MENSAJE RADIOTELEVISIVO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
Jueves 8 de octubre de 1992
Amadísimos hermanos y hermanas:
Con el favor de la Divina Providencia, tendré el gozo de volver a visitar dentro de unos días la tierra bendita que hace cinco siglos recibió la Buena Nueva del mensaje de la salvación y quedó marcada con la Cruz de Cristo. Desde Roma, centro de la catolicidad, envío a todos, por medio de la radio y la televisión, un entrañable saludo con las palabras del Apóstol Pablo: “Que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo” (Ga 1, 3).
Mi pensamiento, lleno de estima, se dirige ya desde ahora a los Obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas, a todos los dominicanos sin distinción, hombres y mujeres, por quienes rezo cada día y a los que bendigo con gran afecto en el Señor.
Vuelvo a la República Dominicana al cumplirse ocho años de mi anterior visita con la que inauguré el período de preparación a la fecha gloriosa que ahora vamos a celebrar: el V Centenario de la llegada del Evangelio al Nuevo Mundo. En la mente y en el corazón de todos, pero especialmente de los latinoamericanos, está presente aquel 12 de octubre de 1492 cuando las naves españolas, al mando del Almirante Cristóbal Colón, arribaron a las tierras del nuevo continente, que después se llamaría América.
Con este viaje pastoral deseo, ante todo, celebrar el nacimiento de esa espléndida realidad que es la Iglesia en América. La semilla que fue sembrada hace cinco siglos ha dado frutos tan abundantes que, en la actualidad, los católicos del Nuevo Mundo representan casi la mitad de la Iglesia universal.
Por ello, mi visita, que por razones bien conocidas y ajenas a mi voluntad, se ve circunscrita a la República Dominicana, donde se fundó la primera diócesis de América, quiere también abarcar espiritualmente a todos y cada uno de los Países del continente que hace quinientos años acogió el mensaje de Jesucristo, el Evangelio de Dios. Y esta dimensión universalista, católica, viene subrayada por un acontecimiento eclesial de gran transcendencia: la celebración de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tendré la dicha de inaugurar el día 12 de octubre.
Invito, pues, a los católicos de la República Dominicana y de toda América a elevar fervientes plegarias al Señor para que el encuentro eclesial de Santo Domingo, que tendrá como tema Nueva Evangelización, Promoción humana, Cultura cristiana, ponga el nombre de Jesucristo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8)en los labios y en el corazón de todos los latinoamericanos.
Deseo manifestar mi vivo aprecio por la espléndida labor que tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, bajo la guía de los Obispos, están desarrollando para que la visita del Papa produzca frutos copiosos que ayuden a renovar vuestra vida cristiana, impulse la nueva evangelización e infunda aliento y esperanza en todos, particularmente en los más pobres y necesitados.
Desde Roma, sede del apóstol Pedro, me uno espiritualmente a todos los dominicanos y os pido que me acompañéis con vuestras oraciones para que mi próxima peregrinación constituya un nuevo impulso a la misión de la Iglesia en vuestro País y en toda América Latina, que en profunda acción de gracias va a conmemorar el V Centenario de la evangelización del continente.
A la Santísima Virgen de la Altagracia, a cuyos pies tendré el gozo de postrarme, encomiendo mi peregrinación apostólica, mientras, en señal de benevolencia os bendigo a todos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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