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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA CEREMONIA DE BENDICIÓN
DEL NUEVO INGRESO DE LOS MUSEOS VATICANOS


 Lunes 7 de febrero de 2000

 

Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres señores y señoras:

1. La inauguración del nuevo ingreso de los Museos vaticanos es para mí motivo de particular alegría. El hecho de que se realice durante la primera fase del gran jubileo le da un significado de singular valor simbólico.

Después de abrir las Puertas santas de las basílicas romanas, acceso a la gracia del Redentor, hoy inauguro el ingreso que introduce en ese templo del arte y de la cultura que son los Museos.

Es grande la satisfacción por la realización de una obra bastante ardua. Doy las gracias al señor cardenal Edmund Casimir Szoka por los sentimientos que ha manifestado también en vuestro nombre y por la interesante presentación que nos ha hecho de los trabajos llevados a cabo y los resultados conseguidos: a él y a la Dirección de servicios técnicos les expreso mi más profundo agradecimiento, y lo extiendo a los consultores y a los maestros de obras; asimismo, saludo con gratitud al cardenal Castillo Lara, hoy presente entre nosotros, a quien corresponde el mérito de haber comenzado esta obra.

También animo sinceramente, en la persona del director general regente, doctor Francesco Buranelli, a los dirigentes y a todo el personal de los Museos vaticanos. En efecto, a ellos les compete ahora gestionar del mejor modo esta imponente construcción, para que alcance los objetivos para los cuales fue concebida y realizada.

2. Cuando, a fines del siglo XVIII, los Papas Clemente XIV y Pío VI fundaron los Museos vaticanos en el sentido moderno del término, los visitantes eran una minoría selecta. Hoy son miles de personas cada día, de todas las condiciones sociales y culturales, y proceden de todas las partes del mundo. En verdad se puede decir que los Museos constituyen, en el plano cultural, una de las más significativas puertas de la Santa Sede abiertas al mundo.

De aquí el valor no sólo funcional, sino también simbólico, de un ingreso más espacioso, es decir, más acogedor, para expresar la renovada voluntad de la Iglesia de dialogar con la humanidad a través del arte y la cultura, poniendo a disposición de todos el patrimonio que la historia le ha confiado.

3. Saludo cordialmente a Giuliano Vangi, autor de la escultura colocada en este nuevo ingreso, y le doy las gracias porque su obra no sólo es celebrativa; es también una invitación a la reflexión sobre el ministerio petrino, al que la Providencia me ha llamado. Ya desde el primer día de mi pontificado, he sentido muy vivamente la misión de ayudar al hombre a "cruzar el umbral": a salir de la opresión del materialismo hacia la libertad de la fe, la libertad de ser él mismo siguiendo a Cristo Redentor, supremo defensor de su dignidad y de sus derechos. Este servicio al hombre se realiza en dos momentos, que están representados en los dos lados del bloque de mármol:  el momento de la acción y el momento, no menos importante, de la oración. En efecto, ante los sufrimientos humanos, la Iglesia encuentra en Dios la fuerza para impulsar al hombre hacia un futuro de esperanza y libertad.

Me congratulo, asimismo, con el escultor Cecco Bonanotte, autor del portal del nuevo ingreso. El tema de la creación, que ha evocado simbólicamente, se armoniza bien con el del arte, y parece invitar al visitante a reconocer con admiración en el universo, en los seres vivos, y sobre todo en la persona humana, el misterio del Espíritu creador.

4. La colaboración entre la Iglesia y los artistas siempre ha producido "un mutuo enriquecimiento espiritual", del que "ha salido beneficiada la comprensión del  hombre,  de  su imagen auténtica, de  su verdad" (Carta a los artistas, 13).

Con esta convicción, inauguro el nuevo ingreso de los Museos vaticanos, al mismo tiempo que os doy las gracias una vez más a todos y os bendigo de corazón, lo mismo que a cuantos han trabajado para realizar esta obra verdaderamente monumental.

 



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