DECLARACIÓN COMÚN
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II Y DEL PATRIARCA ORTODOXO TEOCTIST
SOBRE LA URGENCIA DE LA PAZ EN LOS BALCANES
Sábado 8 de mayo de 1999
Reunidos en la fraternidad y en la caridad, que tienen su fuente en Cristo resucitado, «camino, verdad y vida» (cf. Jn 14, 6) para toda la humanidad, nuestro afectuoso pensamiento se dirige a nuestros hermanos y hermanas de la República federal de Yugoslavia, abrumados por tantas pruebas y sufrimientos.
Padres y servidores de nuestras comunidades, unidos a todos los que tienen la misión de anunciar al mundo de hoy a Cristo, que nos «ha llamado a vivir en la paz» (1 Co 7, 15), y unidos especialmente a los pastores de nuestras Iglesias en la tierra de los Balcanes, queremos:
— expresar nuestra solidaridad humana y espiritual con todos los que, expulsados de sus casas y de su tierra, y separados de sus seres queridos, experimentan la cruel realidad del éxodo, así como con las víctimas de los bombardeos homicidas y con todas las poblaciones que no pueden vivir con serenidad y paz;
— apelar, en nombre de Dios, a todos los que, de una manera u otra, son responsables de la tragedia actual, para que tengan el valor de reanudar el diálogo y encontrar las condiciones en las que pueda lograrse una paz justa y duradera que permita el regreso de los desplazados a sus hogares, abrevie los sufrimientos de todos los que viven en la República federal de Yugoslavia, tanto serbios como albaneses y personas de otras nacionalidades, y ponga las bases de una nueva convivencia entre todos los pueblos de la Federación;
— animar a la comunidad internacional y a sus instituciones a poner en práctica todos los recursos del derecho para ayudar a las partes en conflicto a resolver sus divergencias de acuerdo con las convenciones en vigor, especialmente las que se refieren al respeto de los derechos fundamentales de la persona y a la colaboración entre Estados soberanos;
— sostener a todas las organizaciones humanitarias, en particular a las de inspiración cristiana, que se dedican a aliviar los sufrimientos actuales, pidiendo apremiantemente que no se estorbe de ninguna manera su acción mediante la cual, sin distinción de nacionalidad, lengua o religión, tratan de socorrer a todos los que atraviesan la prueba;
— hacer un llamamiento a los cristianos de todas las confesiones a comprometerse de forma concreta y a unirse en una oración unánime e incesante por la paz y el entendimiento entre los pueblos, encomendando estas intenciones a la Virgen santísima, para que ella interceda ante su Hijo, «que es nuestra paz» (cf. Ef 2, 14).
En nombre de Dios, Padre de todos los hombres, pedimos apremiantemente a las partes implicadas en el conflicto que depongan definitivamente las armas y exhortamos vivamente a las partes presentes a realizar gestos proféticos, para que un nuevo arte de vivir en los Balcanes, marcado por el respeto de todos, por la fraternidad y la convivencia, sea posible en esa tierra tan amada. Eso será a los ojos del mundo un signo poderoso que mostrará que, con toda Europa, el territorio de la República federal de Yugoslavia puede convertirse en lugar de paz, libertad y concordia para todos sus habitantes.
Bucarest, 8 de mayo de 1999
JUAN PABLO II |
TEOCTIST |
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