CEREMONIA DE DESPEDIDA EN EL AEROPUERTO
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 13 de abril de 1997
Señor presidente;
venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Antes de llegar a Sarajevo a fin de realizar esta peregrinación tan significativa para mí, he seguido constantemente con mi pensamiento y mi oración el desarrollo de los acontecimientos en esta atormentada región. Los innumerables sufrimientos y tragedias que ha vivido durante los últimos años han suscitado siempre un eco profundo y doloroso en mi corazón. Muchas veces he llamado la atención de las personas de buena voluntad y de las organizaciones internacionales sobre vuestra situación, para que se pusiera fin al conflicto que estaba destruyendo estas tierras. He hecho todo lo que estaba a mi alcance para que los responsables trabajaran por lograr una paz justa y duradera.
Ahora, al concluir mi visita tan deseada, puedo decir que he conocido directamente y de cerca a hombres y mujeres valientes y orgullosos de sí mismos, y doy testimonio de una sociedad que quiere renacer, a pesar de las dificultades aún existentes, y construir su futuro avanzando por caminos de paz, justicia y colaboración.
2. Doy gracias a Dios porque he encontrado una Iglesia viva y, a pesar de las enormes adversidades y sufrimientos, llena de entusiasmo, que ha sabido llevar su cruz para testimoniar a todos la fuerza salvífica del mensaje evangélico. Esta Iglesia sigue anunciando que ha llegado el tiempo de la esperanza, y por ella se compromete concretamente en favor de la pacificación de los corazones exacerbados por el sufrimiento, invitando al ejercicio de una caridad fraterna que sepa abrirse a la acogida de todos, en el respeto a las ideas y los sentimientos de cada uno.
A punto de regresar a Roma, permitidme repetir las palabras: «¡Nunca más la guerra!». Es un deseo, pero también una oración que confío al corazón y a la mente de todos. Para Bosnia-Herzegovina ha llegado verdaderamente el tiempo de construir la paz. Para poder llevar a cabo una empresa tan ardua, es necesario que recurráis a vuestras mejores energías y a la colaboración con todos los habitantes de Bosnia-Herzegovina, conscientes de que todos los hombres son hermanos, porque todos son hijos del único Dios.
¡Cuántas veces, durante los años pasados, os he asegurado que «no estáis solos. Estamos con vosotros y seguiremos estándolo»! Toda la Iglesia está a vuestro lado en el difícil camino de construir una nueva civilización: la civilización del amor. Ahora, antes de partir, deseo deciros: permanezco espiritualmente con vosotros. Permanezco espiritualmente con vuestras familias y vuestras comunidades.
3. Agradezco, una vez más, a todos lo que han hecho para asegurar la serena realización de mi peregrinación. Doy las gracias, en particular, a las autoridades de Bosnia-Herzegovina y del cantón de Sarajevo, así como a las autoridades internacionales, por su colaboración. Gracias, asimismo, a usted, señor cardenal, a todos mis hermanos obispos, al clero, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos, al igual que a todos los que han querido manifestarme de diferentes modos su estima, respeto y afecto.
Dios omnipotente, rico en misericordia, os proteja y bendiga a todos.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana