CARTA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN XXIII
AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA
DE SANTO TOMAS DE AQUINO DE MANILA*
A nuestro querido hijo
Juan Labrador, O. P.,
Rector de la Pontificia y Real
Universidad de Santo Tomás de Aquino, de Manila,
Querido hijo,
Salud y Bendición Apostólica.
En el país del lejano Oriente una luz esplendorosísima de la sabiduría cristiana, la Universidad católica de Manila, que lleva el insigne nombre de Santo Tomás de Aquino, conmemora el trescientos cincuenta aniversario de su fausta fundación.
Desde el momento en que supimos la noticia nos alegramos de que estas conmemoraciones sean tan honrosas para la causa católica. Prueba de esta grata satisfacción nuestra es la presente carta que te enviamos, querido hijo nuestro, para que, acrecentando tu alegría y la de los catedráticos y alumnos de dicha Universidad, así como la de todos los que participarán en dicha conmemoración, a pesar de la distancia de tierra y mar, que nos separa, sea la expresión de nuestros paternales deseos, alabanzas y felicitaciones.
Este preclaro Centro de las ciencias y las artes, cuya fundación se debe al Arzobispo Miguel de Benavides, O. P., de feliz memoria, enriquecido por la gracia y protección de la Sede Apostólica, dotada con beneficios y privilegios por los Reyes de España, dio excelentes frutos en el transcurso de los siglos.
Por eso, honrar particularmente a esta Universidad al presente es justo y equitativo para que la intrépida constancia de vuestros antepasados y su gran actividad sirvan de ejemplo saludable a los contemporáneos y a los que vendrán después, y por ellos aprendan la lección de su fe, sientan estímulo y, conservando la unidad de la mente y corazón, se afiancen en los propósitos de la virtud.
Por cierto, son brillantes los títulos de vuestra gran Universidad, por cuyo motivo debemos prodigarle las mayores alabanzas. Pues en aquellas lejanas tierras contribuyó de muchas maneras providencial y activamente al bien de la vida de la Iglesia; conservó y propagó la auténtica fe; con sus enseñanzas, publicaciones y revistas se entregó a resolver los problemas relativos a la religión, la sociedad, las ciencias, las artes y la moral, y por obra de sus doctores ayudó a los sínodos, concilios, congresos de toda índole, especialmente a la Jerarquía Episcopal. Así, pues, tampoco deben silenciarse los innumerables frutos de las santas misiones, así como a los misioneros que, mientras tanto, alcanzaron con su sangre la palma del martirio. Cuando las islas Filipinas lograron su independencia, la vieja Universidad fue benemérita de la Patria y lo será más todavía en el futuro por la ciencia que enseñó a los que salieron de sus aulas para ocupar cargos públicos; con sus leyes e instituciones, a cuyo establecimiento contribuyó, pues es el Alma Mater de los filipinos con su inspiración y suprema dirección; su madre generosa, baluarte inexpugnable del humanismo cristiano.
Nuestros predecesores con calurosas palabras exhortaron a esa Universidad a cumplir con fidelidad y constancia el altísimo fin que se le asignó, y no escatimaron las alabanzas en su honor. Así, entre otros, Inocencio X deseó "que con las letras se incremente la fe católica, se extienda el culto divino, se conozca la verdad y se practique la justicia" (Cart. Apos. "In supereminenti", 20 nov. 1645). León XIII la acogió bajo su protección: "Porque floreció siempre por la integridad de su doctrina y la ciencia de sus doctores y produjo muchos frutos, no sólo deseamos que los Obispos le muestren su benevolencia, sino que Nos mismo la acogemos bajo nuestra protección y la de nuestros sucesores'' (Cart. Apost. "Quae mari Sinico", 17 sept. 1902), San Pío X le demuestra la misma estima: "La Universidad de Manila, a través de las peripecias y vicisitudes de la historia, floreció siempre por su integridad y elegancia de modo que a lo largo y ancho dio impulso provechoso y saludable. a la religión y a las letras" (Cart. Apost. "Manilensem Universitatem", 16 oct. 1911).
Siguiendo estos ejemplos, hacemos constar ahora nuestra especial benevolencia hacia ella. Por lo cual, nos congratulamos y alegramos, deseándole felicidad y prosperidad. Esté siempre firme e incólume en el mismo fundamento de la fe. Que la Virgen María, Madre de Dios, su munificente Patrona, la proteja con su patrocinio; que Santo Tomás de Aquino, cuyo honroso nombre ostenta, la ayude como guía y maestro de la doctrina ortodoxa. Sea ella la palestra generosa de los ingenios; florezca en ella junto con las ciencias y las artes la aureola de la ejemplar virtud cristiana y no decaiga en épocas posteriores, sino que, floreciendo con perenne juventud, acreciente los honrosos laureles que le alcanzaron los estudios liberales y las artes.
Con estos votos, a ti, querido hijo nuestro, Rector de la Pontificia y Real Universidad de Manila, así como a los moderadores, doctores, alumnos, a sus bienhechores, a los Prelados, Autoridades y a todos los que tomarán parte en esos congresos y conmemoraciones, impartimos de corazón la Bendición Apostólica, que sea prenda de los divinos favores y testimonios de nuestro afecto.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 6 de abril del año 1961, tercero de nuestro Pontificado.
IOANNES PP. XXIII
* AAS 53 (1961) 303-305; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 807-809.
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