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VIAJE APOSTÓLICO
A NIGERIA, BENÍN, GABÓN Y GUINEA ECUATORIAL

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRESIDENTE DE GABÓN
*

Miércoles 17 de febrero de 1982

 

Señor Presidente:

1. Me resulta muy grato daros las gracias aquí, en vuestra residencia, por los gestos de cortesía que prodigasteis a mi predecesor Pablo VI y a mí mismo, cuando fuisteis al Vaticano a entrevistaros con el Papa. A través de estas visitas de Vuestra Excelencia, todo Gabón testimoniaba ya su deseo de mantener relaciones cada vez más estrechas con la Santa Sede, y por eso, al dirigirme hoy a la más alta Autoridad del Estado, saludo, no sin emoción, a toda la nación gabonesa.

2. Gabón se destaca por el esfuerzo que ha querido realizar, bajo vuestro impulso, a partir de sus riquezas naturales que son grandes, para asegurar rápidamente su desarrollo económico. ¿Quién no le felicitará por ello? Es un logro considerable para su subsistencia y su progreso, para su porvenir. Hago votos por su prosperidad.

Este esfuerzo, del que se preocupan en especial el Gobierno y los diversos responsables de la vida del país, es de hecho el esfuerzo de todos los gaboneses, pues, en definitiva, la difícil tarea que exige el desarrollo para ser pleno, alcanzar a todo hombre y beneficiar al conjunto de los hombres, atañe a cada ciudadano. Semejante progreso, en efecto, está fundado no sólo en la riqueza y el trabajo sino también en otros valores, como los de la justicia social, la libertad, el sentido del bien común, de la honradez, de la solidaridad con los más desfavorecidos. Un desarrollo económico que no se apoyara en tales virtudes pondría en peligro su finalidad: la promoción de una sociedad fraternal, capaz de integrar armoniosamente las jóvenes generaciones, las diferentes etnias del país, y acoger a los extranjeros. Todo esto depende de la parte de responsabilidad que cada uno está dispuesto a asumir en la sociedad. La propia Iglesia asume la suya para recordar la necesidad de aquellos valores y aportar su contribución concreta. Es en efecto designio de Dios que el hombre, gracias a su trabajo bien dominado y a su sentido ético, vaya realizándose de día en día en el seno de sus relaciones familiares y sociales. Entonces, la adoración que ofrece al Creador según su conciencia, con su comunidad, expresa la obediencia que le debe. Yo sé que no faltan entre vosotros ejemplos de esta lograda madurez del hombre africano. Es preciso proseguir el camino, trazado, sin desmayo. ¡Y yo he venido para alentaros!

3. Una de las características de la nación es su cultura. Esta aporta al hombre, entre otras cosas, una manera de vivir, una manera de sentir con los demás. Se experimenta alegría por estar o por regresar al propio país, pues en él se experimenta la sensación de pertenecer a una gran familia. La cultura de un pueblo es lo que tiene de original, lo que le diferencia de sus vecinos, pero sin separarlo de ellos, y lo que le invita a aportar a los otros su propia contribución. La cultura africana, la de Gabón, es una de sus expresiones singulares, es un bien valioso. Ha de ser capaz de incluir las tradiciones ancestrales, en lo mejor que tienen, y no temer la novedad, sabiéndose lo bastante fuerte para seguir siendo ella misma. La cultura, sobre todo, desarrolla en cada uno de los hijos de la nación un sentimiento de orgullo que implica el respeto al otro. ¡Estad orgullosos, pues, de ser gaboneses!

4. ¿No ha sabido acaso vuestro país en estos últimos años desempeñar un papel destacado en el concierto de las naciones, y en particular en África? ¡Ojalá que vuestra acción, a pesar de los obstáculos de orden social, étnico, económico, ideológico, contribuya a aportar la paz que tanto necesita vuestro continente, a fin de que se establezca así una cooperación fructuosa entre los pueblos, respetuosa de las diferentes sensibilidades y centrada en los grandes objetivos que deben seguir siendo los del desarrollo adaptado a estos países! A esto se adhiere la Santa Sede por su parte, en el marco de su misión espiritual, favoreciendo lo más posible todo lo que se refiere a la paz, al buen entendimiento, al respeto de los derechos del hombre, al crecimiento de las naciones jóvenes,

5. Sé, y me es grato testimoniarlo aquí, que la Iglesia Católica goza, en Gabón, de libertad y de la consideración de las autoridades públicas. Es verdad que han prestado generosamente su ayuda - incluso tomando la iniciativa a veces-, las obras que tenían como objetivo instruir y educar, garantizar las mejores condiciones de salud, asistir a los mas pobres, formar en las diversas responsabilidades cívicas. La Iglesia está dispuesta a proseguir esta participación en la medida de sus posibilidades, como lo viene haciendo desde hace siglo y medio. Como ha señalado Vuestra Excelencia amable y oportunamente, la Iglesia ha contribuido ampliamente a la maduración del Gabón moderno.

Señor Presidente: la comprensión y ayuda que habéis prestado personalmente a la enseñanza católica ponen de manifiesto la estima que tenéis por esta función. La aportación de la Iglesia a la educación de la juventud constituye, efectivamente, para todos, con la garantía del respeto de la libertad de conciencia, una apertura del espíritu y del corazón de los jóvenes a los valores morales y espirituales que, como decía al principio, son de la máxima importancia. Lo mismo ocurre cuando se ofrece a la mayoría la posibilidad concreta de seguir, a través de las ondas o de la televisión, las emisiones propuestas por la Iglesia, como es el caso de Gabón. Quiero expresaros mi gratitud por ello.

Pero mi agradecimiento hacia Vos, Señor Presidente, así como a todas las autoridades públicas, se ve hoy especialmente acrecentado por la magnífica acogida que se me ha dispensado y otras facilidades puestas a mi disposición con tanta delicadeza, para que pudiera realizar en las mejores condiciones mi visita pastoral.

Que Dios bendiga a Gabón! ¡Y que Dios le conceda a Gabón y a sus dirigentes todo el bien que en este día les deseo!


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 9, p.7.

 



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