DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA PEREGRINACIÓN NACIONAL DE URUGUAY
Y A OTROS GRUPOS DE ITALIA Y SUIZA
Sábado 6 de mayo de 2000
Queridos hermanos y hermanas de Uruguay:
1. Os doy mi cordial bienvenida a todos los que habéis peregrinado a la Ciudad eterna, centro de la catolicidad, viviendo de ese modo un momento privilegiado del gran jubileo del año 2000. Saludo con afecto a los obispos, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, a los consagrados y fieles que habéis celebrado esta mañana la santa misa junto a la tumba del Apóstol Pedro, después de haber pasado por la Puerta santa de la basílica vaticana. Agradezco las amables palabras de mons. Raúl Horacio Scarrone Carrero, obispo de Florida y presidente de la Conferencia episcopal uruguaya.
Tengo muy presente en mi corazón la visita pastoral que realicé a vuestra nación, precisamente hace ahora doce años. Fue una gran dicha estar en medio de vosotros para animar vuestra fe, fortalecer vuestra esperanza y alentar vuestra caridad. Vuestra peregrinación jubilar coincide, además, con el aniversario del fallecimiento de mons. Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay, que supo llevar, no sin dificultades, la presencia de la Iglesia a todos los rincones del país.
Os animo, queridos hijos uruguayos, a seguir fieles a la misión que el Señor os ha encomendado, y a dar testimonio gozoso de Cristo en la sociedad de hoy. Vuestro camino eclesial se verá fortalecido con la celebración del Congreso eucarístico nacional, previsto para el próximo mes de octubre. Espero y deseo que sea un momento especial de gracia. En efecto, el Salvador del mundo, encarnado en el seno de la Virgen María hace veinte siglos, sigue presente en el sacramento de la Eucaristía y continúa ofreciéndose a toda la humanidad como fuente de vida divina.
Que Dios bendiga abundantemente vuestro empeño por ser fieles a Dios y a la Iglesia, y que os acompañe siempre la materna intercesión de la Virgen de los Treinta y Tres.
2. Os dirijo ahora un cordial saludo a todos vosotros, peregrinos de lengua italiana, que habéis venido hoy a visitarme, con ocasión de vuestro jubileo. Gracias, ante todo, a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Arezzo-Cortona-San Sepolcro, aquí presentes junto con vuestro obispo, monseñor Gualtiero Bassetti, a quien agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Este testimonio de afecto, siete años después de la visita que realicé a vuestra tierra, me llena de gran alegría, puesto que conservo un vivo recuerdo de aquel inolvidable 23 de mayo de 1993 que pasé entre vosotros en Cortona y en Arezzo, cuando fui recibido por el obispo de entonces, monseñor Giovanni D'Ascenzi, a quien me alegra ver hoy entre vosotros.
Deseo expresar mi aliento a toda vuestra comunidad diocesana, en particular a los sacerdotes, a los consagrados y a las consagradas, que están en contacto directo con la vida de la Iglesia. Los exhorto a proseguir con generosidad su compromiso según el espíritu de unidad y dimensión misionera que debe caracterizar la obra de cuantos Dios ha enviado a su viña. Con igual afecto saludo a los fieles laicos que, unidos a su pastor, testimonian la fecundidad de la fe en la animación de las realidades temporales.
Como preparación para el gran jubileo, vuestra diócesis ha reflexionado en el tema "Creo en la Iglesia", abarcando tres ámbitos característicos en los que realiza su actividad: la Iglesia anuncia la Palabra, celebra la gracia y testimonia la caridad. Amadísimos hermanos y hermanas, proseguid con intrepidez este compromiso, ayudándoos mutuamente a llevar vuestras cargas (cf. Ga 6, 2), de modo que la Iglesia, cuerpo bien trabado, resplandezca en el mundo como primicia de la misericordia y del amor salvífico de Dios a toda la humanidad.
Este espíritu os sostendrá en la necesaria búsqueda de soluciones oportunas para los problemas y los desafíos que se presentan a vuestra solicitud. Pienso, en concreto, en la pastoral vocacional, en una formación permanente en las parroquias y en las asociaciones, en el diálogo ecuménico e interreligioso, en el apoyo a los numerosos sacerdotes ancianos, y en la elaboración de un nuevo plan pastoral diocesano.
Invoco sobre vuestros compromisos la protección de María, a quien veneráis con el hermoso título de "Virgen del consuelo", y de vuestros santos protectores Donato y Pedro, Juan evangelista y Margarita de Cortona.
3. Con el mismo afecto deseo también dirigiros mi cordial saludo a vosotros, queridos fieles de la diócesis de Fiésole, que habéis acudido en peregrinación a las tumbas de los Apóstoles.
Agradezco a vuestro obispo, monseñor Luciano Giovannetti, las amables palabras que me ha dirigido. A través de él, quiero enviar mi saludo a los sacerdotes, a los consagrados, a las consagradas y a los fieles laicos. Os pido a cada uno que prosigáis con valentía el camino de un convencido testimonio cristiano en los lugares donde la Providencia os ha puesto. He sabido que, en vuestro último Sínodo diocesano, habéis decidido dar una impronta eucarística a vuestro camino eclesial, con particular atención a la pastoral familiar.
Queridos hermanos, el gran jubileo del año 2000 es profundamente eucarístico. Roma misma, a mediados del próximo mes, reflexionará con renovada gratitud en el gran don que Jesús nos ha dejado. En torno a la Eucaristía se fortalecen y renuevan las personas, las familias, las parroquias y las asociaciones. Acudid con constancia a esta fuente inagotable de vida interior.
Os deseo de corazón que vuestra comunidad se comprometa a participar activa y regularmente en el encuentro dominical, a fin de obtener la luz y la fuerza necesarias para responder, según el pensamiento de Cristo, a los desafíos que la existencia plantea a la vocación de cada uno. Que en este itinerario os sostengan el ejemplo y la intercesión de María santísima, nuestra Madre, del santo mártir Rómulo y de todos los santos, vuestros protectores.
4. Saludo cordialmente a los peregrinos que han llegado de Suiza para la ceremonia de juramento de la Guardia suiza pontificia, especialmente a la Unión instrumental, al Contingente de granaderos friburgueses y a la Banda militar del colegio San Miguel. Tenéis la ocasión de realizar una peregrinación jubilar, de rezar por los jóvenes guardias que han aceptado servir al Sucesor de Pedro, y de hacer así una experiencia particularmente significativa de comunión eclesial. Vuestros grupos musicales e instrumentales os permiten expresar con la música vuestra alabanza al Creador. Dirijo un cordial saludo a todos los jóvenes que os acompañan, invitándolos a seguir a Jesús, que quiere ayudarles a hacer que su vida sea hermosa. ¡Que todos encuentren durante su estancia en Roma un apoyo para su fe y su misión de ser testigos de Cristo, así como un aliciente para su participación en la vida de la Iglesia! A todos os imparto de corazón la bendición apostólica.
5. Dirijo ahora un cordial saludo a los participantes en la vigésima edición del "Certamen Ciceronianum", y les deseo de corazón que el estudio de la lengua y la literatura latinas sea un valioso instrumento para conservar y mostrar los valores relacionados con la cultura de la antigua Roma, madre de civilización y maestra del derecho.
Por último, saludo a los fieles de las parroquias San Nazaro y San Celso de Arosio, Santa María de Fabriago, y de Santa María Asunta, de Palazzolo sull'Oglio; al grupo de la "Sociedad del Evangelio", del Antoniano de Bolonia; a los alumnos y a los maestros de la escuela media "Rogasi", de Pozzallo, y de la escuela "Mosè Mascolo", de las Hermanas Gerardinas de San Antonio abad, así como al grupo de peregrinos de Castelvetrano y al de la UNITALSI de Pésaro. Que a cada uno de vosotros os llegue mi más vivo aliento para seguir siempre con fidelidad a Cristo, a fin de que seáis sus testigos coherentes y gozosos en todos los ambientes. Os encomiendo a la protección materna de María, venerada particularmente durante este mes de mayo, a la vez que os bendigo a todos con gran benevolencia.
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