CARTA DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A SU SECRETARIO DE ESTADO, CARD. AMLETO JUAN CICOGNANI
A nuestro querido hijo Amleto Juan Cicoagnani,
nuestro secretario de Estado.
Podrá usted imaginar el vivo dolor que ha invadido nuestro ánimo al conocer la triste noticia de la piadosa muerte de su hermano, el señor cardenal Gaetano, obispo suburbicario de Frascati, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, y con qué afectuoso participación nos sentirnos asociados a la aflicción de usted y de los familiares.
En esta hora de luto y de dolor, nuestro pensamiento se vuelve a las ocasiones, viejas y recientes, en que tuvimos ocasión de tratar con el ilustre purpurado desaparecido y evocamos su ejemplar vida sacerdotal, la incansable obra realizada en las diversas representaciones pontificias que tuvo, la acción vigorosa fructífera de celoso nuncio apostólico en Bolivia, Perú, Austria, y, durante largos años, en España; así coma la actividad prudente y meritoria en la dirección de los sagrados dicasterios de la Curia Romana. Y rendimos testimonio, con un recuerdo grato y conmovido, a la colaboración generosa y eficaz que prestó, con espíritu de edificante fidelidad, a las solicitudes y empresas de nuestro apostólico ministerio. Los preciosos servicios prestados por él a la Iglesia universal y a la Santa Sede, constituyen un noble título que hace acreedor su nombre al reconocimiento, la veneración y la plegaria.
Apenas recibida la noticia de su fallecimiento, nos recogimos en ferviente y confiada oración para invocar por él el reposo y el gozo del Señor, que lo ha llamado, “siervo bueno y fiel”, al premio eterno. Mañana ofreceremos el divino sacrificio de la misa en sufragio de su alma piísima.
A usted, querido hijo, que conoce más de cerca las ansias de nuestro ministerio y en ellas participa con Nos con tanta entrega, deseamos renovarle el testimonio de profunda condolencia extensiva a todos sus seres queridos, a las diócesis de Frascati y Faenza, a la vez que, como prenda de su paternal consuelo y augurio de especiales gracias y consolaciones divinas, damos de lodo corazón nuestra especialísima y propiciatoria bendición.
Del Vaticano, 5 de febrero de 1962.
JUAN PP. XXIII
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