MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PUEBLO DE BRASIL CON OCASIÓN
DE LA CAMPAÑA CUARESMAL DE LA FRATERNIDAD
Amadísimos hermanos y hermanas:
Se inaugura hoy otra Campaña de Fraternidad en Brasil. Todavía están vivas en mi espíritu con nostalgia, las imágenes —sobre todo de los queridos jóvenes— que llamaban hermano suyo al Papa cuando visitó vuestro país. Ello daba a entender que los brasileños se sienten hermanos entre sí. Pero la fraternidad es algo vivo que debe construirse continuamente. De aquí la oportunidad de esta Campaña de cuyo eslogan me sirvo para saludaros cordialmente: ¡"Salud para todos" con la gracia y la paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo!
Dirigiéndome hoy mismo a la Iglesia universal decía que "la Cuaresma es un tiempo de verdad". Un tiempo en que el cristiano está invitado especialmente a la oración, la penitencia y el ayuno, a despojarse de sí mismo y mirarse con toda verdad delante de Dios: "Recuerda hombre que eres polvo, y al polvo has de volver", dice la liturgia en este Miércoles de Ceniza.
Pero a causa de su dimensión universal el hombre, que procede de Dios y a Dios ha de volver, está llamado a algo diferente de los bienes terrenos y materiales. Por ello debe caminar por la vida en la dirección indicada por Cristo Señor con su muerte y resurrección; caminar a la luz del misterio pascual en dirección de la vida por los caminos del amor al Padre que está en los cielos, y del amor a los hermanos que tantas veces apelan a la caridad y solidaridad, al compartir fraterno, característico de un "corazón de pobre", capaz de compadecerse de los menos favorecidos: desvalidos, enfermos, marginados, ancianos...
"Salud para todos" es una frase sumamente densa de interrogantes y de problemática, un verdadero desafío estimulante a que se busquen ideales nuevos y modos nuevos de ver las realidades en un mundo que parece dar muestras de cansancio y está marcado por el egoísmo y no deja lugar a la misericordia.
La buena salud, lo sabemos, no es mera ausencia de enfermedades; es vida plenamente vivida en todas sus dimensiones personales y sociales. Al igual que su contrario, la falta de salud no es sólo presencia del dolor o del mal físico. Hay tantos hermanos nuestros enfermos que sufren por causas inevitables o evitables, parados a "la vera del camino" en espera de la misericordia del prójimo, sin la que jamás podrán superar su estado de "medio muertos"... (cf. Lc 10, 33, ss.).
A la luz de la fe todo dolor tiene sentido; puede servir incluso para completar "lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo que es la Iglesia" (cf. Col 1, 24). En cada hombre que sufre está de algún modo presente el misterio de la muerte y resurrección del Señor. No obstante, la salud es derecho y deber de todos.
En su empeño por vivir bien, con salud, todo hombre se da cuenta de sus limitaciones, caducidad, espejismos y ambigüedades; y descubre que tiene necesidad de los otros, de "misericordia" del prójimo. Y quizá se interrogue en medio de sus sufrimientos: "Y, ¿quién es mi prójimo?".
Hoy al comenzar la Cuaresma y esta Campaña de Fraternidad que se propone animarla, cada uno debe sentirse interpelado e interrogarse: y yo en mi vida y a la luz del cuadro evangélico del buen samaritano, ¿qué personaje vivo?, ¿el del afligido por la desgracia?, ¿el del caminante distraído, apresurado y desinteresado de los demás?, ¿el del "buen samaritano"?
"Y, ¿quién es mi prójimo?". Mirad, hermanos y hermanas, la respuesta está avalada por Cristo Señor: "Aquel que usa de misericordia", a semejanza del buen samaritano, a semejanza de Dios "rico en misericordia". ¡Nos llama Cristo y nos esperan nuestros hermanos!
Con deseos de "Salud para todos" os invito a pensar delante de Dios y a ser generosos en el compartir fraterno; y prometiéndoos mi oración por todos vosotros, os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
IOANNES PAULUS PP. II
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