con sentido de la fraternidad universal de los cristianos, poseéis ciertamente una especial' disposición para promover en vuestra propia patria una conciencia de la responsabilidad de Japón respecto de las diversas naciones y países de Asia que se encuentran en una situación menos favorecida. Particularmente en lo que toca al diálogo con gentes de otras religiones, ojalá se unan los cristianos en el fomento de los valores religiosos y humanos. En todos estos campos, en medio de las divisiones existentes, podéis ser un fermento y una simiente de salvación.
5. San Pablo suplicaba al pueblo de Corinto: "...exhortaos, tened un mismo sentir, vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz será con vosotros" (2 Cor 13, 11). Os ofrezco hoy a vosotros sus palabras como sustento de vuestros esfuerzos para aproximaros más a aquella plenitud de comunión querida por Cristo nuestro Señor. Ruego para que el pequeño grupo de cristianos japoneses pueda crecer juntamente y llegar a ser un signo viviente de esperanza para Japón y para toda Asia.
El Señor os conserve en su paz y el amor de Cristo permanezca en vuestros corazones y en vuestras casas para siempre.
* * *
Oremos:
Señor, derrama sobre nosotros la plenitud de tu misericordia, y mediante el poder de tu Espíritu remueve las divisiones entre los cristianos. Que tu Iglesia se eleve más claramente como una señal para todas las naciones, el mundo sea colmado con la luz de tu Espíritu y crea en Jesús a quien has enviado, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
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