DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL SR. BENITO NARDONE,
PRESIDENTE DEL CONSEJO NACIONAL DE GOBIERNO
DE LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY*
Sábado 3 de diciembre de 1960
Señor Presidente:
Vuestra presencia y la de las ilustres personalidades que os acompañan, es para Nos motivo de particular satisfacción por ver representada en vuestra excelencia a la gran familia uruguaya, de quien trae el testimonio de devota adhesión a la Cátedra de Pedro.
Queremos agradeceros, excelentísimo señor, vuestra visita y expresar una vez más, en esta solemne circunstancia, el aprecio que profesamos a vuestra nación. Y de este aprecio hemos dado pruebas ya al principio de Nuestro Pontificado, al elevar a uno de sus más preclaros hijos a la Púrpura Romana. Una demostración de espontáneo reconocimiento pudimos percibirla prontamente en el eco consolador que nos llegó de los honores con que este insigne príncipe de la Iglesia, el cardenal Antonio María Barbieri, fue recibido al regresar a su patria.
Amamos al Uruguay, país hermoso, favorecido por la Providencia con especiales dones, glorioso por su pasado y repleto de promesas para el futuro. Los nuevos centros de vida religiosa recientemente creados —cuatro son las diócesis erigidas en los últimos años—; las casas de cristiana educación en continuo aumento; las numerosas instituciones de caridad y de beneficencia son claro exponente de la vitalidad del catolicismo en ese pueblo, que en la defensa de su fe, en la tutela de la familia y en la difusión y aplicación de la doctrina social católica encontrará las bases de un seguro y sano progreso.
Las felices relaciones que existen entre esta Sede Apostólica y el Uruguay —relaciones que deseamos sean no solo mantenidas sino mayormente consolidadas— constituyen firme garantía de fidelidad a la historia y son presagio de que esta colaboración entre las Autoridades religiosa y civil, cada vez más estrecha y eficiente, seguirá contribuyendo al bienestar del pueblo uruguayo. Por su cristiana prosperidad formulamos nuestros más sinceros votos e impartimos para todo el país, para su presidente y todas las personas que le acompañan, nuestra cordial bendición apostólica.
* AAS 52 (1960) 979-980.
Discorsi, messaggi, colloqui, vol. III, págs. 55-56.
L’Osservatore Romano 4.12.1960, p.1.
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