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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE CROACIA ANTE LA SANTA SEDE
*

Viernes 3 de julio de 1992

 

Señor Embajador:

1. Con alegría recibo de manos de Su Excelencia las Cartas que lo acreditan como primer Embajador de la República de Croacia ante la Santa Sede. Dentro de las relaciones de esta nación con la Sede Apostólica, esta audiencia representa un hito histórico, que quiero señalar. Los lazos del pueblo croata con la Iglesia de Roma son muy antiguos, como usted, Señor Embajador, acaba de recordar. Dado que Croacia ha recobrado su independencia, de ahora en adelante esos lazos serán más estrechos. Quisiera definir el sentido de dichos lazos, partiendo de la estima que inspiran vuestra historia y vuestra cultura, los sentimientos de amistad y respeto que albergo para con su pueblo y la comunión en la fe católica que comparte la mayoría de sus compatriotas.

Usted mismo ha recordado el camino del pueblo croata, que vive en su tierra desde hace trece siglos, su cultura y sus convicciones religiosas profundas. He sido sensible al fervor con que ha interpretado sus sentimientos y los de sus compatriotas, en este momento en que inaugura su misión. Le ruego agradezca a Su Excelencia, el Señor Franjo Tudjman, Presidente de la República de Croacia, y a los miembros del Gobierno, el mensaje amable y lleno de confianza que le han entregado para mí.

2. Los graves acontecimientos que han acompañado la proclamación y el reconocimiento de la independencia de Croacia han suscitado – como usted bien sabe – la atención de la Santa Sede, que no ha dejado de elevar su voz para pedir que callen las armas y se entable el diálogo. La Iglesia no dejará de proclamar que la defensa de los derechos de las personas y de los pueblos no puede hacerse a través de la violencia, sino exclusivamente a través del diálogo leal y perseverante. Al recibirlo hoy, expreso nuevamente mis mejores deseos para que todos los ciudadanos de su República conozcan una paz sólidamente estable.

Se trata ahora de que el pueblo croata, con su rica identidad cultural, construya su futuro sobre cimientos firmes. Sólo un Estado de derecho, en el que cada habi­tante goza del respeto de los otros, en el que cada persona ve reconocidos sus de­rechos y cada ciudadano tiene la posibilidad de expresarse libremente y de obrar para el bien común, puede asegurar la dignidad y la prosperidad de todos. Usted mismo ha recordado que la Iglesia insiste en los derechos del hombre, de las personas y de los pueblos. Lo hace a causa de su alta concepción de la naturaleza del hombre, persona amada y salvada por Dios, y de la vocación del hombre, llamado a formar una sociedad solidaria y fraterna, guiada por la preocupación de asegurar el bien de todos sus miembros. Se reconocen los derechos de las personas de modo más seguro cuando son objeto de un consenso claro y libre e inspiran una acción pública orientada hacia la prosperidad y el desarrollo psíquico, intelectual y espiritual de las personas, las familias y las comunidades.

Su nación afronta la misión de afirmar sus instituciones en ese espíritu. Nadie puede ser dejado a un lado de ese camino. Es muy importante – y la experiencia frecuentemente dolorosa de su pueblo lo testimonia – permitir que las minorías encuentren su justa colocación en el país. Es evidente que la cohesión de la sociedad no puede lograrse al precio de exclusiones, cualesquiera que sean los motivos, ni en nombre de un nacionalismo exacerbado. Se trata de la nobleza de un pueblo, que sabe convivir serenamente con otros pueblos, permaneciendo abierto y acogedor.

Señor Embajador, usted ha destacado con fuerza el deseo de Croacia de participar plenamente en la vida del continente europeo. Por su parte, la Santa Sede, desde el punto de vista que le es propio, favorece las diversas formas de cooperación e intercambio que llevan a los países de Europa hacia un mejor entendimiento. Desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se han realizado notables progresos en el sentido de la paz. La situación presente en su tierra y en su región muestra cuánto queda aún por hacer. En particular, alentamos la esperanza de que la Conferencia sobre la seguridad y la cooperación en Europa permita solucionar cada vez mejor las diferencias y promover la comprensión entre las naciones que la historia ha hecho vecinas. En este marco, las naciones que han vuelto a descubrir recientemente lo que suelo llamar su «personalidad», deberían participar de modo activo en la vida internacional y encontrar los apoyos que le son necesarios.

3. Señor Embajador, la mayoría de sus compatriotas pertenece a la Iglesia Católica, con una fidelidad que se ha confirmado a lo largo de los siglos. Al recibir al representante de Croacia, quiero dirigir también un saludo particularmente afectuoso a los católicos de ese pueblo, unidos a la Sede de Pedro, como testimonian los numerosos peregrinos con los que tengo la alegría de encontrarme en Roma.

Por su parte, la Iglesia no busca ningún privilegio, sino que quiere tener su lugar específico, también en la vida social, porque es un derecho que le había negado el régimen comunista. Se que entre vosotros los fieles se preocupan por poner al servicio de su país sus talentos, su espíritu evangélico y su sentido fraterno. Alimento la esperanza de que aporten su contribución generosa a la vida de la nación, inspirados por la fe e iluminados por los santos y los grandes testigos que han dado vida a una hermosa tradición. Las pruebas han influido enormemente en ellos en el curso de los últimos decenios. Me inclino ante todos los que han sufrido por seguir siendo fieles a las promesas de su bautismo y a su pertenencia a la Iglesia. Como ha hecho usted, también yo recuerdo con emoción la gran figura del Cardenal Alojzije Stepinac. Durante los últimos acontecimientos, las comunidades católicas han compartido los grandes sufrimientos infligidos a la población; sus iglesias y sus instituciones eclesiales han conocido muchas destrucciones; también han sabido acoger a sus hermanos y hermanas, que habían debido abandonar todo y buscar refugio. A este propósito, expreso el anhelo de que la comunidad internacional no escatime su ayuda a los numerosos refugiados, víctimas de un conflicto tan deplorable.

Estoy seguro de que los corazones de los pastores y los fieles tendrán la esperanza y la audacia necesarias para volver a construir, con la gracia de Dios, una vida eclesial orientada hacia el futuro, uniendo a todas las generaciones en la comunión querida por el Señor. Hay que recuperar siempre el tiempo de conversión y reconciliación. Aliento a sus compatriotas católicos a proseguir, a pesar de las dificultades, el diálogo con sus hermanos de las otras comunidades cristianas en un espíritu abierto y en la búsqueda paciente de la unidad entre quienes han recibido el don del mismo bautismo.

Los pastores y las autoridades del Estado me han invitado a hacer una visita pastoral a la Iglesia en Croacia. Usted ha renovado esa invitación, que corresponde a un deseo que llevo desde hace tiempo en mi corazón. Cuando las circunstancias lo permitan, espero poder hacer esa peregrinación, para confirmar a mis hermanos y hermanas croatas católicos en la fe, y reunirme con todo su pueblo en su tierra tan amada.

4. Usted comienza ahora su misión como representante de la República de Croacia ante la Santa Sede. Las relaciones diplomáticas encarnan los lazos profundos establecidos a lo largo de la historia: aliento la esperanza de que sean cada vez más estrechos y confiados. Puede estar seguro de encontrar aquí, entre mis colaboradores, el apoyo necesario. Expreso mis mejores deseos para que su actividad le depare satisfacciones, y sea fructuosa.

Invoco sobre todos los croatas la intercesión de los Santos Apóstoles eslavos Cirilo y Metodio, de San Nicolás Talevic, de San Leopoldo Bogdan Mandic, y de los demás santos que han jalonado la historia espiritual de ese pueblo. ¡Que Nuestra Señora, Reina de Croacia, les dé su apoyo materno!

De todo corazón invoco la bendición de Dios sobre usted, las autoridades de su País, sus seres queridos, sus colaboradores y sus compatriotas.


*L'Osservatore Romano. Edición Semanal en lengua española n.30 p.7 (p.455).



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