MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE CROACIA
Venerados hermanos en el episcopado:
1. Me alegra reunirme con vosotros después de la beatificación de ayer, en Marija Bistrica, de Alojzije Stepinac, solícito y valiente pastor de esta tierra. Os saludo cordialmente a cada uno y os agradezco el intrépido testimonio que con constancia habéis dado a la Iglesia universal y al mundo, especialmente durante los años de la reciente tragedia que ha afectado a esta región.
Por medio de vosotros, deseo que mi saludo cordial y afectuoso llegue a los sacerdotes y diáconos que comparten con vosotros los esfuerzos apostólicos de cada día. Con el mismo intenso afecto quiero expresar mi aprecio por el testimonio evangélico que dan diariamente los consagrados, las consagradas y cuantos han entregado su vida al servicio de Dios y de sus hermanos.
Proseguid con valentía vuestro ministerio en favor de esta porción del pueblo de Dios, para la que habéis sido constituidos sacerdotes, pastores y maestros, en comunión con el Sucesor de Pedro. Os exhorto a continuar imitando el ejemplo de cuantos, tras las huellas del buen Pastor, han entregado su vida por la grey de Cristo y han trabajado por la edificación de la unidad de la Iglesia, como el beato Alojzije Stepinac.
2. La comunión de todos los creyentes es la voluntad precisa de nuestro Redentor. Es el elemento esencial de toda actividad apostólica y fundamento de toda evangelización. Que Dios os conceda «tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz» (Rm 15, 5-6), lo glorifiquéis, construyendo su Reino en medio de vuestro pueblo. La Iglesia que está en Croacia necesita consolidar la comunión entre las diversas fuerzas que la componen, para alcanzar los objetivos que le corresponden en el actual clima de libertad y democracia.
Apoyo las iniciativas encaminadas a promover la sincera colaboración entre los diversos componentes eclesiales, y exhorto a todos a intensificar su disposición espiritual a la comunión y a la obediencia a los pastores. Esa actitud redundará en beneficio de toda la comunidad cristiana. La capacidad de interacción recíproca, respetando las legítimas exigencias de cada uno, dará seguramente abundantes frutos de fe, esperanza y caridad, y, al mismo tiempo, será a los ojos de todos un gran testimonio de la unidad en Cristo.
Venerados hermanos en el episcopado, «la Iglesia está formada por el pueblo unido a su obispo y por la grey que permanece fiel a su pastor» (san Cipriano, Epist. 66, 8: CSEL 3, 2, 733). Por tanto, quisiera alentaros en vuestro esfuerzo diario por consolidar la comunión eclesial en todos los ámbitos, trabajando para que el clero y los fieles acudan asiduamente a la enseñanza apostólica, a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a la oración (cf. Hch 2, 42). Permaneced siempre unidos entre vosotros, en comunión con el Obispo de Roma y con los demás miembros del Colegio episcopal, en particular con los de Bosnia-Herzegovina.
3. La tarea principal que vuestras Iglesias deben emprender en este momento histórico consiste en el nuevo anuncio del evangelio de Cristo en todos los ámbitos de la sociedad. Es una obra que requiere la movilización de todas las fuerzas vivas de la Iglesia: obispos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos.
Durante los últimos decenios, tanto vuestra patria como otras partes de Europa del este han sufrido la tragedia causada por el materialismo ateo. Hoy, en el nuevo clima democrático, es preciso dar un fuerte impulso a la nueva evangelización, para que el hombre, la familia y la sociedad no se engañen y caigan en la trampa del consumismo y del hedonismo. Es necesario testimoniar y anunciar los valores que hacen que la vida sea auténtica y plena de alegría, saciando el corazón humano y llenándolo de esperanza desde la perspectiva de la herencia que Dios ha preparado para sus hijos. Por tanto, la Iglesia en Croacia está llamada a redescubrir sus raíces religiosas y culturales, para cruzar con serenidad y confianza el umbral del nuevo milenio, que ya está a las puertas.
El diálogo ecuménico con las demás Iglesias y comunidades cristianas dará mayor impulso a la nueva evangelización en el clima actual. En armonía con la doctrina del concilio Vaticano II, no os cansáis de promover con empeño este diálogo, con la esperanza de poder llegar un día a dar ante el mundo un testimonio común de Cristo. Al mismo tiempo, cultivad el diálogo interreligioso, que sirve para superar las incomprensiones inútiles, facilitando el respeto recíproco y la colaboración al servicio del hombre.
Todo esto debe ir acompañado por una intensa oración y una participación activa y convencida, a nivel personal, familiar y comunitario, en la vida sacramental de la Iglesia y particularmente en la Eucaristía.
En este período de grandes cambios y transformaciones, Croacia necesita hombres y mujeres de fe viva, que sepan dar testimonio del amor de Dios a los hombres y mostrarse disponibles a poner sus energías al servicio del Evangelio. Vuestra nación necesita apóstoles, que vayan a la gente para llevarle la buena nueva; necesita almas orantes, que no dejen de cantar las alabanzas a la santísima Trinidad y eleven súplicas a «Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1 Tm 2, 4).
Vuestra nación tiene necesidad, además, de fieles laicos comprometidos que den testimonio evangélico en el mundo de la cultura y de la política, pues a ellos les corresponde la tarea de impregnar esos ámbitos del espíritu de Cristo, en beneficio de toda la sociedad.
4. Para dar una respuesta adecuada a esas exigencias, es preciso prestar particular atención a la formación de los sacerdotes, de los consagrados y de cuantos trabajan en la viña del Señor; asimismo, hace falta promover la pastoral vocacional.
De los sacerdotes se espera que sean testigos auténticos, coherentes y alegres de Cristo y de su Evangelio, de acuerdo con los compromisos asumidos en el momento de la ordenación. El celo apostólico y la actividad pastoral han de alimentarse y sostenerse con la oración y el recogimiento, de modo que cada uno pueda, ante todo, vivir cuanto anuncia con la palabra y celebra diariamente en los santos misterios y en la liturgia de alabanza. En ese ámbito, la entrega en el celibato será para cada sacerdote testimonio de su adhesión sin reservas al designio del Padre celestial, designio que hace suyo con caridad activa y en comunión constante con Cristo, buen Pastor. La espiritualidad se enriquecer á gracias al recurso a varias formas de devoción o de prácticas piadosas, como la confesión regular, la meditación, la adoración eucarística, el vía crucis y el rezo del santo rosario.
Al obispo también le corresponde sostener a los consagrados y a las consagradas en su entrega total al Señor, exhortándolos a vivir con generosidad el carisma del instituto de pertenencia y a trabajar siempre en comunión con la Iglesia particular y universal.
5. Es necesario, asimismo, encontrar los medios oportunos para ayudar a los hombres de nuestro tiempo a comprender y acoger el gran proyecto de Dios sobre el hombre. En efecto, el hombre de hoy necesita conocer y hacer suya la dignidad que Dios le ha dado gratuitamente al crearlo a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26-27) y al redimirlo con la sangre de Cristo (cf. Ap 5, 9).
Que en vuestra actividad pastoral, la familia, «iglesia doméstica», tenga un lugar especial, ya que «el futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia » (Familiaris consortio, 75). Será capaz de responder a los desafíos y a las insidias del mundo contemporáneo, en la medida en que sepa abrirse a Dios, viviendo y actuando «el misterio de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y su Iglesia» (Lumen gentium, 11). Una familia en la que «los padres sean para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo» (ib.), sabrá responder eficazmente a su misión en el mundo contemporáneo, transformándose en lugar de fe y amor, a ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret.
Nuestros contemporáneos necesitan nociones claras sobre la naturaleza y la vocación de la familia. Por eso, no os canséis de dar a conocer la concepción cristiana del matrimonio y de la familia. A la luz de la palabra de Dios, tratad de profundizar sus tareas en el ambiente actual. Vosotros y vuestros sacerdotes, ayudados por personas expertas y debidamente preparadas para esa función, debéis esmeraros por promover una intensa y segura pastoral familiar, en la que tenga su debido espacio la defensa de la vida, según las enseñanzas del Magisterio (cf. Familiaris consortio, 36).
En este campo, esforzaos para que los agentes pastorales reciban una adecuada formación, a fin de que puedan responder prontamente a las expectativas de los novios y de los esposos. Estad junto a las familias que tienen dificultades y ven amenazada su naturaleza de comunidad de amor, de vida y de fe, y que están afectadas por problemas de índole social y económica, o probadas por el sufrimiento.
Y no olvidéis la atención pastoral de las nuevas generaciones. El futuro les pertenece, y los jóvenes bien formados serán capaces de formar buenas familias, y las buenas familias, a su vez, serán capaces de educar bien a sus hijos.
Así pues, la pastoral familiar, con particular atención a los jóvenes, se presenta como un programa para la construcción del futuro de la Iglesia y de la sociedad civil. La promoción de la dignidad de la persona y de la familia, del derecho a la vida, hoy particularmente amenazado, junto con la defensa de los sectores sociales más débiles, debe ocupar un lugar especial entre vuestras preocupaciones apostólicas, para «dar un alma» a la moderna Croacia.
Frente a la difusión de la cultura de la muerte, que se manifiesta sobre todo en la práctica del aborto y en el creciente favor con que se mira la eutanasia, hay que proponer una nueva cultura de la vida. En este sentido, se necesitan iniciativas pastorales encaminadas a ayudar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a redescubrir el significado profundo de la vida, no sólo de la vida joven y sana, sino también de la afectada por la enfermedad. A este respecto, la palabra de Dios brinda la respuesta verdadera y definitiva.
Defender la vida forma parte de la misión de la Iglesia. En efecto, «Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 1). Hoy, como ayer, nuestros hermanos y hermanas necesitan conocer a Cristo, el enviado del Padre, que ha depositado en el corazón del hombre un germen de vida nueva e inmortal, la vida de los hijos de Dios. La acción pastoral en este sector debe hacer referencia al orden que Dios ha impreso en el hombre y en toda la creación.
6. Venerados hermanos en el episcopado, formulo votos para que las Iglesias que presidís estén guiadas siempre por el Espíritu Santo y actúen bajo sus impulsos. Junto con vosotros, invoco la protección de la santísima Madre de Dios, Reina de Croacia, y la intercesión de todos los santos y beatos de esta región.
Acompaño estos sentimientos con una especial bendición apostólica, que os imparto de corazón a cada uno de vosotros, al clero, a los consagrados, a las consagradas y a todos los fieles de vuestras diócesis.
Split, 4 de octubre de 1998, vigésimo año de mi pontificado
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