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MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
CON MOTIVO DE LA CONSAGRACIÓN DE LA BASÍLICA
DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

Domingo 5 de junio de 1960

 

A nuestro querido hijo el Cardenal Gaetano Cicognani:

Un vivo y particular consuelo experimenta Nuestro corazón al sentirnos presente en espíritu entre los numerosos fieles congregados para las ceremonias de estos días en la grandiosa Iglesia de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que acaba de ser solemnemente consagrada y a la que, por el esplendor de su arte, por la dignidad de su culto y por la piedad de los numerosos peregrinos que con ritmo creciente la frecuentan, hemos querido honrar con el título de Basílica. A cuantos en ella están reunidos y a todo el noble pueblo español deseamos llegue en estos momentos Nuestra palabra de Bendición.

Los anales gloriosos de España, los encantos de su paisaje, lo que de grande y elevado se ha forjado con su dolor en los años duros del pasado, se han dado cita en ese hermoso valle, bajo el signo de la paz y de concordia fraternas, a la sombra de esa cruz monumental que dirige al Cielo las oraciones de la fervorosa Comunidad Benedictina y de los devotos visitadores por la cristiana prosperidad de la Nación, y que quedará como en alerta permanente para transmitir la antorcha de la fe y de las virtudes patrias a las generaciones venideras.

¡Cuánto Nos complace en esta solemne circunstancia alentar a los católicos españoles en su empeño de conservar íntegro y puro su fecundo patrimonio espiritual! Testigo es la Historia de que los altos ideales cristianos dieron cohesión e impulso a sus antepasados para las grandes empresas y de que, cuando decayeron tales ideales, se mermaron y debilitaron igualmente sus lazos de unión, poniéndose en peligro su límpida y heroica trayectoria secular.

Amamos a España, cuya pureza de costumbres, lo mismo que sus bellezas y tesoros de arte, hemos podido admirar en los gratos viajes con que hemos recorrido sus tierras. Por eso Nos alegramos de que la España que llevó la fe a tantas naciones quiera hoy seguir trabajando para que el Evangelio ilumine los derroteros que marcan el rumbo actual de la vida, y para que el solar hispánico, que se ufana justamente de ser cuna de civilización cristiana y faro de expansión misionera, continúe y aun supere tales glorias, siendo fiel a las exigencias de la hora presente en la difusión y realización del mensaje social del cristianismo, sin cuyos principios y doctrina fácilmente se resquebraja el edificio de la convivencia humana.

Que tengan levantada siempre su mirada Nuestros Hijos amadísimos de España hacia las altas metas, con el espíritu grande que los caracteriza, seguros de que la obediencia a la Ley de Dios atraerá la protección de la Providencia, que en el tejido de todo quehacer histórico guía a los individuos y a los pueblos, dóciles a la voz del Rey de cielos y tierra, in viam prosperitatis et pacis.

Nuestra súplica confiada va en estos momentos a la Virgen Santísima, venerada con tanta devoción en España, la que en sus más significativas advocaciones tiene puesto de honor en ese Santuario y a la que pedimos cobije bajo su manto las almas de cuantos en él duermen fraternamente unidos su último sueño. Que Ella proteja a esa grande Nación y a los que rigen su suerte. Con estos sentimientos y estos votos gustosamente te damos a ti, querido Hijo, con el Venerable Episcopado de ese católico país, a su Jefe de Estado y Gobierno, con todo el amadísimo pueblo español, una particular Bendición Apostólica.



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