CARTA DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
AL CARDENAL GIOVANNI BATTISTA MONTINI,
ARZOBISPO DE MILÁN*
Señor cardenal:
Delicadas ideas suscita en Nos el Santuario de Nuestra Señora del Bosco, que hizo brillar en nuestra infancia la inefable sonrisa del cielo y Nos acogió muchas veces como peregrino en el curso de nuestra vida, también en los viajes a nuestra tierra natal durante los años de nuestro servicio a la Santa Sede.
El inaugurar hoy allí un motivo conmemorativo en bronce de nuestra humilde persona despierta en Nos agradables recuerdos.
Deseamos, por tanto, expresar nuestros sentimientos de gozo por tan amable acto, que hace más viva y sensible nuestra presencia espiritual en aquel bendito lugar.
Tenemos motivo para imaginar que debido a las circunstancias, y atraídas por las voces alegres de las campanas que se escuchan a lo largo de la rivera de Brianza, habrá una concentración de almas que del cielo y de la tierra gocen juntamente con nuestros queridos coterráneos de las tres diócesis que allí se dan cita —milaneses, bergamascos y comascos— que los exhortan al bien vivir y al bien obrar en el presente y para el futuro, bajo la radiante luz y maternal protección de la Virgen Santísima.
Juzgamos oportuna la ocasión para recordar dos fechas que han permanecido en nuestro corazón con la dulzura de un especial encanto: el 29 de agosto de 1954, día de la solemne coronación de la sagrada imagen, allí venerada, que Nos realizamos en nombre y por delegación del cardenal-arzobispo Schuster el día antes de su piadosísima muerte; y el 24 de agosto de 1958, fecha de nuestra última visita a la Madonna del Bosco, dos meses antes, solamente, del comienzo de nuestro servicio a la Iglesia universal.
Aquella imagen piadosa y sencilla de la Virgen sugiere y compone a la vez la ferviente oración que elevamos hoy a la Madre de Cristo y Madre nuestra, y el saludo alentador y agradecido que dirigimos —por medio de su voz, señor cardenal— a todos los reunidos en la manifestación de hoy, en la que advertimos el significado de un devoto homenaje a la Santa Sede y al Papa. Exhortamos, por tanto, a las poblaciones lombardas, cuyo fervor en la fe y generosidad en la práctica del cristianismo es universalmente conocida, a continuar y a multiplicar las oraciones por la Santa Iglesia y —especialmente en estos momentos— por la Asamblea conciliar reunida en San Pedro.
La bendición propiciadora y especial que de corazón os impartimos confirma los nobles y piadosos propósitos y sea prenda de copiosos favores celestiales.
Dado en el Palacio Apostólico Vaticano, el 28 de octubre de 1962, cuarto año de nuestro pontificado.
JOANNES PP. XXIII
* AAS 54 (1962) 850.
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