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RADIOMENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS FIELES DE BRASIL CON MOTIVO DEL «DÍA DE LA MADRE»

Domingo 12 de mayo de 1963

 

Queremos dirigir a las madres del Brasil una palabra de saludo y otra de aliento en este día que les está dedicado.

Ante todo, os dirigimos nuestra salutación, felicitándoos por el papel que venís realizando en colaboración con el Creador en la edificación de vuestro hogar. Vuestra misión de madres es de gran responsabilidad y de gran sacrificio; en ella libremente os empeñasteis por el santo sacramento del matrimonio para el bien y la felicidad de vuestros hijos. Estos son la alegría del hogar cristiano, el adorno de la familia, la esperanza de la patria y de la Iglesia, cuando van encaminados por la senda del bien, fruto de una completa educación física, cívica, moral y religiosa que deben recibir de sus padres.

Por esto lustra misión es difícil y exige sacrificios. Pero cuando tal misión es bien cumplida, a la luz del Evangelio y de las enseñanzas de la Iglesia, conviértese en motivo de júbilo para los padres que ven a sus hijos —carne de su carne— ser templos del Espíritu Santo que habita en ellos por la gracia.

Os exhortamos, pues, a vosotros, padres y madres, a que veléis por la inocencia de vuestros hijos, para que ellos sean siempre durante su vida el espejo e imagen viva de Dios. Ved cómo el Divino Maestro amaba a los niños hasta el punto de proponerlos como ejemplo a los propios apóstoles al departirles la enseñanza del Evangelio: “Y llamando Jesús a un niño lo colocó en medió de ellos. Y dijo: En verdad os digo que si no os convirtiereis y os hiciereis como niños no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 2-3).

Que esto os sirva de aliento en el desempeño de vuestra misión.

Como aquellas madres del Evangelio que llevaban a Jesús sus hijos para que les impusiera las manos y los bendijera, también vosotras, madres del Brasil, confiad a la protección del Señor y de María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, las criaturas de vuestros hogares, para que a la vez que crecen de cuerpo crezcan también en la virtud y, sobre todo, en el amor de Dios.

En este momento en que la sementera es tan grande y tan pocos los operarios, que el Altísimo os haga comprender cuán grande honra es dar un hijo al apostolado católico, o como sacerdote, o como religioso o religiosa.

Nos, humilde Vicario de Cristo en la tierra, que hemos exhortado a los hombres al mantenimiento de la paz implorando de Dios este precioso don para toda la humanidad, queremos una vez más reafirmar que la paz en la tierra tiene su fundamento en la paz de

la conciencia, en la paz de la familia.

¡Que la paz del Señor sea con vosotros! Invocando del Altísimo las más preciosas gracias

sobre todas las madres brasileñas, sobre sus maridos e hijos, sobre vuestra patria, a todos concedemos nuestra bendición apostólica.



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