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[ ES  - LA ]

CARTA DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A MONS. GUIDO MARIA MAZZOCCHI, OBISPO DE ADRIA,
CON MOTIVO DE LAS INUNDACIONES
*

 

Venerable hermano:

En los días de creciente angustia y aflicción para la generosa tierra de Polesine Nos estuvimos presentes en espíritu y por el solícito ministerio de representantes calificados y ejecutores de la caridad. Ahora queremos dirigirnos a usted y a los sacerdotes y fieles de su diócesis, tan duramente probados, para derramar en sus corazones la plenitud de nuestro afecto y expresar, además, los sentimientos de nuestro ánimo, en el que repercuten todas las penas y aflicciones que angustian a nuestros hijos queridísimos.

Usted sabe bien cuán querida nos es esa región y la sana y fuerte población que en ella vive. Tenemos siempre ante los ojos la visión de la fértil campiña, que desde la residencia de Rovigo lleva su antiguo título episcopal de Adria: hermosas carreteras silenciosas, imponentes hileras de árboles y una infinita llanura de campos floridos y prometedores, donde el alma se siente más cerca de la paz de Dios. Pero sobre todo es vivo el recuerdo de aquella gente, que conocemos por experiencia directa. Usted, venerable hermano, nos habló con gusto de ella cuando en los frecuentes encuentros de Venecia los obispos de la región trivéneta mostraban su fraternidad en los coloquios, que siguen siendo una de las impresiones más edificantes de nuestra vida.

¿Cómo, pues, no sufrir a la primera noticia e informaciones posteriores sobre la inundación que ha cubierto con una capa de fango fértiles tierras y ha arrojado sobre las familias una oleada de inmensa tristeza?

Sin embargo, sobre este espectáculo doloroso ha brillado la luz de la caridad inspirada en el Evangelio de Cristo.

Las noticias que usted nos ha dado sobre la presencia y fervor de los queridos párrocos y sacerdotes, siempre dispuestos a compartir la suerte de su gente, así como de la fortaleza de alma de los fieles, nos han conmovido profundamente, tanto más cuanto que, conforme a la visión que del Polesine llevamos en el corazón, es también motivo de mucho consuelo saber que todas las instituciones caritativas y asistenciales se han volcado y siguen volcándose con generosa entrega. De este modo, una vez más, todo se arregla con la caridad activa y bienhechora.

Hacemos sinceros votos por que los organismos propuestos para la difícil solución de los problemas del Delta Padano, apoyados en la confianza y el entusiasmo de personas e instituciones, puedan, en breve tiempo, llegar a un resultado definitivo en la grave empresa. La buena voluntad de todos y la conmovedora emulación de solidaridad fraterna ya han señalado el camino y en seguida podrán encauzar los esfuerzos de todos en previsión de luctuosas catástrofes, que suceden con frecuencia, reforzando las defensas naturales y estableciendo nuevas barreras al poder inmenso de las aguas.

Mas he aquí que el pensamiento del humilde Sucesor de Pedro y Pastor universal se dirige con naturalidad a una aplicación de alcance más elevado y extenso, que considera a todo el hombre en su integridad. Todo lo que ocurrió en los días pasados por la violencia de los elementos suscita la visión del alud impetuoso de ilusiones y seducciones que a veces impide toda energía del bien y recurso espiritual.

¡Ay! ¡Cuánto se alejan de la verdad aquellos que, dejándose arrastrar por doctrinas deletéreas, creen que la Iglesia, absorbida preferentemente por preocupaciones espirituales, olvida las pruebas en que se agitan los hombres! No. Ella es madre que comprende a sus hijos y aprecia los esfuerzos encaminados a mejorar sus condiciones de vida incluso material. Ella lleva en el corazón las angustias de los trabajadores y hace suyas las preocupaciones de las familias cuando, por interrupción forzosa del trabajo, vienen a faltar los medios de subsistencia, y, por consiguiente, no deja de acuciar a las autoridades, a los que proporcionan empleo y a todos los que pueden aconsejar e influir para que se asegure a todos un trabajo estable y pacífico, fuente de bienestar para las familias y de ordenada convivencia social.

La Iglesia sigue toda empresa que tiende al establecimiento de una verdadera y estable justicia social, y al recordar que los hombres, redimidos por Cristo, son todos hijos del mismo Padre, pone las bases inconmovibles de esa justicia; defiende la dignidad del trabajo manual, invitando a la alta colaboración de las cabezas rectoras de las empresas. De este modo, la Iglesia coopera infatigablemente en la instauración de una tranquilidad más firme en las relaciones recíprocas, imagen de la suprema paz.

Usted, venerable hermano, conoce los caminos del corazón, por eso se hará intérprete cerca de sus sacerdotes y fieles de estos pensamientos y de nuestras angustiadas preocupaciones que se dirigen a cada uno de ellos, a las atribuladas familias, por el cese del trabajo, por las casas destruidas, y les dirá que el Papa está con la oración cerca de cada uno de sus hijos que sufren y hace votos para que vuelva pronto la deseada paz en la activa vida de cada día.

Como prenda de nuestra íntima participación en el común afán, y para que desciendan más copiosos los dones de la Divina Providencia, con paternal afecto, enviamos nuestra generosa y confortadora Bendición Apostólica a usted, a su clero edificante, a las buenas gentes de Polesine, a los niños y ancianos y, de modo especial, a todos los que han sido más afectados por las dolorosas circunstancias de la inundación.

Desde el Palacio Apostólico Vaticano, 21 de noviembre de 1960, tercero de nuestro Pontificado.

 

IOANNES PP. XXIII


* AAS 52 (1960) 952-954.



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