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JUAN XXIII

MENSAJE URBI ET ORBI*

Domingo 2 de abril de 1961

 

Venerables hermanos y amados hijos de Roma y del mundo entero:

Una vez más saludamos la Pascua gloriosa de Jesús Salvador. Acabamos de celebrarla sobre la confesión del apóstol Pedro con toda la vivacidad del rito pontifical. Ahora llega ésta a su punto culminante más significativo con la bendición desde esta logia central de nuestra basílica, hoy más resplandeciente que nunca de cara al sol, de cara al universo.

Una antigua costumbre sugería al Sumo Pontífice que, al atravesar las refulgentes naves del máximo templo, accediese a bajar unos instantes de la silla gestatoria, para rendir homenaje a la reliquia preciosísima de la Santa Cruz, y juntamente al velo de la Verónica, que lleva impreso el rostro ensangrentado de Cristo.

Desde hace algún tiempo el augusto rito de la Pascua se lleva a cabo de un modo más rápido y sencillo, pero no menos edificante ni menos rebosante de gozo espiritual.

En la ceremonia de la noche pasada, al aparecer la primera luz nos dirigimos a ella clamando una, dos tres veces: "Lumen Christi, Deo gratias". Pocas semanas antes de la muerte de Jesús, esta misma luz había aparecido en el Tabor durante el coloquio del Divino Maestro con Moisés y Elías, tan vívida y consoladora que hizo exclamar a Pedro: "¡Oh, qué hermosura y qué alegría vivir aquí arriba!"

A pocos días de distancia henos ante el episodio de Betania. Lágrimas derramadas por las hermanas Marta y María junto a su hermano Lázaro, muerto y puesto ya hace cuatro días en la sepultura. También Jesús llora. Pero de aquellas lágrimas del Amigo Divino saltan destellos de victoria, que son el primer anuncio del misterio de la Pascua.

¡Oh, qué palabras las que se dijeron Jesús y Marta! La seguridad de la Resurrección y de la vida garantizada a la humanidad redimida toda entera por virtud de la sangre de Cristo.

"Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en Mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí no morirá para siempre". En realidad, la Pascua —cuyo anuncio solemne tuvo lugar en Betania— está toda aquí: celebración perenne y renovada del misterio de Cristo, Rey glorioso e inmortal de los pueblos y de los siglos, consuelo y alimento para toda la humanidad, por Él redimida y reservada al triunfo de sus destinos eternos, y también a los triunfos pacíficos dentro de la humana convivencia y de la ordenada prosperidad sobre la Tierra.

Amados hijos: Las impresiones todavía vivas de la Semana Santa nos hacen más confiados en el misterio de nuestro hermano divino, el misterio de Cristo Jesús, Verbo de Dios hecho hombre, "propter nos homines et propter nostram salutem". Blanco de la maldad humana, punto de contradicción durante tantos siglos, despreciado y rechazado y siempre glorioso y siempre vencedor.

A veces la tristeza trata de invadir nuestro espíritu entre las alternativas desagradables y en ciertos sitios aterrando a un gran número de los que forman parte del consorcio humano —en realidad, según la naturaleza, hermanos nuestros—, pero a los cuales, de hecho, de querer ser indulgentes, no queda sino aplicar con precisión el último juicio y la última oración de Jesús moribundo: "Pater, dimitte illis, non enim sciunt quid faciunt" (Luc. 23, 34).

Sus gritos descompasados llenan las ciudades y los campos; sus inquietudes amenazadoras turban la justicia, el vivir laborioso. Son las mismas que enlutaron las vías de Sión en la trágica vigilia de la muerte de Jesús: "Nolumus hunc regnare super nos. Tolle, tolle. Crucifige eum". "No queremos que Jesús reine sobre nosotros. Sea quitado de en medio. Sea crucificado."

Vosotros nos comprendéis, amados hijos. Vuestra presencia y participación tan imponente, respetuosa y piadosa en esta celebración de la Pascua templa las ansiedades y las angustias interiores de quien siente más vivas y agudas las responsabilidades y las solicitudes por la salud de todo el rebaño de Cristo que Él, Divino Pastor de las almas, ha redimido con su sangre.

Desde la primera Pascua cristiana han transcurrido casi dos milenios de historia. ¡Cuántos pueblos, cuántas vicisitudes, cuántas lágrimas, cuánta sangre! Pocos días antes de la pasión dijo Jesús a sus discípulos: "Ahora se avecinan sucesos dolorosos sobre mi persona. El Hijo del hombre será maltratado, burlado, herido, muerto , pero después de tres días resucitará" (cf. Luc. 18, 32, 33).

Y así sucedió. Él resucitó exactamente después de tres días. En las últimas horas de su morada acá abajo extremó las predicciones acerca de su Iglesia: las tribulaciones, las oposiciones, las luchas aún más sangrientas. Jesús proseguía: "Mas yo he vencido al mundo. Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos..." Los siglos continúan su historia y es enteramente cierto que la consumación de los siglos representará la gloria eterna de Cristo, Hijo de Dios, y de cuantos tuvieron confianza en Él. "Marta, credis hoce Ego sum resurrectio et vita". ("¿Crees tú esto, Marta? Yo soy la resurrección y la vida.")

Amados hijos: la fe de una humilde mujer fue considerada digna de representar la fe de toda la humanidad en Cristo Salvador. Sigamos haciendo honor a las glorias y a los triunfos de Cristo.

La enseñanza y las riquezas espirituales de la Pascua quieren ser un estimulo poderoso —también en este año— en el esfuerzo resuelto, de parte de cada uno de nosotros, a la elevación más decidida hacia las nobles y buenas inspiraciones del Señor, que nos llama, mientras que debemos permanecer todos puestos en guardia frente a las humanas prevaricaciones, las debilidades comunes, las infidelidades individuales y colectivas a las leyes más sagradas de la vida.

La Pascua del Señor. No desdice el repetirlo. La palabra de Jesús frente a la tumba entreabierta del amigo: "Ego sum resurrectio et vita", que tiene el mismo significado de Betania como cuando resuena delicadamente en la conciencia de un cristiano sincero, aunque molestado por alguna tentación, y viene a ser motivo feliz de una muy consoladora paz interior reencontrada y de una verdadera nobleza espiritual.

¡Oh qué libertadoras y benditas las palabras que la Santa Iglesia reserva en la Pascua a sus hijos que no han olvidado las alegrías de la inocencia de los años más bellos!: "Ego te absolvo a peccatis tuis, et noli amplius peccare".

Y aquellas otras que tocan a lo sublime del gran misterio y sacramento cristiano: "Pax et communicatio corporis et sanguinis Christi". ¡Oh la santa comunión eucarística, elevación en todo tiempo y para todo espíritu hacia el vértice de la vida espiritual que se alimenta de Cristo y con el que se enaltece!

Venerables hermanos y amados hijos: Aquí empalman tan sencillas, pero tan cordiales palabras alegres. La bendición que Nos preparamos ya para daros sella vuestro voto de Pascua. En vuestros rostros alegres y serenos divisamos Nos la multitud de todos los hermanos en Cristo esparcidos por el mundo y reunidos bajo las banderas de la Iglesia una, santa, católica y apostólica madre universal.

Resucitados todos por la gracia de Jesús, que se perpetúa en nuestra vida espiritual, emprendamos de nuevo el buen camino sobre las vías y según las diversas circunstancias en las cuales la Divina Providencia ha puesto a todos y cada uno "semper laudantes et benedicentes Dominum".

Recibid, pues, una vez más, la felicitación que, con expresión de familiaridad cordial, tenemos el gusto de haceros en vuestros idiomas para acentuar más vivamente, a través de la radio y la televisión, el gozo común, el coro triunfal de todos los que creen en Cristo resucitado.

In Italiano :
Buona e Santa Pasqua !

En Français :
Bonne et sainte fête de Pàques !

In English :
A happy and blessed Easter to you all !

Auf Deutsch :
Ein frohes, gesegnetes Osterfest !

En Español:
¡Santas y felices Pascuas!

Em Português :
Santa e feliz Páscoa, Aleluia!

Po Pólsku :
Wesolego Alleluja!

In het Hóllands en in het Vlaams :
Zalig, gelukkig en blijvol Paschen !

Ellinistì :
Christòs anésti !
Alithòs anésti o Kyrios!

Po Russki :
Christòs voskriésse !

Srbski :
Christòs voskriésse !

Po Bûlgarski :
Christòs voskrésse !

Po Ukrainsky :
Christòs voskrésse !

Hrvatski :
Sretan Uskrs !

Po Slovensko :
Veselo Veliko Noé !

Respuesta para todos los eslavos de rito oriental :
Voistinu voskresse ! 
Alleluja. Alleluja.

 

* AAS 53 (1961) 193-197; Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 187-192.

 

 



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