DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ASAMBLEA PLENARIA DEL COMITÉ PONTIFICIO
PARA LOS CONGRESOS EUCARÍSTICOS INTERNACIONALES
Martes 5 de noviembre de 2002
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra acoger hoy, juntamente con los miembros del Comité pontificio para los Congresos eucarísticos internacionales, a los delegados nacionales designados por las respectivas autoridades eclesiales para participar en la asamblea plenaria que se celebra estos días en Roma. Os saludo cordialmente a cada uno y, en particular, al cardenal Jozef Tomko, presidente del Comité, a quien agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. Extiendo mi saludo al cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, ciudad en la que tendrá lugar el próximo Congreso eucarístico internacional.
Vuestra asamblea ha dedicado especial atención a ese Congreso, cuyo tema será: "La Eucaristía, luz y vida del nuevo milenio". Ha pasado poco tiempo desde que comenzó este milenio, pero ya se ve claramente cuán necesaria es para toda la humanidad y para la Iglesia la luz de Jesucristo y la vida que él ofrece en la Eucaristía.
En efecto, sobre este inicio se ciernen sombras amenazadoras. Por tanto, es necesario volver a presentar a la humanidad la "luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1, 9), el Verbo encarnado, que quiso permanecer con nosotros de un modo tan significativo como el eucarístico. En este sacramento está presente Jesucristo con el don de sí mismo "por la vida del mundo" —"pro mundi vita"— y, por consiguiente, también por la vida de nuestro mundo tal como es, con sus luces y sus sombras. La Eucaristía es expresión sublime del amor de Dios encarnado, amor permanente y eficaz.
2. El Comité pontificio para los Congresos eucarísticos internacionales tiene como finalidad principal "hacer que el Señor Jesús sea cada vez más conocido y amado en su misterio eucarístico, centro de la vida de la Iglesia y de su misión para la salvación del mundo" (Estatutos). Se trata de una finalidad muy importante, que el Comité cumple, por un lado, promoviendo la celebración periódica de los Congresos eucarísticos internacionales y, por otro, favoreciendo las iniciativas adecuadas para incrementar la devoción al misterio eucarístico. Con vuestro trabajo apostólico, aplicáis la enseñanza del concilio Vaticano II, que presenta la Eucaristía como "fuente y cima de toda la vida cristiana" (Lumen gentium, 11).
Los Congresos eucarísticos internacionales tienen ya una larga historia en la Iglesia y han asumido cada vez más claramente la característica de la "Statio orbis", que subraya la dimensión universal de esta celebración. En efecto, se trata siempre de una fiesta de fe en torno a Cristo eucarístico, en la que no sólo participan los fieles de una Iglesia particular o de una sola nación, sino también, en la medida de lo posible, de diferentes partes del mundo. La Iglesia se congrega en torno a su Señor y Dios.
A este respecto, es muy importante la obra de los delegados nacionales, nombrados por las respectivas autoridades de las Iglesias de Occidente y Oriente. Están llamados a sensibilizar a sus Iglesias con respecto al tema del Congreso internacional, sobre todo en su fase preparatoria, para que llegue a ser un acontecimiento fontal, del que broten para las Iglesias particulares frutos de vida y de comunión.
3. La Eucaristía ocupa el lugar central en la Iglesia, porque "hace la Iglesia". Como afirma el concilio Vaticano II, citando las palabras del gran san Agustín, es "sacramentum pietatis, signum unitatis, vinculum caritatis" —"sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad"— (Sacrosanctum Concilium, 47). Y san Pablo dice: "Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan" (1 Co 10, 17). La Eucaristía es fuente de unidad en la Iglesia. El Cuerpo eucarístico del Señor alimenta y sostiene a su Cuerpo místico.
Los Congresos eucarísticos internacionales contribuyen también a esta finalidad plenamente eclesial. En efecto, la participación de los fieles de diversos lugares de proveniencia en ese acontecimiento eucarístico simboliza la unidad y la comunión. Los delegados nacionales pueden comunicar a sus comunidades el espíritu de fervor eucarístico y de comunión que se vive en estos tiempos fuertes de adoración, contemplación, reflexión y participación. El Congreso, vivido en profundidad, es fuego para forjar animadores de comunidades eucarísticas vivas y evangelizadores de los grupos que no conocen aún en profundidad el amor que se oculta en la Eucaristía.
4. Amadísimos hermanos y hermanas, el apostolado eucarístico, al que dedicáis vuestros esfuerzos, constituye ciertamente una respuesta a la invitación del Señor: "Duc in altum!". Perseverad en él con empeño y pasión, animando y difundiendo la devoción eucarística en todas sus expresiones.
Que en vuestro servicio eclesial os guíe siempre un auténtico espíritu de comunión, favoreciendo la colaboración activa entre el Comité eucarístico pontificio y los comités nacionales.
Acompaño estos deseos con la seguridad de mi oración y con la bendición apostólica, que os imparto de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos.
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