CARTA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN XXIII
AL I CONGRESO MISIONERO INTERNACIONAL DE LYÓN*
A NUESTRO QUERIDO HIJO
PEDRO S.R.E. CARDENAL GERLIER
ARZOBISPO DE LYÓN
Querido hijo nuestro,
salud y bendición apostólica.
Nos alegramos y congratulamos de que Lyón, sede que tú gobiernas, haya sido escogida para que dentro de sus muros se celebre el I Congreso Internacional Misional, en el próximo mes de mayo. Cuando hemos visitado esta noble ciudad de Francia, especialmente hace cuarenta años con motivo de la obra misional de la Propagación de la Fe, advertimos con admiración, el gran esfuerzo que allí se realizaba en pro de la extensión del reino de Cristo, facilitando y proveyendo las sagradas expediciones. Esto acaece justamente porque los habitantes, firmísimos en la fe católica, se encuentran inclinados por su liberalidad innata y gran generosidad a trabajar por la Iglesia. El ejemplo y el recuerdo de los antepasados incitan a alabar este trabajo. Los monumentos de piedad cristiana y las antiguas glorias, de que esta ciudad con razón se gloría, sin duda son el motivo que mantienen, fomentan y hacen crecer esta ilusión por el trabajo: pues aún brilla esta ciudad con la sangre derramada y la invicta fortaleza de Agapito, Atalo. Blandina y otros Sagrados Mártires, y se encuentra realzada por la doctrina y la vida admirable del delicado San Potino, y de San Ireneo, por la vigilancia y el trabajo pastoral de San Euquerio, cuya invitación a la virtud no puede ser impedida. ni debilitada.
Alabando la buena idea de haber escogido este sitio, creemos que es un gran auspicio el que, por la gran inspiración del Espíritu Santo, este Congreso se realice con grandes frutos, al que acudirán, como es de esperar, de todas las partes del orbe católico delegados y otros muchos a quienes les preocupa el problema misionero.
Tú, querido hijo Nuestro, cuya diligencia y grandes dotes estimamos en gran manera, presidirás y dirigirás compartiendo contigo el cargo Gregorio Pedro, cardenal Agagianian, Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, para Nos tan querido, cuyo amor ardiente por el Evangelio no se nos oculta, ni tampoco su prudencia, su diligencia en el actuar ni su voluntad generosa y abnegada.
Los principales temas del Congreso serán: estudiar y deliberar métodos para encontrar nuevos caminos en el apostolado misionero, dado que han cambiado los tiempos, con objeto de que la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y demás organizaciones de este mismo fin florezcan con nuevas fuerzas. Es preciso esforzarse y luchar expresamente por esto, porque, se han fundado en gran número, en diversas regiones, diócesis autóctonas confiadas a la dirección del clero, cuya necesidad, de enorme gravedad, socorre la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe con las principales ayudas.
Hoy día, cuando por todo el orbe violencias afectan y agitan a los pueblos, hay que procurar en primer lugar que las expediciones misioneras dedicadas a extender el Evangelio en los pueblos tengan potencia especial y no queden subordinados nunca a la utilidad de políticas terrenas, sino a la Santa Iglesia, que es la madre de todos los que han sido redimidos con la sangre de Cristo, ansiando únicamente ser dignos de este nombre y cumpliendo sus tareas. De aquí se deduce que la Obra Pontificia Misional sea establecida de una manera apta en todas las diócesis y en todas las naciones, no formando grupos aparte, ni dispongan de dinero para realizar cualquier obra, sino que movidos de espíritu sobrenatural envíen todo adonde se encuentra la cabeza rectora. Hay múltiples formas en que puede contribuirse a las sagradas expediciones, y donde se muestra la manera más de acuerdo con el amor fraterno; es decir, con oración, con ofrendas de actos piadosos, con limosnas y también con la valiosa presencia de auxiliares misionales donde lo precisa la causa del Evangelio.
María Paulina Jaricot, pretendió ayudar con sentido y esfuerzos católicos las tentativas misioneras, cuya memoria ha de ser evocada con toda viveza en este año, pues se celebra el I Centenario de su muerte. Es preciso evocar las gestas de la ínclita virgen, límpida flor de Lyón, honra y gloria del pueblo francés. Debido a su buen natural y a su ingenio fácilmente acomodable se preocupó de todas las iniciativas que la caridad cristiana le aconsejaba: entre otras cosas dignas de tiempos más avanzados se dedicó con sus preocupaciones y lágrimas a aliviar la condición miserable de las trabajadoras. Sin embargo, brilló su perspicacia de una manera especial en la fundación de la obra de la Propaganda de la Fe, donde apareció claramente su magnánima voluntad.
Esta Obra, ella la pensó, dentro de sí la formó y, con la debida sumisión, la fundó. Consiguió que se fundara en Lyón el Consejo General de esta Obra. Al que se añadió después el Consejo de París, dado que convenía propagar y difundir la Obra por las diversas regiones de Europa. Hay que atribuir al espíritu esclarecido y vigilante de María Paulina Jaricot, el que la Obra que ella había fundado, fuera desde su nacimiento ejemplo de dignidad y utilidad católica. No la engañó su esperanza. Pues en el Motu Proprio, Romanorum Pontificum de nuestro predecesor, de feliz memoria, Pío XI, del día 3 de mayo del año de 1922, fue nombrada pontificia, esforzándose en que tuviera su sede principal junto a la Cátedra de San Pedro, cuya principal tarea es propagar la fe cristiana por todo el orbe. Por esta razón es preciso alabar a María Paulina Jaricot por el hecho de que el apostolado misional de todos los fieles, fuente inestimable de bienes, comenzó con su estudio y esfuerzo personal. Confirmando los deseos de nuestros predecesores aconsejamos y exhortarnos —sean Nuestros paternales deseos como amables preceptos para Nuestros queridos hijos— como cosa de gran importancia, que todos los fieles se inscriban en la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, luchando en tan buena lid bajo un glorioso estandarte, para dar gracias a Dios por haberles concedido el excelso don de la fe, esforzándose en difundirla.
Es preciso que en las solemnidades del Congreso y en las reuniones de Lyón se honre debidamente a esta ínclita virgen. Pues ella estimulará los esfuerzos para que cada día se consigan ayudas más idóneas para fomentar la obra misional. Pues éstas son insigne y eficaz prueba de ardiente caridad a Dios y a los hombres.
Pues para empapar al mundo con el Evangelio y extender los límites de la Iglesia, la gloria, mayor que la cual ninguna exige y la felicidad de los hombres lo pide, como vuestro San Ireneo con tan brillantes palabras manifestó: "Donde se encuentra la Iglesia allí está el Espíritu de Dios, y donde el Espíritu de Dios la Iglesia y la gracia el Espíritu es la verdad" (Contra herejes 3, 24, 1).
Después de estas exhortaciones, deseamos que el Congreso Universal Misionero de Lyón obtenga los frutos que se esperan, y que éstos, con la ayuda del cielo, sean una óptima esperanza para ti, querido hijo Nuestro, para el cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, y para todos los participantes en el Congreso, especialmente para los que activamente lo preparan, impartimos la bendición apostólica de todo corazón.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 20 de marzo del año de 1962 IV de Nuestro Pontificado.
JUAN PP XXIII
* AAS 44 (1962) 382; Discorsi Messaggi Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, vol. IV, pp. 998-1002.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana