DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS PARTICIPANTES EN EL VIII CONCURSO MUNDIAL
DE CULTIVO MECÁNICO*
Sala Clementina
Martes 11 de octubre de 1960
Después de haber participado estos días con un espíritu de competición fraterna en el octavo concurso mundial de cultivo mecánico, habéis querido amablemente visitarnos. Nos sentimos dichosos de acogeros en nuestra casa y de desear la bienvenida a las numerosas delegaciones nacionales que acaban de competir en pruebas pacíficas.
Nos complace deciros la simpatía con que el Padre común alienta y bendice todos los esfuerzos que se hacen para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población campesina. Y un encuentro como el de Tor Mancina, con sus frecuentes competiciones provinciales, regionales y nacionales que le han preparado, por la animosa simpatía que suscita y por los ecos que han de prolongarse en vuestros países, contribuye sin duda, por su parte, a esta noble tarea.
La vida en el campo tan sana, tan conforme a la naturaleza, tan favorable también. a la conservación de las mejores tradiciones morales y religiosas, que constituyen el honor de un pueblo, está asegurada —nos gusta repetirlo con frecuencia— con las copiosas bendiciones divinas. Pero sabemos por las discretas confidencias de nuestros padres, que recibimos en nuestra infancia, las dificultades y sacrificios que lleva consigo:
Por eso, los campesinos ven con alegría muy legítima cómo los progresos de la técnica moderna alivian sus fatigas con la implantación de nuevos procedimientos de cultivo y explotación y por el empleo de máquinas. Vosotros mismos, señores, proporcionáis una excelente prueba del ahorro de tiempo y de energías que representa para la labor del campo el empleo de máquinas, que facilitan el trabajo, aumentan el rendimiento y el hombre, libre en cierto modo de las tareas materiales demasiado absorbentes, puede entonces responder mejor y totalmente a su noble vocación espiritual.
Así, pues, que el progreso técnico; a que contribuís unos y otros tan acertadamente, haga siempre justicia a las verdaderas exigencias del mundo rural, uniendo a todos los hombres en una única caridad fraterna y único amor a su Creador. Este es el deseo que formulamos, señores, de todo corazón, en prenda del cual os impartimos de todo corazón a ustedes y a sus familias una paternal Bendición Apostólica.
* Discorsi, messaggi, colloqui, vol. II, págs. 503-504.
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