MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL VII CONGRESO INTERAMERICANO
DE EDUCACIÓN CATÓLICA*
A Nuestros Venerables Hermanos y queridos Hijos,
participantes en el VII Congreso Interamericano de Educación Católica.
Tras diligente preparación, con la concurrencia de personas competentes y experimentadas y en fraterna colaboración por parte de todo ese Continente, va a tener lugar próximamente en la hospitalaria e hidalga Ciudad de San José de Costa Rica el VII Congreso Interamericano de Educación Católica que abre Nuestro ánimo a una justa esperanza de óptimos frutos. Recibid, Venerables Hermanos y amadísimos Hijos, con Nuestro cordial saludo, la seguridad de una plegaria especial para que vuestras tareas, iniciadas con las mejores perspectivas, contribuyan a dar mayor luz a la solución de los problemas educativos que se plantean hoy en vuestras Naciones.
El cuestionario a desarrollar en estos días, formulado sobre la base de una encuesta verificada entre las Organizaciones afiliadas a vuestra Confederación, tiene como tema central «el resultado de la formación espiritual de los Colegios Católicos»; tema de singular importancia sobre el que queremos sugeriros ahora algunas consideraciones.
A una piedad sentida de niño, pero descuidada en la adolescencia. sucede no pocas veces por desgracia en el joven que se abre al mundo un verdadero naufragio en la fe. Fenómeno es éste que por su gravedad atrae la atención y reclama el examen serio de cualquier educador consciente de su misión.
Es un principio de la pedagogía católica que la esencia de la educación consiste en la colaboración con la divina gracia para la formación del verdadero y perfecto cristiano. Si bien no se han de despreciar los valores naturales, «es falso todo naturalismo pedagógico que de cualquier modo excluya o aminore la formación sobrenatural cristiana en la instrucción de la juventud» (Pío XI, Enc. Divini illius Magistri).
Una educación, por consiguiente, no superficial, sino profunda y de gran alcance, será ante todo fruto de la gracia; recibirá su impulso de un ambiente de hogar en el Colegio, de una disciplina suave, forjadora de hábitos buenos, de optimismo y de alegría; se fomentará con una labor que lleve la atención particular de los Superiores hacia cada uno a quien se quiere ayudar eficazmente a lograr su perfección.
Espíritu de iniciativa, clima de espontaneidad y de sinceridad en la vida religiosa del adolescente, serán condiciones de perseverancia en la directriz que la vida de Colegio le va trazando para el futuro. El adolescente está en la edad en la que él mismo debe esforzarse por descubrir su ser y formar su personalidad: incumbe a sus educadores, y particularmente a su Director espiritual, el cometido de ayudarle en esta empresa. Hijo de Dios, miembro del Cuerpo Místico, tiene él un lugar propio en la Iglesia. Así lo considera San Juan cuando a los adolescentes se dirige: Scribo vobis, adulescentes, quoniam vicistis malignum (1Jn 2, 13). La Iglesia no deja de reconocer las riquezas que la juventud aporta y de fomentar su evolución y desarrollo legítimos. Por eso desde la más tierna edad pone tanto interés en la tarea de la educación de su vida de fe al mismo tiempo que en la formación de su conciencia, junto con el aprendizaje del recto uso de su libertad.
La catequesis intelectual será poco eficaz si no va acompañada de una educación que comprenda, junto con la inteligencia., la voluntad y el corazón del adolescente: la religión abarca al hombre entero; es el comportamiento total de su vida lo que hay que orientar en función del mensaje cristiano poniendo en práctica toda una pedagogía de la vida espiritual para que el joven adquiera conciencia de la correspondencia que existe entre las verdades que se le enseña a creer y las aspiraciones interiores que brotan de su personalidad hacia ideales de justicia, de caridad y de rectitud moral.
Los Colegios Católicos se esfuerzan por suministrar a sus alumnos una preparación para la vida dándoles un bagaje religioso de acuerdo con sus necesidades. Mas generalmente éste no basta para que más tarde puedan tener una respuesta adecuada a todos los problemas que el curso de su existencia y en particular la extensión de sus conocimientos en los demás ramos del saber les han de plantear. Por eso mismo tal acervo habrá de ser ampliado y completado con una ulterior instrucción, especialmente de carácter deontológico: su cultura religiosa deberá ir siempre desarrollando paralelamente a sus crecientes adquisiciones en el campo de la cultura profana, literaria o científica.
Papel importante jugarán en esta empresa las Asociaciones postescolares, las cátedras de cultura religiosa superior aun en el seno de la Universidad misma, las Obras de asistencia universitaria y las organizaciones que tienden a potenciar y continuar la labor del Colegio.
La formación no se extiende solo a la vida que se actúa en el Colegio, sino también y principalmente se ha de concebir como una preparación del alumno para hacer frente a las responsabilidades familiares, cívicas y profesionales de la vida adulta: no se pierdan de vista los diversos ambientes en que se halla o se podrá encontrar más tarde, así como la influencia de las corrientes de pensamiento tan al alcance ahora de todos merced a las técnicas de difusión. Debe ponérsele en disposición de afrontarlas con responsabilidad personal. Nos complace asimismo el empeño puesto en una educación para al apostolado, para el ejercicio de la caridad. El entrenamiento, con decisión y prudencia, para el don de sí, mediante una acción a la medida de sus capacidades, favorecerá el que el alumno, el día de mañana pueda responder a las exigencias de la propia vocación de cualquier género que ella sea.
La liturgia de la Iglesia, conocida a fondo y vivida; el estudio, en su aspecto moral, de los acontecimientos mundiales o locales y de las diversas expresiones de la cultura o de la vida social, en reuniones o círculos, constituyen otros tantos medios con que el jovencito irá adentrándose en el mundo del mañana y encarnando en la realidad concreta las verdades aprendidas.
Sea el ideal de todo maestro, imitador del Magister bonus (cf Mc 10, 17). Jesucristo hacer que se incorpore a, la sociedad una juventud pura, compacta, generosa y apostólica que, animada del sentido de la Iglesia, dé a ésta vocaciones sacerdotales y religiosas y a la Patria hogares cristianos.
No Nos cabe duda de que sobre las huellas de los Congresos anteriores y siguiendo las directivas que la Jerarquía os ha ido trazando, la asamblea actual aumentará el justo prestigio de vuestra Confederación, ofreciendo así a las Autoridades interesadas de vuestros respectivos países una eficaz y generosa colaboración para el bien común de la sociedad. Atraiga sobre vuestras labores estas gracias la Bendición Apostólica que de todo corazón damos a cuantos en este Congreso tomáis parte o al mismo habéis dado vuestra aportación.
El Vaticano, 10 de enero de 1960.
IOANNES PP. XXIII
* AAS 52 (1960) 100-103
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana