ORACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA VIRGEN DE LA PLAZA DE ESPAÑA
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
Martes 8 de diciembre de 1987
1. «Así también avanzó la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo... su unión con el Hijo» (Lumen gentium, 58).
«Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo... con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas... Pero a la vez está unida con todos los hombres» (ib. 53).
Llegando a ser «tipo de la Iglesia» (ib. 63), María «no cesa de precedernos» en el camino que es Jesucristo.
2. Releemos estas palabras de la Constitución conciliar junto a la columna de la Virgen Inmaculada de Roma, en la plaza de España.
Aquí llegan y aquí se encuentran las calles de nuestra ciudad: por este lugar pasan cada año millares de hombres, romanos y forasteros, procedentes de toda Italia y del mundo entero. Van en distintas direcciones, con la preocupación de tantos problemas, a la búsqueda de tantas metas.
Junto a la columna de la Inmaculada los caminos de los hombres, aun en su gran diversidad, se encuentran con la que a todos «precede» en la peregrinación de la fe...
¿Nos unimos nosotros a la peregrinación de la fe de la Virgen Inmaculada? ¿Vamos caminando con Ella?
Es la pregunta que la Iglesia nos hace a todos en el Año Mariano.
Y a los romanos es su Obispo quien les hace esta pregunta, aquí, junto a la columna de la Inmaculada, en la plaza de España.
3. Desde Roma los caminos se dividen en todas las direcciones, y todos conducen también a Roma.
Son los caminos, los múltiples caminos de la familia humana contemporánea, al término del segundo milenio después de Cristo.
Son también los caminos de la Iglesia. La Iglesia se encuentra en Roma, en la heredad de los Santos Apóstoles, tras las huellas de Pedro, a quien Cristo confió un servicio particular con relación a toda la Iglesia.
¡Madre nuestra! ¡Virgen Inmaculada de la plaza de España! Custodia todos estos caminos: los caminos de la Iglesia y del mundo; los caminos de la iglesia hacia el mundo y los del mundo hacia la Iglesia.
He aquí que, en tu persona la Iglesia «ha alcanzado... la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga» (Lumen gentium, 65).
Pero también en nuestra peregrinación terrestre continuamente debemos luchar «por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado» (cf. ib. 65).
Por tanto, «levantamos los ojos» a Ti (cf. ib. 65), hacia Ti, Inmaculada. hacia Ti, Madre de la Iglesia, hacia Ti, Madre de todos los hombres:
¡Estrella de nuestro Adviento! ¡Estrella matutina de la gloria perenne del hombre en Dios!
¡Acoge nuestro amor y nuestra veneración! Acepta nuestra consagración.
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