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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL COLEGIO DE MÉDICOS MISIONEROS


16 de enero de 1960

 

A nuestro amado hijo
el Exmo. Sr. Cardenal Gregorio Pedro XV Agagianian:

Para manifestar nuestra paternal complacencia a aquellos a quienes desde hace algunos años seguimos en sus actividades y desarrollo del colegio universitario de Aspirantes a Médicos Misioneros de Padua, hemos querido que no falte nuestra palabra de bendición en el fausto día de la inauguración de su nuevo centro.

Elevamos, sobre todo, al Señor nuestras más fervientes acciones de gracias, porque ha permitido que se perfeccione y desarrolle una Institución que ya en los primeros diez años de su fundación ha logrado excelentes resultados y ha demostrada ser un semillero, prometedor, de intrépidos colaboradores de los misioneros. Y pedimos a Dios que siga siendo un centro fecundo de oración, de estudio y de aprendizaje, en el que los jóvenes aspirantes consoliden su formación espiritual y moral, perfeccionando su preparación técnica y profesional, y alcancen los conocimientos necesarios para que el ejercicio de su futura actividad como médicos en territorio de misión y al servicio de las misiones católicas sea eficiente.

Al expresar nuestra aprobación y dar ánimos a todos los que, estimulados y dirigidos por el Pastor de la Diócesis, nuestro amado hijo Jerónimo Bortignon, se consagran a la dirección y enseñanza en el benemérito colegio, queremos manifestar nuestra satisfacción y esperanza a los jóvenes universitarios que viven y se educan allí.

Les exhortamos paternalmente a que fomenten con gran diligencia el noble ideal misionero a que aspiran; a que sigan estudiando con afán y esfuerzo para corresponder con una conducta ejemplar y adecuada preparación a la misión que les será confiada. A estos generosos hijos de la Iglesia les aguardan graves responsabilidades y las circunstancias en que han de moverse son difíciles y exigen sacrificios, cuando se entreguen al cuidado de los hermanos que sufren en las múltiples obras de asistencia sanitaria que brotan y crecen como perfumadas y hermosas flores en el jardín de la caridad misionera.

Les deseamos, por tanto, que tengan siempre la seguridad de los auxilios y premios celestiales y mantengan una tranquila confianza en la valiosa ayuda que su excelente labor, realizada con fervor de apostolado, proporcionará a los Heraldos del Evangelio, contribuyendo a disponer las almas para recibir la fe cristiana. Para consolarles e infundirles ánimos, nos es grato evocar la figura del Divino Redentor, que pasó haciendo el bien y sanando a todos (Hch 10, 38) y repetir las palabras que dirigió a los apóstoles: «Y en la ciudad en que entréis, curad a los enfermos que en ella haya, y decidles: El reino de Dios cerca de vosotros está» (Lc 18, 8-9).

Con semejantes sentimientos y deseos nos complacemos en impartiros a Vos, Señor Cardenal, que presidís la solemne ceremonia inaugural, al Prelado y a la amada diócesis de Padua, a los Superiores, a los jóvenes universitarios y bienhechores del colegio, a sus familias y a todos los asistentes, nuestra propiciatoria Bendición Apostólica.

 



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