VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN LA CASA DE LOS FRANCISCANOS CONVENTUALES
FUNDADA POR EL BEATO MAXIMILIANO KOLBE
Nagasaki, jueves 26 de febrero de 1981
1. Deseaba especialmente hacer esta corta visita a la casa fundada por un compatriota mío, el padre Maximiliano María Kolbe. Mi programa de la tarde ha comenzado hoy con una visita a la Colina de los Mártires, donde hace siglos muchos cristianos dieron testimonio de Cristo. Aquí nos viene a la memoria un mártir moderno, el Beato Maximiliano, que no dudó en dar testimonio de este amor al prójimo que Cristo presentó como el signo distintivo del cristiano. El dio su vida en el campo de concentración de Auschwitz para salvar a un hombre casado y padre de dos hijos. Entre los mártires y el padre Kolbe existe una íntima conexión, y esta conexión radica en su disposición a dar testimonio del mensaje del Evangelio.
Permitidme apuntar otra conexión que descubro hoy aquí: la conexión entre el sublime sacrificio del Beato Maximiliano y su trabajo como misionero en Nagasaki. ¿Acaso no fue la misma convicción de fe, el mismo compromiso con Cristo y el Evangelio los que le trajeron a Japón y le llevaron después a la cámara de muerte? No hubo división en su vida, ninguna incoherencia, ningún cambio de dirección, sólo la expresión del mismo amor en circunstancias diferentes.
2. Vosotros que proseguís el trabajo emprendido por él sois conscientes del celo misionero que llenó este valiente corazón. Al llegar a Japón el año 1930, quiso llevar a cabo inmediatamente en tierra japonesa lo que había descubierto como su especial misión: promover la devoción a Nuestra Señora y ser un instrumento de evangelización a través de la palabra impresa. La fundación de la "Ciudad de la Inmaculada" y la publicación del "Seibo No Kishi" formaban parte, para él, de un mismo proyecto principal: llevar a Cristo, el Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, a todos los hombres. Vosotros sabéis que sus proyectos no estaban marcados o limitados por los cálculos humanos, sino que fueron llevados a cabo con una inquebrantable confianza en la Providencia Divina. Dios no ha defraudado esta confianza. El proyecto que él comenzó aquí en esta vieja imprenta ha adquirido nuevas e insospechadas dimensiones: la fuerza alentadora que brota de su sacrificio.
3. Su misión debe ser llevada a cabo, la evangelización ha de continuar. En una nación en que los católicos son una minoría tan pequeña, no puede ponerse en duda la necesidad de usar la palabra escrita, y los demás medios de comunicación social al servicio del Evangelio. La Iglesia tiene el encargo, recibido de Cristo, de proclamar el Evangelio y llevar la salvación a todos los hombres. Así, pues, predicar la Buena Noticia con la ayuda de los poderosos medios de comunicación forma parte de su respuesta.
Pero existe además otro elemento relacionado con la evangelización en la vida del Beato Maximiliano: su devoción a María. ¿Acaso no escogió Dios, para alentarnos, venir a nosotros a través de la Virgen Inmaculada, concebida sin pecado? Desde el comienzo de su existencia no estuvo nunca bajo el poder del pecado, mientras que nosotros estamos llamados a ser purificados del pecado por la apertura de nuestros corazones al misericordioso Redentor a quien Ella trajo a este mundo. No existe mejor camino para acercarse a su Hijo que el que pasa a través de Ella.
Que sus oraciones y las de su gran servidor, el Beato Maximiliano Kolbe, sirvan para traer el Evangelio de Cristo, de un modo cada vez más efectivo, al pueblo de Japón.
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